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Amor del poder y deseo del soberano – Paul Laurent Assoun

DOSSIER

ARTICLES EN LANGUE ESPAGNOLE

 

Es una buena idea la de abordar a la mujer directamente en su relación al poder. Esto nos evita empantanarnos en los lugares comunes de la exclusión unilateral del poder, que sería el destino fatal de la mujer, inscribiéndose en una tragedia que impide un pensamiento más allá. La cuadratura del círculo es, para la mujer, aquella de lo masculino y lo femenino y de la vuelta de los efectos más que concretos en el corazón de su condición social, lo que recapitula la idea de « condición femenina » tras las bambalinas del inconsciente.

 

La mujer es todo salvo pasiva, ella posee un « listado de requerimientos » que la empuja – y que caracteriza el « devenir mujer » – y adjuntando, en un doble efecto, el medio fóbico de la pasividad hacia el amor aplastante de la madre y de la envidia del pene, abordado en el origen « sin complejos » y que va hasta los celos que suscita en ella la pasión por el padre, y que la incita a amarlo.

 

El desafío es, para una mujer, poder gozar, con todo lo que ello conlleva, pero ¿ cuál es entonces la posición frente al poder ? Oprimida, la mujer no es para nada inerte y sobre todo, además de inscribirse en los intersticios del sistema, ella crea y se las arregla con talento. El semblante es, en la mujer, una práctica destinada a sostenerla en lo real del colectivo del cual está sutilmente excluida. Su posición no se reduce a la ineludible « mascarada »[1], es necesario elaborar también su « política del hombre » cuya parte más activa es la de dar « peso » a « ese hombre », dimensión que ya hemos abordado en otro lugar[2].

 


El inconsciente del poder… lo femenino puesto a prueba (resistente a lo femenino)


 

El poder, no lo olvidemos, está afiliado a las pulsiones yoicas, y por ende en una relación aporética de Aportia con Eros. Así, es necesario apoyarse en una descripción metapsicológica del poder[3]. El poder es un punto de intensificación del Yo que hace que la objetalidad sea secundaria. Al menos sus dividendos sexuales son un plus de dicho beneficio yoico. Eso ciertamente no se agota ahí, pero es ahí que comienza.

 

El poder se concibe a partir de su distinción de la potencia. En lo esencial, la potencia es el poder-hacer y ejercer el ser en el ejercicio del poder y mediante el poder. El poder es del orden del tener (« tener el poder » se dice) la potencia es del orden del ser y del sujeto. Pero es a través del falo que el poder alcanza a la potencia. La potencia va del narcisismo a la pulsión de muerte, culminando en lo que Freud deconstruyó como « la voluntad de potencia »[4] Habíamos partido de las pulsiones del yo y nos encontramos así en el apetito de la potencia en su versión mortífera, sumergiendo al yo, el hombre de poder que aspira a dominar siendo la marioneta de este goce.

 

Por ende, la mujer se encuentra a priori en el registro del dominado, frente al dominus, el amo varón. La paradoja es que la mujer se procura adquirir más que un contra poder : una potencia de sustituto. Lo constatamos en más de una familia, en la cual si el hombre tiene regularmente una fracción de poder social más acentuado, la potencia de la madre-mujer se comprueba en que es ella quien lleva el mando, pudiendo « traer la lluvia y el buen tiempo » (y a menudo solo la lluvia si solo es madre de familia).

 


Un paradigma de la potencia de lo femenino : la favorita


 

Para contribuir a una comprensión de como la mujer se desenvuelve, o más bien cómo es que se establece un sistema que le confiere un estatuto (a menos que ella lo haya conquistado, ya lo abordaremos para esclarecer esta alternativa) nos serviremos de un « hallazgo » para esclarecerlo, la favorita, es decir la figura de la favorita y el sistema que la sostiene en el centro de lo que llamaremos « el universo de la corte ».

 

Debo agregar que trabajando este tema, y una vez descubierto esta figura en los caminos de lo femenino, me he convencido que este era un ejemplo privilegiado que constituye una « mina de oro » para comprender en esencia como se establece la relación entre los sexos. Aquel que para Freud es « perturbador » en el seno de la Cultura debido a « una serie de ilusiones eróticas »[5].

 

Bella formula : la relación entre dos sexos no puede ser « normal » en el seno de la Cultura, en la medida en que lo erótico se inmiscuye, siendo un factor de perturbación crónica. Es por ello por lo que hombres y mujeres nunca serán individualidades frente a frente (lo que se comprueba ni bien se encuentran recostados, cuerpo a cuerpo, mas también como seres parlantes cada uno desde su lado del diván). Es por ello también que se inventan dispositivos sociales para organizar sus encuentros. La mujer ahí no es la menos creativa incluso en el seno de los dispositivos fantasmáticos urdidos por su partenaire.

 

Por ende, hay que abordar a la favorita como aquello que es, una verdadera institución. Esto sigue siendo de interés en el presente, aunque se trate de algo del pasado. Ciertamente no podemos negar que es un viejo pasado sin embargo vigente, incluso estructural, y veremos que revisitarla permite esclarecer su post historia, hasta aquello que aún tenemos bajo los ojos. Los reyes hacían bien las cosas, ponían las cartas sobre la mesa y es en eso que nos dan luces. Desde entonces, ha habido toda suerte de favoritas, ellas se convirtieron en « cortesanas » del orden sexual burgués. En fin, la llamada « primera dama de Francia » cuando comienza dejar de ser « dama », no es por ello considerada menos « dama-favorita » del soberano republicano, minúscula en la escala de la institución soberana, pero asegura la continuidad paródica. La estructura es tanto de hoy como de ayer : no es parecida porque se trata de la misma cosa. El « no parecido » es la historia ; el resto es el inconsciente, ese residuo estructural del proceso histórico. Y es este entre-dos lo que es interesante de trabajar para la antropología psicoanalítica la que se expone a esta pregunta de la relación del poder a lo sexual. Es precisamente en estos contextos donde ella se muestra útil en tanto otorga un relieve allí en el punto ciego donde la aproximación socio-histórica se extenúa. Así, no se trata de ninguna manera de una invitación a un viaje más o menos exótico por la historia y sus alcobas, se trata de explorar una figura singular, la cual nos brinda una verdad central de ese « juego » de lo masculino y de lo femenino con el poder y del partido que las mujeres sacan en esa ocasión. Por otro lado, si hay una que saco partido fue la favorita. Y es así que « sujeta » a su soberano.

 


Un capítulo sobre « la psicología del amor » social


 

A modo de delimitar el método, me inscribo aquí en la concepción freudiana de « micro paradigmas » históricos. Freud destaca así una micro-institución llamada « el amor cortés » estableciendo un dispositivo social original para regular la diferencia de goces entre el hombre y la mujer, un modo de producción de lo sexual del amor, un hallazgo para « gozar de amor »[6], en el momento donde el goce sexual satura, a fines de la Antigüedad. Dispositivo que choca a Lacan. La « psicología del amor » en un sentido freudiano es la antropología psicoanalítica. De la « psicología del amor » pasamos al colectivo ya que es cuestión de la regulación de la libido por medio de los dispositivos ritualizados primeramente, y luego de la construcción de la elección de objeto en función del fantasma, en fin, de esta puesta en ecuación de la pulsión de muerte en su relación al Eros. Así, se trata entonces de fomentar algo nuevo y original para escenificar, a través de una escenografía relacional, ese lazo extraviado. La « monstruosa originalidad » es impuesta por la urgencia de encontrar una « cosa » que reenvié el lazo, « venza el obstáculo », para escapar a la depresión de su fracaso.

 

Propongo así escribir un capitulo menos explorado, con la favorita y su « usuario » si me atrevo a decir, digamos « un hombre rey », y es sobre su nominación que se basa la presente investigación. ¿ Cómo fue inventada la Dama ? Por iniciativa del trovador (y del marido) pero la Dama se construye consecuentemente con ello, como una mujer que complace y completa al fantasma  masculino, le otorga un cuerpo y por ende se presta al juego y saca provecho de éste. Asimismo la favorita es convocada por el rey, haciendo de ello un oficio, una verdadera segunda mujer instituida, como la « cortesana » pero con una riqueza simbólica mucho más seria y refinada, de la cual desde temprano supo cómo sacar los beneficios más jugosos.

 


« Favorita », el nombre y la cosa


 

Se nos impone así, la figura de la favorita para esclarecer este juego. Del italiano favorito, favorita, es un término que se presenta también en masculino, lo que no debe ignorarse. Está claro que éste se conjuga selectivamente en femenino, sin embargo, hay que señalar que incluso siendo un término fálico, dicho favorito se desprende del femenino. Es entonces de la favorita de la que se tratará.

 

Remontaremos al inicio de los tiempos, a Clovis, para abordar la monarquía francesa. Disponemos del listado de las favoritas reales de la Corte, el cual no reviste mayor interés para nosotros si no es por la comprensión de cómo su simple utilización devino institución. Digamos que se acostumbraba, en la edad media, que los reyes mantuvieran manifiestamente algunas amantes, lo que vendría a compensar la elección política de « reinas madres ». Amantes notorias, amantes reales que forman parte del universo de la corte-siguiendo a Elias[7] siendo incluso las joyas visibles, Iura Regalia[8] en forma de mujeres. He aquí, una costumbre duradera. También habrá reyes sin favoritas, pero eso cuestiona, por ejemplo, a Luis XIII, rey recatado o a Luis XVI, el último rey en funciones que se distinguió por no haber tenido favorita lo cual no era precisamente una buena señal de la amplitud de su potencia…

 

La favorita adquiere progresivamente un estatus y es recompensada con riquezas y tierras. Y, muy excepcionalmente, con un matrimonio, volveré sobre ello a propósito del espectacular caso de Mme de Maintenon, quien de Mme Scarron pasa a ser la primera dama de un reino. No existe promoción más sensacional. Tenemos que entender cómo se adquiere este poder, en una época en donde ciertamente no disponíamos del marketing, pero sino de influencias bastante más poderosas. Los eruditos e historiadores que deambulan en torno a las alcobas son confrontados a un misterio frente a la dichosa elegida: pero ¿ Qué es lo que ella tenía, « ella » para poder imponerse así ? Al hurgar en la cama real no descubrimos gran cosa, salvo el entendimiento de que de lo que se trata es del inconsciente del dispositivo.

 

Hay que establecer el término que designe la función, aunque éste no lo sea claramente en la realidad. En el primer nivel, está la masa de « putas del rey ». Luego están aquellas que son más distinguidas y que reinan sobre el rey por más tiempo. Estamos aquí en la lógica del Harem, en donde el Sultán tiene su preferida – sabemos la resonancia fantasmática obsesiva en los siglos XVII y XVIII. Y está la favorita, aquella que forma parte, de una cierta manera, de las iuras regalia, aquellos objetos emblemas de la realeza. En fin, ahí en el lugar más alto, aquella que se convertirá en la segunda mujer del rey. No es solamente la « preferida » entre una serie, sino la primera (segunda en relación a la reina, pero primando en toda otra escena). Encontramos aquí la noción de « matrimonio morganático ». Término que sirve para designar la unión entre un « grande », sobre todo un rey, y una persona de un rango inferior. Es un matrimonio desafortunado institucionalizado, ya que no puede haber más de una reina. La expresión viene del derecho germánico : Morgengabe, que dentro de las antiguas costumbres germánicas, designaban el don (Gabe) que se devolvía a la mañana siguiente al clan o familia de una mujer raptada o esposada.

 

El cuadro está claro : es la regularización de un rapto y de una violación. Matrimonio « de la mano izquierda ». En Francia, el prototipo es el de Luis XIV con Mme de Maintenon.

 « La » favorita – notaremos el adjetivo sustantivado- amerita el artículo definido que la designa como aquella preferida, aquella que es un objeto eminente de predilección, gozando así de los favores de alguien poderoso – beneficiándose de un estatuto o de un lugar altamente posicionado – pero también considerada como aquella que es capaz, apta para pasar una prueba. Y la prueba aquí, es de merecer ser la elegida del rey para su cama, pero también de merecer una estima especial. El rey tiene de donde elegir, y aquella que es elegida, forma parte de la crème de la crème.

 

Dicho de otro modo : « aquella que se vuelve un objeto de marcada preferencia (para alguien) » o todavía más, poniendo los puntos sobre las ies, « la amante preferida (de un rey, de un príncipe) ». Si este alguien es un rey, diremos de ella que es la favorita, la « nacional », si la noción de nación no hubiera esperado a la revolución francesa para instituirse. En todo caso, se trata de una posición envidiable.

 

Es decir que él o más bien Ella, Su Majestad (ya que el poder se declina significativamente en el femenino), la ha escogido. Por otro lado, la reina, con la que el rey puede estar contento, no es quien deba ser elegida según los cánones del deseo. De hecho, la unión política es « arreglada », es una cuestión de alianza, estando el deseo fuera de juego.

 

Aun si el rey puede desear a la reina « por sobre el mercado » por añadidura ella no está hecha para ello… El rey puede hacer de su mujer su amante, pero eso le compete. Al contrario, una favorita se define en tanto el rey la ha distinguido como deseante – según los ritos organizados al interior de la Corte- y escogida luego para que ella ocupe este puesto, por un tiempo más o menos largo, antes de ser … « destronada ». Todo aquello estaba muy bien organizado y merece por ello la atención del antropólogo (del inconsciente) tanto como mereció la atención analítica de la Dama.

 


El ascendente femenino


 

Entre las amantes de los reyes más conocidos, hay algunas figuras que se destacan entre la pequeña horda : en el siglo XV Agnes Sorel (favorita de Carlos VII a quien una cierta Juana de Arco contrarió), en el siglo XVI Diana de Poitiers (Enrique II), en el siglo XVII Gabriela de Estrées (Enrique IV) y sobre todo Madame de Maintenon (Luis XIV) en el siglo XVIII la Marquesa de Pompadour (Luis XV). Su poderío se mide bajo una influencia política, he ahí entonces su poder, en donde su resorte es la influencia (el ascendente), y pensar el ascendente de la favorita es plantear la pregunta del poder y su relación a lo sexual. El ascendente es esa forma de influencia – término que originalmente tenía una connotación zodiacal – que permite alcanzar una dominación, evocando la idea de un movimiento hacia arriba, elevarse, a modo de un astro que se eleva en el horizonte.

 

Para una mujer, en general es cuestión de aparecer, de manifestarse, jugando su ser en esta « fenomenalización ». La favorita es un emblema en la medida que ella surge del horizonte y se impone cual astro (parafraseando la mitología de la época), que una vez aparecido, impone su presencia. Tal y como Odette de Champdivers la única que guardo contacto con Carlos VI, « el loco », o como esa complejidad excepcional que nos enseñara Diana y su relación con Enrique II. Sin duda, el sumun son las funciones acumuladas por Madame de Maintenon para con Luis XIV, desde aconsejarlo en política hasta ejercer como gobernanta de sus hijos.

 

Observamos también el ascendente de Madame de Pompadour, gerente de la carrera de ministros, mezclándose en las alianzas y ejerciendo de mecenas cultural y arquitectural.

 

Ciertamente el ascendente es sexual, y da cuenta de la « sobreestimación de lo sexual » (sexuele Überschätzung) del objeto, pero adivinamos que hay un más allá en juego, ya que sospechamos, en algunos limitados casos, la inexistencia de las más mínima relación sexual. La apuesta es que la dicha favorita tiene que estar ahí, para ello el soberano está dispuesto a « desembolsar » sin límites, como si su misma salud dependiera ahora de su aparición …

 


El “juego de la favorita”


 

¿ A que juega dicho rey con su favorita tan particular – aquello que podemos llamar « el juego de la favorita » ? El rey y la reina son importantes en un juego de cartas, y la favorita ¿ Qué es ? ¿ Una especie suerte de « joker » ?…

 

Podemos ver la cumbre del fantasma el caso que nos ilustra Enrique II. Si Enrique III se rodeó de sus « Minions » aquello que « tuvo » es una « cosa » sublime llamada « Diana ». Su advenimiento coincide con otro triunfo, el de Diana de Poitiers, para quien es la oportunidad de hacerse un nombre. Su estatuto de favorita se distingue por favores reales excepcionales con los que es gratificada, después que una tal Ana de Pisseleu fuera expulsada.

 

No solamente se le gratifico con un hotel parisino o un ducado (el de Etampes), o con diversos bienes raíces y financieros, cuyo inventario es infinito, sino que también con la agalma de aquello que llamamos « las joyas de la corona », lo que sin duda mejor distingue a la gran favorita de ocupar el lugar del objeto de deseo. De estas joyas del tesoro real, ella, una joya en si misma, tiene un uso personal simbólico. A partir de aquello, hay un desencadenamiento de favores, como si, más allá de la retribución que le otorgaría el estatuto de una suerte de prostituta de gran lujo (a poco decir), se trataba para Enrique II, de subastar acciones demostrativas. Al punto de instalar sus aposentos al frente de los de su esposa legitima. No obstante, estamos lejos de un vodevil pedregoso : hay muchísimas dudas sobre la naturaleza de sus relaciones íntimas y el grado de intimidad física. Nada de « actos deshonestos » entre el rey y su favorita, y gozando éste sobre un modo de extrema cortesía. El misterio entonces es qué sucede entre ellos dos. Ahora bien, sabemos que Diana es la virgen que castigaba severamente a aquellos que osaban contemplarla desnuda durante su baño, y que no se le toca ni siquiera con la mirada. Enrique II por muy poderoso que fuera, no parecía tener muchas ansias de jugar a Acteon, y terminar convertido en ciervo y devorado por sus perros, salvo de enaltecerla como la diosa de la caza. La virgen y la reina madre tiene en común que ambas son intocables. Lo que él quiere, otra vez, es nunca perderla de vista, ponerla sobre un banquillo como un « objeto real », intocable (incluso por él).

 

Es su pulsión escópica la que pareciera alimentarse de esta mujer, verdadero criadero de simbolismos mitológicos. El deseo del llamado Enrique II, especie de amante cortés, anacrónico, caballero servil del siglo XVI (bastante lejos del siglo XII) pareciera ser de inscribir a Diana en sus escudos, por medio del « croissant », su emblema, que infiltrara las representaciones pictóricas y arquitectónicas. Hace de ella un mitema, enamorado de un mito con cuerpo de mujer. Mejor aún : el monograma real se las ingenia para evocar la inicial de la mujer adorada. Así, transforma la mujer elegida en letra, integrándola en el goce real, en el momento de una compleja criptografía enlaza el acrónimo real al cuerpo literal de la favorita. De hecho, hemos observado que en el monograma real que entrelaza la « H » del nombre real (por Henri, en francés) con la « C » del nombre de la reina (Catalina de Médicis), los reversos parecen dibujar una « D », nombre de la favorita. Este obsesivo transverbera el trono con su pasión, instalando el deseo en el centro y manteniéndolo a distancia, enlazándolo por la letra, su verdadero lugar tanto como en los aposentos.

 

Incluso encuentra la manera para situar el cuerpo favorito en el entrelazamiento de la letra, deslizándola en el acrónimo de la pareja (la mujer legitima, Catalina de Médicis, tuvo la prisa de tachar la letra rival). En fin, tratamos aquí con una verdadera locura en donde la llamada « Diana » encarna el tema.

 


El orgasmo de la favorita : el poderío hecho mujer


 

He aquí ahora, el caso de Luis XIV, en contraste con los noviazgos místicos, enamorado de Françoise d’Aubigné, viuda de Scarron, marquesa de Maintenon (1635-1719), segunda esposa del rey. El desenlace es elocuente : con el activo apoyo de la Iglesia de Francia, Françoise d’Aubigné, viuda de Scarron, de alrededor unos 48 años, en la noche del 9 al 10 de Octubre esposa secretamente al rey de Francia y Navarra, « el rey más grande de Europa » en palabras de Louvois. El rey pasa gran parte de su tiempo en los aposentos de su mujer, las princesas por su parte deberán seguir a Madame Maintenon cuando ésta se desplaza, sobre una silla cargada por hombres. Esto le arrancara un grito de triunfo : « mi felicidad es fulgurante ».

 

Es necesario retomar esta exclamación : ella ha cumplido su objetivo, pero si fulgura de felicidad no es solamente por la adquisición de un poder considerable sino por el lugar de poder que viene a ocupar, más importante que la reina, donde se vuelve la mujer de Dios, más precisamente del dios mortal, lo que para la corte es lo esencial. No hay que olvidar que la pareja del rey y su favorita tiene como espectadora la Corte que cierra los ojos al mismo tiempo que todo lo ve, estrabismo que otorga a la pareja real una clandestinidad augusta. Es esta instancia cortesana quien hace de tercero y que constituye a esta pareja. La favorita reina sobre otra escena, fuera del protocolo, donde es reconocida como nadie más, ella se vuelve el culmine de la singularidad instituida ahí donde las mujeres existen más que en singula singulis. Hay una alusión a un orgasmo inigualable, aquel de ser reconocida como única por el Nec pluribus impar[9]. Aquello que nos interesa es entonces el encuentro de « el goce Otro » y « el amor al poder », en el corazón de lo femenino.

 


El “secreto don”  de la favorita


 

¿ Cual es entonces la cifra inconsciente de esta operación ? Intentaremos responder a los curiosos, que con los recursos de la erudición histórica de mejor calidad, no dejan de sorprenderse de esta desproporcionada operación. Podríamos sumergir esta institución bajo la general consideración que estos jefes de estado tenían una libido fácil y que ciertas candidatas para esta función dieron prueba de un talento excepcional para la manipulación y de argumentos de un encanto irresistibles.

 

La pregunta que extraemos aquí es la siguiente : ¿ Qué le da al rey, al hombre real, esta favorita ? Ciertamente su cuerpo, su gracia, ella capitaliza sus encantos, se trata bien aquí de una dimensión de prostitución real que no podemos desconocer, pero como diría Freud « hay otra cosa aun ». La favorita es la « segunda mujer » al lado de la reina y a la vez sobre y debajo de ella. Ella se ocupará de los niños reales, de Diane de Poitiers (por así decir) hasta Madame de Maintenon (en realidad) se trata ciertamente de una coartada, pero hay que buscar un poco más lejos. Ella es la gobernanta de los niños de Francia, hace sentir al rey un padre, padre de los niños, no solo de los herederos. Gracias a esta mujer de alto vuelo, el rey tiene la impresión de gozar de su satisfacción paterna contemplando a su favorita y futura mujer dar cuidados a su progenitura. Una gobernanta que viene a gobernar a los reyes : sentimos ahí al Padre como en un tercer término, y donde este « suplemento de alma » es la apuesta que se juega la Maintenon. Ella le permite a un rey libertino envejecer en la morada de Dios Padre, sintiendo padre mientras tanto. Momento delicioso en que el soberano se deja llevar… por esa mujer.

 

Un masoquismo muy especial, solo reservado a aquel en la cúspide de la pirámide. Esa « felicidad fulgurante » en términos de género es aquello donde se puede expresar el sentimiento de máximo poderío de una mujer, más allá de toda reivindicación feminista. Esta no tardaría en objetar que el precio de esto es una sujeción absoluta, vimos como esto viene bajo la forma de un asujetamiento simbólico del Sujeto – real mente – masculino.

 

Una fenomenología de la función de la favorita, de su uso real, muestra que si bien el rey goza de los encantos de la mujer escogida, este se vuelve curiosamente más pasivo a medida que fructifica de ese goce. Diríamos que, no contento de estar prendado, él juega a estar enamorado (de esa sinceridad particular que garantiza el fantasma. Así lo hemos visto desde Enrique II, que juega al amor platónico – amor cortés en alto rango – hasta el descubrimiento de la verdadera vida conyugal con Luis XIV. Es así la sexualidad real que se encuentra regulada, o más precisamente el orden de los goces, debidamente protocolizados. Hay que insistir, no obstante, si el da tanto, es porque ella le da algo que no tiene precio, pero ¿ Qué ? ¿ Cuál es el objeto de la transacción, más allá de los beneficios simbólicos ya despejados ? Pues entre hombres y mujeres hay una transacción de objeto, en miras de la economía fálica.

 


Qué quiere la favorita ?


 

Tenemos aquí dos cosas distintas en su articulación : por una parte, está el efecto que ella produce sobre su rey-amante, y por la otra, lo que ella quiere, y que hace que finalmente ellos se « entiendan » tan bien. ¿ Qué quiere la favorita del rey ? ¿ Qué espera el rey de la favorita ?

 

El efecto de ella sobre él se puede describir, aquello que él obtiene de ella también, pero : lo que ella quiere es mucho más enigmático, y con justa razón, es aquello no escrito, y es lo que lo vuelve lo más interesante. « ¿ Qué quiere la favorita ? » he aquí una pregunta, digámoslo, excitante y la cual hay que deducirla no a partir de un fantasma exterior, sino de la lógica inconsciente de la institución donde ella es la « pieza » central.

 

He aquí entonces mi hipótesis que esclarecerá muchas cosas, permitiendo de medir el alcance de este affaire. No hemos destacado lo suficiente que la puesta en marcha de la función de favorita, en el seno de la corte real, es correlativa a la instalación de la soberanía real. Digamos que no hacemos la relación estructural entre esto dos : de un lado la política y del otro el amor y el goce sexual, ahora que tienen mucho que ver el uno con el otro.

 

En efecto, como sostiene Mazarin releído y apreciado por Lacan, « el amor es el amor, la política es la política » ; pero el nudo entre los dos registros es la favorita del soberano. Aquella que ha encontrado su consagración simbólica en el siglo XIX en la ópera de Donizetti[10] donde Leonora se convierte en la interlocutora del rey de Castilla Alfonso XI en el seno de una tragedia romántica ejemplar. Momento en el cual la Favorita se encuentra homologada como figura – sulfurosa – de la Cultura, bien que ella tome el aire de un vodevil de una mujer presa entre el soberano y su enamorado…

 

La noción de soberanía[11] es la palabra clave de la modernidad política. La soberanía designa lo « superior » (el termino deriva del latin superus) ella designa entonces la autoridad suprema.

 

En los « Seis libros de la republica » de Jean Bodin[12] , la doctrina política da muestra de la vía hacia la modernidad. En efecto, éste la presenta como un concepto nuevo, irreductible tanto al modelo romano del imperio como a los fundamentos religiosos : se trata del advenimiento de un nuevo orden estatal « soberanía perpetua y absoluta de la Republica ». Anteriormente en « El príncipe » de Machiavelo[13] teorizaba la instancia nombrada así que subjetiva el poder en potencia. Etienne de la Boétie lo sintió y opuso su Contra uno.[14]

 

En efecto, la soberanía enuncia que en efecto « hay Uno », designando así la figura del « dios mortal », el estado Leviathan de Hobbes, obteniendo su potencia y su legitimidad del « contrato social », permitiendo así su salida del estado natural.[15]

 

La instancia soberana es aquella que supone poder-hacer (subjetivamente) todo lo que ella puede (objetivamente), de suerte que su poder se extiende tan lejos como su potencia. El soberano no es simplemente aquel que tiene el poder sino también aquel que tiene la potencia. En el ser investido de soberanía, la extensión de su poder recubre aquel de la potencia. De ahí la prodigiosa actividad atribuida a la figura de la soberanía.

 

He aquí entonces aquello que nos parece ser el acontecimiento del encuentro entre la favorita y el soberano. Es en nombre de la favorita que el goce (de la soberanía) condesciende desear (a una mujer). Reconocemos la fórmula de Lacan la cual basta falsearla para poner a la favorita… en el lugar del amor : « Solo el amor permite al goce condescender al deseo ».[16]

 

Aquello no es simple, ya que podría tratarse también de la mujer más atractiva del harem. La favorita encarna en efecto, la función real del amor. La favorita es « nombre del amor », su versión real. En el enunciado lacaniano el goce aparece en el lugar soberano y para llegar al deseo (lo que se representa como un progreso) hay más bien que bajar, aquí, unos escalones. Es en nombre de la favorita que esta operación se realiza. La favorita es un operador inconsciente, la institución de la favorita es una formación del inconsciente. No solamente porque el soberano amaría desear como el común de los mortales (sería un « idilio » aunque esto sea dicho así por hombres de un gran poder que se hacen un poco los bonachones con sus dulcineas). Más radical aun : para que el goce soberano se abra « al orden del deseo ». Ella le permite gozar de deseo. Si el la cubre de favores es porque ella le da el favor de desear.

 


« Hacer desear » al Uno : la proeza de la favorita


 

¿ Qué quiere la favorita ? ¿ Podríamos deducirlo rigurosamente de lo que ella hace, de sus actos y de sus efectos ?

 

Ella quiere gustar, claro, ella debe comenzar por « gustar », destacarse… por el padre del reino. Ella quiere hacer gozar a un hombre especial llamado « un rey », se especializa en ello. Hacer gozar a un hombre importante (situado en lo alto), cualquier cortesana puede hacerlo, ella debe superar a las otras, ¿ Y en qué ?

 

No solamente elle debe despertar un deseo intenso y más menos durable, sin embargo, justamente en aquello intenso y durable llegar a hacer desear al soberano. Lo que es, si lo miramos bien, una proeza. Ya que la soberanía supone un goce indefinido y a repetición, más azaroso, ahí donde el deseo introduce una continuidad, la falta continua centrada en un objeto.

 

El soberano se vuelve, en última instancia, el alumno de esta « profesora de desear » llamada la favorita, quien sitúa su felicidad en esta educación… De pronto, ella hace que al soberano le apetezca des-completarse lo suficiente para gozar de un deseo, engastando ese deseo de un goce, « joya de la corona », en el que ella se completa. En sus más grandes éxitos, esto podría ser una versión de « la mujer (puntualmente) entera ».

 

Es la proeza de la favorita. « Hacer desear » habla mejor de la meta de la histérica. El hombre de paja de la histérica es así el títere que ella utiliza en la puesta en escena de su fantasma sobre su teatro de marionetas. Él es el « sustituto de ese otro imaginario en el que se ha enajenado menos que de haber ha quedado detenida frente a él en sufrimiento »[17] Hombre de paja, el soberano ? Esto sería el colmo, ya que, si bien hay un hombre de peso, es él.

 

Aquí, el deseo de la histérica nos puede dar información. No es que se trate, con la favorita (nombre del rol), de una histérica de estructura, sino que de vocación. Sostengo esto basado en las observaciones de nuestra práctica. Olvidemos la época de los reyes un momento. Pienso en aquellas mujeres que eligen someterse a un tipo que ocupa una parcela de soberanía cualquiera -podríamos decir un amo, pequeño, medio o más bien grande, para aquellas que son más intrépidas. Comprendamos que quien sostiene un gran deseo social, solo será en un escenario marionetas. Hacerse destacar por él y volverse su « favorita ». Lo que permite alimentar este fantasma es la historia, ya que es un hecho que las novelas históricas abastecen de un alimento escogido para sus lectores, conectando con sus sueños (o ensoñaciones) histéricos, aquel de encontrarse en el camino del rey[18]… o a dos pasos, en la alcoba adyacente que los une.

 


Una histeria de estado


 

La diferencia sensible aquí es la función de estado, ritualizada rigurosamente, aunque no oficializada. Bien, si, se puede hablar de la favorita de la histérica del estado. Lo que justifica esta fórmula es la extensión que da Lacan a la dicha histeria, del síntoma al discurso.

 

El juego con la letra es particularmente decisivo. Acerquemos el objetivo acomodándolo al ángulo de nuestro tiempo. La última « amante real » homologable en la historia de Francia, fue « la otra mujer » de François Mitterrand, quien justamente se proclamaba « el ultimo verdadero presidente de la Republica » (lucida maldición de oráculo a sus sucesores). Justamente aquí se verifica que es la misma razón por la que él se completaba – en su soberanía, relativa ciertamente, ya que se trata de una república – por una verdadera « favorita », fundada sobre un dispositivo innegablemente homologo. En fin, hay una importante diferencia : ella no estaba instalada en la corte -perdón, en el Elysée – pero vivía en la sombra, suficientemente amplia y vasta para cobijarla y disimularla. Pero ya lo hemos visto, en el universo de la corte real, la favorita, incluso la más visiblemente instalada, era mantenida en secreto.

 

Era un secreto reconocido, que no osaríamos llamar de « Polichinelle » por prevenir toda analogía con la figura real, en fin, estábamos en el corazón mismo de una comedia real.

 

Una confirmación simbólica mayor de esto es el nombre escogido para el producto de este matrimonio morganático.

 

Si se entiende que el Cardenal de Mazarin es a la vez el zorro de la política y el que mantiene el derecho del amor y de la política a llevar una vida separada – a diferencia de esta « razón de estado » directamente erótica de su predecesor Richelieu -, ¿ Cómo se puede esperar que lo llame de otro modo que no sea por el apodo de su íntima identificación, feminizada, si no Mazarin-e ?  Empezamos a preguntarnos qué habría hecho si hubiera sido un niño. Pero está claro, al menos en la codificación del fantasma, que debía haber sido una chica. También notareis el rasgo de carácter manifestado por esta chica, la alergia a todas las apariencias y la transparencia cristalina.

 


Masculino versus femenino


 

A toda problemática de investigación le hace falta una contraprueba y esta es el favorito – que no me interesará más que a título de contraprueba. Ya que hubo hombres que fueron favoritos a título de reinas. Título de amante, « amante de Estado » si me atrevo a decir. Aunque, ¿ se trataba de una institución simétrica ?

 

Robert Dudley (1532-1538), favorito titular de la reina Elizabeth 1era de Inglaterra, función que ocupo durante tres decenios o Grigori Potemkine, favorito de Catalina II de Rusia en el siglo XVIII son los paradigmas. Volvamos a la doble lección de la historia « favorito/favorita ». La reina soltera « tiene » al amante como objeto. ¿ Que será de la soberana sin este apéndice ? Esbozamos aquí un capitulo que es el reverso de aquel que comenzamos a escribir aquí.

 


El estado, el yo real y la favorita : la musa


 

Señalemos una manifestación reciente : el gran revuelo del no menos grande Mao – una revelación hecha con un tanto de molestia luego de su muerte –  en que las jóvenes chinas hacían fila, si me atrevo a decir, delante de la cama de su líder rojo, lecho sin duda de proporciones apropiadas para acoger estas once mil vírgenes, para tener el honor precisamente de ser honoradas, entiéndase desfloradas por el Amo. Apéndice practico del pequeño libro rojo y su original aplicación del « materialismo histórico »… he aquí una colectivización de la favorita en beneficio del goce del Uno, un aspecto desconocido del comunismo chino, que sin embrago está lejos de ser anecdótico, y que nos recuerda que el mito del padre de la horda sigue actual.

 

Para precisar aún más, vale destacar que en la economía del goce en el universo mafioso la favorita confirma su lugar estructural como « figurante ». No es de extrañar que en este universo la poderío económico y mortífero va de la mano con la impotencia sexual. La pin-up, así exhibida da prueba de la capacidad sexual, tratándose más bien de prever una reserva de goce más que del deseo. Esto abre en el mafioso algo de una participación lateral al universo del deseo, en torno a su pequeña corte.

 

Volvamos entonces – sin temer a este zapping histórico ya que es la constante de una problemática que se expresa a través de estas figuras – al corazón de este affaire de la favorita real, que evocamos con el rey Sol. « El estado soy yo », frase que Luis XIV en efecto no tuvo que pronunciar[19] en tanto esta frase en para él un pleonasmo caracteriza de la mejor manera su posición subjetiva : ahora bien, quien vendría a ocupar este lugar, con la bendición de su corte y de su universo, por donde hacerlo desear, a este Narciso de estado ? La falta no tiene lugar para este supuesto soberano. La favorita fue inventada para ello. Ella deviene objeto causa de deseo provocando el deseo real.

 

Si hubiera dos cuerpos del rey, en el sentido de Kantorowicz[20] podríamos hablar de un bifidad del rey gozando de su cuerpo y de la soberanía. El arte y la ciencia de la favorita es hacer gozar el entre-dos del cuerpo real. Es en ello donde realiza una plusvalía de goce y autorizándose un rol político e incluso un fragmento de soberanía. Si el rey la cubre de tantos regalos es porque ella le hace un regalo sin precio, el de su deseo.

 

La favorita es entonces « l’égérie » (musa) en un sentido original. Inspirador, ciertamente, pero más en el sentido de Egeria, la ninfa que aconsejara, en el bosque, a Numa, segundo rey de Roma, sobre la política que él deberá seguir. He aquí una función política tal así como en un sentido más estructural como inspiradora del rey. El hombre que supone detentar todo el poder tiene que establecer una alianza – silvestre – con la potencia femenina. La égérie, antes de ser inspiradora de poetas, fue en este sentido una aliada al mismo tiempo que la amante mística del Amo. Lo que hace que toquemos apenas la potencia del acto femenino[21].

 

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[1]                     J. RIVIERE, Féminité mascarade. Études psychanalytiques, Paris, Éditions du Seuil, 1994.

[2]                     P.-L. ASSOUN, « Le féminin ou la liberté du semblant : le ‘’pèse-homme’’ », Cliniques méditerranéennes, n°92, 2015, p. 57-72.

[3]                     P.-L. ASSOUN, « Le pouvoir à l’épreuve de la psychanalyse. Freud et la question du pouvoir », L’inconscient du pouvoir. L’objet politique de Freud à Lacan, Paris, Éditions Ellipses, vol. 2, 1994, p. 59-71.

[4]                     P.-L. ASSOUN, Freud et Nietzsche, Paris, Puf, 2008.

[5]                     S. FREUD, L’Avenir d’une illusion (1927), Paris, Puf, 1971.

[6]                     S. FREUD, « Sur le plus général des rabaissements de la vie amoureuse », La vie sexuelle, Paris, Puf, 2004.

[7]                     N. ELIAS, La société de Cour, Paris, Calmann-Lévy, 1974.

[8]                     Sobre esta noción y su resonancia inconsciente, ver nuestro trabajo : Tuer le mort. Le désir révolutionnaire, Paris, Puf, 2015.

[9]                     Adagio del Rey Sol en forma de eufemismo, el que no es inigualable para muchos, dice « superior a la mayoría », para traducir por « el único de su especie », el hombre excepcional… Expresión inventada por Douvrier para designar la figura real de la Cabalgata de caballeros.

[10]                   G. DONIZETTI, La Favorite, 1840. La acción se sitúa a principios del siglo XIV en pleno conflicto entre los moros y los monarcas católicos.

[11]                  Sobre este punto ver nuestro trabajo : Tuer le mort. Le désir révolutionnaire, op.cit.

[12]                  J. BODIN, Les Six Livres de la République, 1576, BNF – Gallica, édition numérisée.

[13]                  N. MACHIAVEL, Le Prince, Paris, Garnier frères, 1910 (1516).

[14]                  NdT : Etienne de la Boétie (1530-1563 ) escritor cuya obra « Discurso sobre la servidumbre o el Contra uno » plantea la cuestión de la legitimidad de cualquier autoridad sobre un pueblo y analiza las razones de la sumisión (relación dominación/ servidumbre).

[15]                  T. HOBBES, Léviathan, Paris, Éditions Sirey, 1971 (1651), ch. 17.

[16]                  J. LACAN, Le séminaire, livre X. L’angoisse (1962-1963), Paris, Éditions du Seuil, 2004, leçon du 13 mars 1963.

[17]                  J. LACAN, « La psychanalyse et son enseignement », Écrits, Paris, Éditions du Seuil,1966, p. 452.

[18]                  Aquello que muestra con talento el best-seller « L’allée du roi » de Françoise Chandernagor para que el fantasma de la lectora histérica se instale en Versailles como en su morada privada.

[19]                  El tema es apócrifo, imaginado para atribuirlo a Luis XIV levantándose en ropa de caza, con su látigo, en el Parlamento de París el 16 de abril de 1655 para prohibir la prolongación de los debates y la promulgación de edictos que obstaculizan la financiación de sus guerras.

[20]                  E. H. KANTOROWIZ, Les deux corps du roi, Paris, Gallimard, 1989 (1957). En una perspectiva freudiana de esta teoría, vea nuestra obra Tuer le mort. Le désir revolutionnaire, op. cit.

[21]                  Traducción : Alexandra Lund.


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Para una genealogía psicoanalítica del poder – Gérard POMMIER

DOSSIER

ARTICLES EN LANGUE ESPAGNOLE

 

El feminismo ha prosperado a través del Atlántico en los departamentos de francés de las universidades. Encontró su miel en la edad de oro del estructuralismo : Lévi-Strauss, Foucault, Lacan, Derrida, Deleuze, Bourdieu… y bien de otros.

 

Por alguna oscura razón, estos estudios franceses tienen la reputación de haber puesto a estos autores en su salsa. Estas apreciaciones rechazan por adelantado las críticas, por ejemplo las de Lévi-Strauss o de Lacan que son, sin embargo, fructíferas. Este feminismo de combate partía de un estado de hecho, el de un poder « masculino heterosexual, falocéntrico y patriarcal ».

 

Este poder fue ilustrado por la opresión de un género y fue estudiado según el método genealógico de Foucault y de Bourdieu : no es la imposición simplista de una policía de los sexos, sino el ejercicio de una « violencia simbólica interiorizada » – es decir, ¿no es una forma de decir que es inconsciente ?. Si esta opresión simbólica « interiorizada » se ha vuelto inconsciente, ¿ no carece de una definición psicoanalítica ?

 

Los procesos de esta causalidad psíquica merecen, entonces, ser aclarados – y ello mientras que la sexualidad ya no sea más un pretexto para la opresión, sino un motor de la libertad. ¿ Es suficiente decir que el género está determinado por la cultura ? No, porque la cultura no siempre ha estado allí, y sería mejor aclarar su genealogía a la luz de la causalidad psíquica, utilizando el método de Freud – o mejor, purgado de su escoria de la época.

 

El poder masculino no es un hecho puro « natural », cuyas consecuencias psicológicas habrían sido autorreguladas a través de la cultura. Una sola frase corta lo saca a la luz : sólo la causalidad psíquica es « contra-determinada ». La causalidad de las determinaciones culturales nunca se mueve sola. El peso de las determinaciones familiares no varía mucho durante los pocos años en que afectan a un niño. Solo la subjetividad contra-determina estas planchas de plomo. Un sujeto se afirma siempre de forma denegativa, en relación con su familia y a su Cultura, o incluso respecto a su anatomía. A menos de abogar por una inocencia siempre aliviadora, la historia ha progresado y progresará aún gracias a esta capacidad de revuelta subjetiva.

 

Un disparo de faro en diagonal da una visión simplificada de la cuestión : establecer la genealogía del poder reenvía a examinar lo que impulsa a los hombres a tomarlo. Significa inmediatamente, que se pelean por un poder que, justamente, no tienen. Están privados de él, y mientras luchan por su conquista, ellos se sitúan del lado femenino. Esta diagonal inicial da el motivo de una genealogía, o más bien, un motor constante y actual de una « protesta viril » de cada momento.

 

El « poder » no es un estado : él resulta de una lucha por tomarlo. Ningún hombre nace con él, y un Rey, él mismo, queda tributario de los golpes del destino. Querer « tomar el poder » huye de una feminización amenazante y forma parte de un plan de identificación con el padre que es el agente. Estas pocas líneas de introducción ponen de relieve dos palabras : la de « padre » y la de « hombre ». Este codiciado poder es, por tanto, « patriarcal y masculino ». Su programa será la dominación de un femenino en el que se incluyen los hombres que no tienen más o mayor poder. En cuanto al calificativo de « falocéntrico », ¿ no es supernumerario ? Porque no existe más la esencia del « hombre » que tendría el falo, que de « mujer » que sería privada de él. Si el falo es el pene en erección, un hombre no lo tiene sino sólo si desea una mujer, de la cual también será el propietario. Apenas presentable sin erección, el pene en reposo no podría pretender al título fálico.

 

¿ Cómo se ha instalado este poder heterosexual patriarcal, y esto tanto mejor que se ha establecido en lo inconsciente ? Entre las numerosas pistas que ella abre, Judith Butler[1] supone que una vez que se ha puesto en práctica de la placa de plomo de un poder tal, la elección del género ha sido impuesta según un proceso « imitativo ». Una presión simbólica – cuyo motor se ha dejado de lado – obligaría a la imitación de un género.

 

Como ella lo escribe, no haríamos más que « travestirnos »… y todos estaríamos atrapados en una mascarada « masculina » así como « femenina », y ello con tanta facilidad que no existiría un original en un mundo de copias. La subordinación de un género al otro estaría entonces fundada en la imitación, acompañada y reforzada por el goce de esta obediencia, o para decirlo en las palabras de Judith Butler, imponiendo a cada sujeto una « actuación » que se « naturalizaría » no antes de efectuarse. Un sujeto se desempeñaría como hombre o como mujer, y se imaginaría luego que es « naturalmente », mientras que se trata de una imitación.

 

El argumento principal de esta demostración es poco discutible ; da cuenta de una realidad social masiva : la « elección » del género no depende de la anatomía. La noción de « performance » supone, en efecto, tal elección… ¡ pero todavía es necesario aclarar eso que la determina ! Porque, si hay una elección, ¡ ella depende de una elección subjetiva ! Su gesto trasciende lo cultural. Una « performance » implica un libre albedrío que procede de otras determinaciones o contra-determinaciones que la simple imitación.

 

Mirando los resultados del proceso de sexualización, el « semblante », o la mascarada de los géneros, tienen una fuerte realidad cultural. Pero su elección permanece incomprensible sin una subjetividad previa, contra-determinada por una potencia psíquica inicial. Así, la genealogía de este poder « masculino » que se ha impuesto « inconscientemente ».

 

Si existe una actuación obvia, es la de los hombres, de su carrera jadeante, sin tregua ni respiro por el poder – y esto en una lucha descarnada entre ellos. Pero, sobre todo, ¡ en una lucha contra la cultura que los precede ! Lejos de determinarlos como marionetas, ella es el objetivo excitante de sus performances. Este es el montaje y la batalla campal, la jauría. Los perros corriendo muerden a la izquierda, y a la derecha. Los atletas, los estrategas, los rebeldes golpean todo lo que se mueve con alegría.

 

Eso demuele, eso deconstruye, en mejor, en peor, pero en todo caso, siempre más lejos. La « cultura » no es un majestuoso edificio de pensamientos y costumbres, sino más bien ese movimiento, esa especie de jadeo, de guerra alegre, de socavar razones y creencias, la construcción de andamios razonables o sin sentido, prorrogaciones de un conflicto perpetuo donde las músicas, la literatura, las artes, siguen el ritmo. La orquesta corre detrás. Las actividades que pasan por « culturales » son sólo sus consecuencias y efectos pensativos, artísticos, ociosos, destinados a las distracciones del fin de semana, laicas o religiosas. Nadie niega el poder de este edificio cultural, ni que da forma a los que crecen y se alimentan allí. Pero es preciso un fondo pasivo, que los sueños de cada niño superan desde que realiza la menor performance.

 

A pesar de su prodigalidad y de su opresión visible, esta cultura permanece en el segundo nivel, materia prima de las determinaciones familiares y psíquicas. En las culturas más brutales, como las que todavía prevalecen en las tribus del desierto australiano, o en un pueblo en el fondo de la Prusia luterana, un hombre siempre puede arriesgar su vida si ama a una mujer proscrita por su Tótem o su Pastor. El espacio cultural no es más que un enorme amplificador, y luego una base de repetición contra la cual las representaciones desempeñan su papel. En un solo viaje, Cristóbal Colón alteró las creencias de su tiempo. Gracias a su telescopio astronómico, el ferviente Galileo confirmación de Galileo confirmó los tímidos cálculos de Copérnico, haciendo en unas pocas temporadas, tabla rasa del venerable universo de Ptolomeo[2].

 

Voy a recordar en pocas palabras el mundo psíquico de atrás, que propulsa la carrera al poder. Cualquier sujeto – niño o niña – nace primero transgénero, y tiene el falo sólo masturbándose, al mismo tiempo que pone su deseo en la fantasía. Este onanismo es a la vez culpable, ya que busca huir de la influencia materna. Es un medio de separarse de la madre, haciéndose gozar más bien que de ser gozado por ella. Este placer es sellado inmediatamente por la culpa de dejarla. A la sombra de esta culpa, nace un fuerte deseo de castigo, destinado a guardar su amor. El niño inventa entonces, a una tercera persona, un lobo, un ogro :… un padre castigador, cuyos golpes lo insertan en ese masoquismo que la sexualidad humana lleva como sello.

 

Es un masoquismo satisfactorio, ya que estos golpes acompañan a la masturbación[3]. La elección del género psíquico (independientemente de la anatomía) se decide en función de la posición rebelde o consentida que cada sujeto adopta hacia el padre. Aquellos que aceptan hasta un cierto punto esta violenta seducción paterna, eligen el género « femenino ». Los que rechazan esta seducción y entran en guerra optan por el género « masculino ». Pero entonces, este rechazo de los muchachos les priva al mismo tiempo del falo, y entran en guerra para tenerlo. Esta es la genealogía de la lucha por el poder, que es, en efecto, demasiado masculina. El erotismo de la guerra por el falo comienza en el fondo de la invención de un padre primitivo, armado con la fantasía de ser castigado, a la hora culpable de la masturbación. La bisexualidad psíquica reparte a continuación en el espacio, el Ser del Falo que ya no pertenece a nadie, sino que a quien lucha por tenerlo. Es una lucha « política » extraña, ya que el falo no aparece (en su forma eréctil) sino que durante la lucha misma. El surge en una puesta en tensión entre dos polos : o bien querer darlo – del lado masculino. O bien querer tomarlo – del lado femenino. Es por ejemplo, con frecuencia, que cuando dos amantes se pelean, la excitación aparece. Sus géneros psíquicos varían en función de su masoquismo, de su culpa y de sus quejas recíprocas, es decir, su relación con el mismo padre mítico, que continúa decidiendo su género. ¡ Un hombre no siempre es un hombre, ni una mujer una mujer ! En estas circunstancias agitadas, ¿ cuál es el salvavidas más práctico para un hombre, si no que identificarse con el padre ? Un rol paternal lo tranquiliza a menudo. Así, supera su ansiedad frente a la feminidad, y se libera de su opresión como hijo.

 

¿ Cómo interpretar al padre, si no imitando[4] uno de sus rasgos, « simbólico » ? Pero hay que ver la dinámica de esta imitación : su objetivo es tanto asesino (tomar el lugar de alguien imitándolo) como destinado a preservar eso que es imitado. El primer movimiento de este simbólico es revolucionario antes de encontrarse con el límite de su deuda. Lo « simbólico » no es un aparato estático : es el resultado de un gesto guerrero.

 

Es una conquista sobre el pasado, una ola que viene a refutar lo establecido por las generaciones anteriores. Vive y muere en todas las épocas. La invención religiosa universal de un « padre eterno » fue la consecuencia de un acto guerrero, de una iconoclastia parricida. Pero se transformó luego, en un opresor, y se convirtió en la justificación de aquellos que se adhieren a la dirección de los demás.

 

Una primera conquista positiva del poder masculino se transformó luego en opresión, comenzando por la que ejercía el Soberano. Debajo de él, y de acuerdo con una cascada jerárquica, el hijo ordinario reclamará mantener su Aura paternal del Soberano que la legitima. ¡ Incluso afirma que es La Ley o lo « simbólico » ! Soberano de la ciudad, actúa la mascarada de un padre único que justifica las pretensiones viriles de los hombres y su dominación de lo femenino. La masa se jerarquiza en cascada gracias a este rechazo de la feminidad, que cimenta el conjunto : la mujer ha sido y sigue siendo todavía, una inferior jerárquica en cada nivel y hasta la base de la escala social.

 

Esta mascarada masculina piramidal se ha instalado en su régimen de crucero patriarcal, que le ha dado un aspecto franco y natural, fundado en la prohibición hecha a las mujeres de hacer política (en Francia hasta 1945).

 

La misma demostración puede hacerse subiendo esta cascada jerárquica : cada hombre busca contrarrestar su angustia, y a purgar su culpabilidad parricida según un movimiento inicial autónomo, relativo a su solo deseo. Cada hijo ya no puede más ser feminizado y quiere llegar a ser un padre también : el parricida entonces el suyo teniendo un hijo. Y es en nombre del amor de este padre que se inmortaliza entonces – en nombre de Dios o de lo « Simbólico » – que pretenderá ejercer su poder : una escalada se inicia a partir de un conflicto psíquico privado y se proyecta en el espacio público, él mismo legitimado en el último piso por un padre de otra tumba.

 

¿ Dónde comienza la lucha por el poder ? En el espacio privado. Un hombre busca disipar su ansiedad disfrazándose de padre. El legitima este golpe de fuerza en nombre de lo « simbólico », de la « ley », del Soberano que él también se toma por un padre y que, además, domina y feminiza a quien lo reclama. Este soberano, tan tiránico como él sea, e incluso si él se impone por la fuerza bruta, siempre reivindica un ideal, religioso o laico : él actúa en el nombre de un padre eterno. Esta cascada de padres que se apoyan mutuamente, del vivo al muerto, define el poder masculino patriarcal.

 

Esta jerarquía, que se legitima remontando hasta los cielos, ¡ supera por alto a la mascarada femenina descrita por Joan Riviere[5] !… Esta mascarada masculina, que consiste en jugar al padre, da su marco al patriarcado, a condición de poner lo femenino en minoría[6].

 

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[1]              Cf. J. BUTLER, Trouble dans le genre, Paris, Editions La Découverte, 2006.

[2]              Si la cultura determina la subjetividad, sus performances podrían contentarse con rectificar el lenguaje, como si fuera la fuente de la opresión, o esperar que los acontecimientos Drag Queen van a subvertir las relaciones de género de la sociedad.

[3]              Numerosos adultos sólo se excitan cuando son al menos moralmente golpeados, o injuriados, o sólo maltratados (entonces, hay mucha gente).

[4]              Este tipo de imitación es sólo un agujero por debajo de la imitación de Butler (él permanece inconsciente), pero se destaca porque tiene un propósito asesino.

[5]              Cf. J. RIVIERE, Féminité mascarade : études psychanalytiques, Paris, Edition du Seuil, 1994.

[6]              Traducción : Maria Jesus TOBAR.


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La mujer contra la madre* – Gabriel LOMBARDI

DOSSIER

ARTICLES EN LANGUE ESPAGNOLE

*Secuelas lógicas en Lacan del texto de antropología psicoanalítica de Markos Zafiropoulos

 

« Il y a une corrélation entre l’âge, appelons-le capitaliste, et l’extension de ce discours analytique. Et le progrès qui en résulte est certainement d’un autre ordre que celui de la connaissance : il est de celui de ce que j’appellerais la rigueur logique ».

Lacan, « La psychanalyse dans sa référence au rapport sexuel », 1973.

 


  1. Retornos


La lectura del libro La cuestion femenina de Freud à Lacan o La mujer contra la madre de Markos Zafiropoulos[1] ha impulsado una investigación que hace un tiempo llevo adelante sobre el mismo tema que él trata : la pregunta por lo femenino en la obra de Jacques Lacan y en la clínica psicoanalítica actual, casi medio siglo después de su partida.

 

He seguido las preguntas, las aporía e hipótesis que Markos Zafiropoulos encontró en el pasaje de Freud a Lacan y en el movimiento de retorno de éste hacia el primero. A pesar de las diferencias en el método empleado por Markos Zafiropoulos en el marco de su lectura – la antropología psicoanalítica -, sus resultados son convergentes con los que encontré, enmarcados estos a su vez en la lógica sobre la que Lacan se apoya en su recorrido teórico y práctico, en los años que siguen a los dos períodos considerados por Markos Zafiropoulos.

 


 

En su « retorno a Freud », Lacan emplea efectivamente los anteojos de Claude Lévi-Strauss para leer la obra teórica y los casos clínicos de Freud, particularmente en dos puntos capitales, inspirados por el gran antropólogo : el del significante de excepción encarnado en el Nombre-del-Padre, y el de la mujer en tanto que divergente de la madre, incluso contra ella. La luz con que Markos Zafiropoulos ilumina estos dos temas vuelve su trabajo convincente, y muy precisamente referenciado con relación a los textos de los dos autores fundamentales del psicoanálisis.

 

La lectura de La mujer contra la madre me permitió discernir otro retorno a Freud alrededor de esos temas, a partir de una lectura, esta vez, con los anteojos de Kurt Gödel. Me refiero al lógico que logró manejar « el decir de Cantor », y dar su bendición a la máquina formal de Turing, la que posibilitará en pocas décadas un nuevo soporte para la existencia humana. Esa máquina es la matriz del lenguaje de programación y todas las redes – sociales o no – que derivan de él.

 

En efecto, con su relectura « lógica » de Tótem y tabú, Lacan intenta pasar del mito y de la ambigüedad religiosa del padre señalada por Markos Zafiropoulos en los intercambios simbólicos, al padre real en tanto que operador estructural. Ese padre real, dice Lacan en 1970 en notable coincidencia con lo que decía en su época de máxima influencia de Lévi-Straus, « (…) está estrictamente excluido definirlo de un modo asegurado, si no es como agente de la castración »[2].

 

Por supuesto que ahora ubica al padre de otro modo, en la posición insostenible de aquel que, a las mujeres, las tendría « todas », lo cual es imposible. El padre es una ex-sistencia que viene al lugar del mito. « El padre de lo real es absolutamente fundamental en el análisis. El modo de existencia del padre es real. Es el único caso en que lo real es más fuerte que la verdad. Digamos que lo real, también él, puede ser mítico »[3], dirá aún más tarde, en 1975, en la Columbia University. La tozudez de Freud con su Totem y su Moisés retorna ahora en el último Lacan. ¿ A qué necesidad, no biológica sino lógica, responde esta firmeza ?

 

Entre esas dos referencias, Lacan lee entre otras cosas los Analíticos de Aristóteles orientado por Jan Lukasiewicz y Jacques Brunschwig. Esta lectura le permite conectar los dos temas estudiados por Markos Zafiropoulos de un modo renovado y coherente con las intuiciones e hipótesis previas de este último autor : el padre y la madre como términos claves en el análisis del deseo y de los goces. De manera que una extraña oposición deviene posible, que desarrollaremos en los puntos 2 y 3 que siguen.

 


  1. Por un lado, padre – madre – falo – castración


En su texto L’étourdit, el falo φ, significante del goce fuera del cuerpo, prototipo universal del semblante, deviene una función precisa : la función de extracción del goce del cuerpo para el parlêtre varón (« mâle » en francés, se le podría llamar mâlêtre por su relación con el goce).

 

Para varón entonces no hay más que castración Vx φx, salvo que se sitúe en la posición de excepción Ǝx ¬φx (caso del psicótico Schreber, para quien el goce vuelve del semblante al cuerpo), o bien que delegue en el padre esta función de ex-sistencia gozante, fuera del semblante fálico[4].

 

De este lado, « paratodohombre » [pourtouthomme], se plantean entonces dos dimensiones del dicho [dit-mensions], la del discurso en que él se « paratoda » [pourtoute], y los lugares en que se corta [se thomme][5]. Así, este hombre se corta (cet homme se thomme, juego de palabras que incluye el término griego τέμνω, « cortar »), y se corta diversamente : o bien en los discursos asegurados en lo imposible, que lo desmiembran entre semblante/verdad/trabajo/plus-de-gozar, o bien se corta en la confrontación cuerpo a cuerpo con el sexo Otro, fuera de discurso, en el pasaje al acto sexual, en las condiciones que el análisis demuestra, de no-relación sexual.

 

Se puede ver hasta aquí entre este homenaje [cet hommage] al padre y este corte [ce thomage], el equívoco que permite a Lacan leer a Freud del lado varón, con instrumentos lógicos renovados, para situar de un modo clásico, tanto la posición de la mujer en tanto objeto del deseo y de intercambio en los discursos que hacen lazo social, como la madre que sostiene su deseo perversamente [père-versement] orientado hacia su hijo-fetiche, siendo la maternidad la única fijeza perversa que Lacan reconoce positivamente en las mujeres.

 


  1. Del Otro lado, mujer


Bien por el contrario, y « contra la madre » entonces, para pasar de esta primera configuración que es la de la dialéctica padre-madre-castración-falo a la segunda configuración, la femenina, no alcanza con la lógica de predicados de primer orden inaugurada en los Primeros Analíticos, y cuya consistencia fue demostrada por Gödel en su tesis de doctorado de 1929[6].

 

Por razones de formato en la publicación, debemos saltar aquí el paso intermedio del aislamiento del objeto a y del « yo amo en ti algo más que a ti », que permanece garantizando y constituyendo el « en sí de una consistencia lógica ». Para llegar al « segundo retorno a Freud » del que hablo, Lacan avanza en otro programa de investigación lógica, y en dos direcciones que Aristóteles no solamente no desarrolló, sino que abandonó o prohibió con todo el peso de su autoridad, respetada hasta Georg Cantor, o sea por más de dos milenios.

 

La primera dirección consiste en oponer, a la universal fálica, una predicación que incluye el cuantificador universal negado, ¬Vx φx, es decir un particular mínimo en el sentido discernido por Brunschwig, es decir que puede aproximarse ad libitum al universal, sin alcanzarlo jamás. No toda x es φx. Se puede traducirlo diciendo « no todo significante, en tanto que substancia gozante, está afuera del cuerpo ». Es un primer abordaje aún precario de Lacan en su intención de aproximarse al goce femenino en tanto que, al no ser fálico, vuelve de otro modo al cuerpo : como heteridad radical respecto del Uno y de las resonancias fálicas que derivan de él. El cuerpo es el Otro, había dicho algunos años antes, y la castración quiere decir que la libido, fálica, ha sido extraída del cuerpo[7].

 

La segunda línea, más fecunda, es la que hace que haya una correlación entre la extensión del psicoanálisis y la era del capitalismo[8],y que se hace aún más precisa con el capitalismo actual, numérico o informático. Es en esta otra vertiente que Lacan lee « el decir de Freud » (expresión que incluye en L’étourdit varias veces) y sus efectos con los mismos anteojos que « el decir de Cantor » (que figura tres veces en L’étourdit) ; esos mismos instrumentos le permiten ceñir el goce notodo más concisamente. Son los anteojos de Kurt Gödel, el fundador de la lógica más rigurosa y eficaz de la historia de la ciencia, que inventó al estudiar la extensión y las limitaciones de toda formalización lógica posible de la aritmética (disciplina que trata esas razones o efectos reales del lenguaje que llamamos números, y que escapan a la lógica consistente de los predicados de primer orden).

 

Recordemos que Cantor fue el primer matemático en desarrollar, en la segunda mitad de siglo XIX, una teoría de los números libre de aquella limitación impuesta por Aristóteles a la ciencia : no se debe trabajar con conjuntos de nombres infinitos actuales como sería, por ejemplo, « el conjunto de todos los números enteros positivos ». Una vez abierta por Cantor la posibilidad de admitir conjuntos infinitamente extensos, otra aritmética se impone, y otra lógica es posible, y ambas se conjugan en la teoría axiomática de los conjuntos de Zermelo-Fraenkel, que es todavía la forma standard, y por lo tanto la más frecuente, de presentar los fundamentos de las matemáticas. En ese marco se puede mostrar fácilmente que :

 

– Cada conjunto es menor o igual al conjunto de sus subconjuntos [Potenzmenge], de lo cual surge como corolario inmediato que no hay « todo », porque cada « todo » es menor que el conjunto de sus partes. Las consecuencias en cuanto a la concepción del « universal » fálico son evidentes : por fuera del universo fálico o cualquier otro, ex–sisten aún [Encore] otras cosas.

 

– El más simple de los axiomas de infinitud de la teoría de los conjuntos afirma la existencia de números inaccesibles. Que un número n es inaccesible quiere decir que no se puede llegar a él por adición o por multiplicación de un número más pequeño de números más pequeños que n. Es muy importante para nosotros lo que Gödel explica en 1947 : que hay uno y solamente un número entero positivo que es fuertemente inaccesible, el número 2. No se puede llegar a él por multiplicación ni por adición de un número más pequeño de números más pequeños[9]. Si escribimos 1+1=2 ya hemos puesto de contrabando 2 unos para arribar a 2.

 

Lacan sabrá extraer las consecuencias de esta particularidad extrema del 2, para explicar las bases lógicas actualizadas sobre las cuales el parlêtre ha llegado a esta etapa de la civilización, en que ha sido demostrada la no-existencia de una relación sexual que pueda ser inscripta entre un cuerpo 1 y un cuerpo 2.

 

Será siempre entonces con más de dos elementos que podrá suplirse esa no-relación, y Lacan muestra, con una pregunta al mismo tiempo precisa y equívoca, de qué modo el francés sabe reconocer la dificultad de explicar qué es el 2 [deux] : « ¿ es de ellos [d’eux] que se trata ? » O sea que, « naturalmente » se reemplaza un número inaccesible, con propiedades propias de lo transfinito, con una multiplicidad aristotélica siempre en « potencia », pero no en acto. Por supuesto, todo tipo de suplencias de ficción puede venir a suplir al 2 inaccesible.

 

A nivel del sexo, se conoce la multiplicidad de consoladores, de cuerpos terceros y cuartetos swingers, de sumas disciplinarias, de sustracciones histéricas, de partes tomadas sádicamente del cuerpo del Otro (con « del » en genitivo objetivo) y entonces la división perversa del partenaire, entre tantas otras técnicas que ayudan al varón a aproximarse de modo « heterosexual », tímidamente, al 2 del sexo. O de remplazar de modo « homosexual », contradictoriamente, el 2 del sexo Héteros, radicalmente Otro. En nuestros días, que ya no son los de Kierkegaard, no se percibe el gayo oxímoron que implica el término « homosexual ». « Gay » procede de « gai », en efecto.

 


  1. Introducción de las bases lógicas del sexo


Con la teoría de los conjuntos, los equívocos del lenguaje invaden y alteran rápidamente lo real del número. Ese movimiento vuelve a la aritmética al mismo tiempo increíblemente más extensa y prolífica. Más fecunda en teoremas, en paradojas también. « La teoría de los conjuntos no es estéril, porque ella engendra la antinomia », bromeaba Poincaré en una época en la que todavía podía desconocerse su tremenda eficacia.

 

Son bien conocidos los enunciados paradojales encontrados por Cantor, Russell y otro lógico-matemáticos, que muestran una proliferación imposible de detener con el recurso del amo antiguo, la prohibición. El ejemplo más conocido es el del conjunto de todos los conjuntos que no se contienen a sí mismos ; ese conjunto, ¿ se contiene a sí mismo ? Se conoce, porque lo dejó escrito, el dolor de Frege por esa simple pregunta, la decepción que lo llevó a abandonar por completo su trabajo de formalización de la aritmética.

 

En esas condiciones adversas de proliferación de antinomias, alguna formalización lógica de la teoría de los conjuntos se imponía a comienzos del siglo XX. Había que evitar que, hablando de sí mismo, el lenguaje matemático pueda negarse a sí mismo, contradecirse en acto, y así importar los equívocos de lalengua y de la agramática en la lógica. El enunciado « yo no digo la verdad », ¿ puede ser falso ?, ¿ puede ser verdadero ?, ¿ ambas cosas a la vez ? ¿ Y entonces cuál sería el valor de verdad de este último enunciado ?

 

Whitehead et Russell intentaron evitar tales contradicciones en sus Principia Mathematica, prohibiendo laboriosamente que un enunciado pueda referirse sí mismo, e incluso prohibiendo que todo lenguaje pueda hacerlo. En ese marco, sería necesario hablar siempre de un lenguaje desde otro lenguaje, llamado « metalenguaje », que no ha de confundirse con él. Pero esa solución quitaba al decir de Cantor la libertad, que había importado del lenguaje ordinario, de constituir nuevos números para extender y desplegar el lenguaje matemático hasta los números actual e infinitamente grandes, los « transfinitos ». La solución de Whitehead – Russell no fue tal, sino un retorno sin futuro al discurso del amo antiguo y a las prohibiciones por las cuales pudo mantenerse desde la Antigüedad hasta el siglo XX.

 

Lo que logró Kurt Gödel en 1931, fue mostrar que no es necesario prohibir, ya que en un sistema formalizado de teoría de números se puede demostrar la existencia de algunos imposibles. Por ejemplo, si un sistema es completo es entonces inconsistente, es decir que demuestra verdades en exceso ; en él se puede demostrar la afirmación y la negación del mismo teorema, y en consecuencia de cualquier teorema. Y si por el contrario el sistema es consistente, es porque hay teoremas de la teoría elemental de números que permanecerán afuera del sistema, sin demostración por más verdaderos que parezcan ; indecidibles por lo tanto dentro de ese sistema lógico-formal. Se debía entonces comenzar a separar radicalmente de la verdad el orden de lo demostrable o derivable desde de los axiomas inicialmente aceptados[10].

 

A partir del marco de imposibles indicado por Gödel, Alan Mathison Turing, liberado ya del problema de la verdad y de la semántica de los teoremas, encontró en 1936 un sistema para computar todo lo que es efectivamente computable, demostrable o derivable; ese sistema es la matriz lógica del software, los programas a partir de los cuales ya en los años 40 se comienza a fabricar las primeras computadoras. Muy rápidamente, en medio siglo, la « máquina de Turing » transformó las comunicaciones, robotizó la fabricación de diversos aparatos, habilitó el desarrollo de internet, los motores de búsqueda, los smartphones, y también la globalización de las civilizaciones del parlêtre. Robertson señala precisamente allí el comienzo de una cuarta etapa en la historia de las civilizaciones, situando las anteriores a partir del lenguaje, la escritura y la imprenta.

 

Una máquina válida para cualquier hardware es la idea de Turing que en 1936 publica luego de la meticulosa revisión de Gödel – que encontró dos pequeños errores en el manuscrito que fueron corregidos antes de que el texto fuera enviado a los Proceedings of the London Mathematical Society[11].

 

Sin embargo, pasada la guerra en la que tuvo un desempeño notorio, poco antes de 1950, Turing señala que esta máquina, que es al menos en teoría enteramente programable, es decir capaz de obedecer lo que ha sido comandado antes que ella lo ejecute, no es inteligente. Esta máquina no tiene iniciativa, no desea. Ella no puede tampoco detener voluntariamente el proceso programado que comenzó a ejecutar y todavía no terminó.

En ese momento, Turing se pregunta con qué sería necesario dotar a la máquina para que ella pueda no solamente obedecer, sino también tener iniciativa, que pueda ser inteligente, e interpretar el deseo del partenaire. ¿ Sería necesario que ella desee cosquillear la pierna de una « lady computer machine » ? La idea, esbozada en 1948 ante autoridades científicas en un contexto político – militar, no fue tan bien recibida como sus contribuciones anteriores, las que aportaban técnicas de automatización de todo tipo de maquinaria, de informatización, de descifrado y de comunicación codificada.

 

La aproximación turingiana de la máquina « inteligente » fue presentada formalmente en un artículo publicado en 1950, Computing machinery and intelligence, donde escribe un esbozo de la así llamada « inteligencia artificial » que inunda el mundo actual, y que reemplaza incluso al CEO de algunas de las empresas más modernas, cuestionando el efecto burocrático y obsolescente de las jerarquías.

 

El artículo de 1950, extrañamente juguetón, alejado del rigor gödeliano de su artículo de 1936, comienza por la pregunta : ¿ pueden las máquinas pensar?[12] Como es una pregunta muy difícil, dice el autor, propone remplazarla por otra, que puede expresarse en palabras « relativamente inequívocas » [relatively unanbiguous words]. El problema se plantea entonces en términos de un juego de imitación en el cual intervienen tres personas : un varón, una mujer y un tercer humano que plantea preguntas, pudiendo recibir sólo por escrito las respuestas de los dos primeros. Turing afirma que el varón puede ser considerado « inteligente » si puede mentir y convencer a la tercera persona de que él es la verdadera mujer. Bastaría con poner la máquina en lugar del hombre para testear su inteligencia. ¿ Puede la máquina convencer al tercero – que hace de juez – de que ella es la verdadera mujer ?

 

En suma, una máquina es inteligente si puede engañar al partenaire, si puede hacerse pasar por una verdadera mujer. Para llegar a eso, debería en algún momento no responder obedeciendo, más bien su programa debería dejarle la libertad de tomar decisiones. Por ejemplo, permitiéndole dar una respuesta aleatoria, como un capricho que viene al lugar del deseo. « Sometime such a machine is described as having free will », escribe Turing lúdicamente en tercera persona, la no-persona de la que hablan Heidegger y Benveniste.

 

Esta segunda máquina de Turing será también la causa de la proliferación de textos de ciencia ficción como aquellos, precursores, que escribe Phillip K. Dick a partir de 1955, que incluyen la multiplicación de « replicantes » rebeldes en el estilo de Blade Runner, la película de Scott basada en una novela suya. Es también por esa vena que Mark Zuckerberg explora, desde un punto de vista exterior, la estructura de los lazos sociales, para replicarlos en los dispositivos de su bien conocida máquina, que permite las mentiras al partenaire a nivel de las palabras, de la imagen, de las posiciones en la vida, en el tiempo y en el sexo, e incluso en los sufragios presidenciales de los Estados Unidos. Es lo que llamamos « redes sociales », que no son precisamente discursos constituyentes de lazos sociales en el sentido lacaniano, sino efectos de la asociación del capitalismo con la lógica turingiana ; estos acarrean efectos nuevos, « ciertamente inciertos », en el orden de los discursos y de los lazos sociales.

 

En este preciso momento se desarrolla exponencialmente el movimiento #MeToo y su caza de brujas quiasmática, donde los inquisidores son mujeres y las brujas son una serie de pequeños perversos que han osado exigir una retribución, un servicio para promover a una mujer al estatuto de actriz de Hollywood, de atleta olímpica o de ama de casa. Lo que resultaba naturalizado desde la antigüedad, con la ayuda del carácter « acomodaticio » de las mujeres[13], fue subvertido por esos dos nuevos ingenios que permiten poner en escena real time lo que Eurípides (Las bacantes) y Aristófanes (La asamblea de las mujeres) habían imaginado hace más de 2.000 años. Ésas fueron ficciones sin éxito, seguramente debido a la firmeza del discurso del amo antiguo que, asociado a la homosexualidad griega, luego árabe, eucarística, católica (« para todos », literalmente), ha sabido mantener a las mujeres aisladas. Aisladas en las formas señaladas por NYT y los otros medios políticamente correctos de nuestros días, que son turingianos, y por las feministas actuales, que no sólo tratan, sino que logran hacer oír el clamor de las mujeres, que antes se podía amordazar en el hogar o silenciar en la hoguera.

 

 


  1. Compacidad, continuidad, contigüidad


Que ese clamor de las mujeres encuentre hoy la posibilidad de hacer escuchar voces desde siempre acalladas, es sin duda uno de los éxitos actuales de la civilización del parlêtre en que, como compensación a la falta de relación sexual, cuenta con el « decir de Cantor » y sus efectos, y con el « decir de Freud » y los suyos, por los cuales el psicoanálisis no sólo sobrevive, sino que se extiende con el capitalismo numérico.

 

Después de haber encontrado la lupa de Gödel para leer a Freud y prever la incidencia de esta nueva lógica – que recién comenzaba a desplegar su influencia planetaria – Lacan puede dictar en 1972 su seminario Encore en el que dice, al comienzo de una de sus lecciones : “Yo pienso en ustedes ; eso no quiere decir que yo los piense”; para subrayar el carácter indirecto de su llamado, particularmente cuando se refiere y también dirige a mujeres, evitando así situar al partenaire como objeto directo.

 

En ese seminario, Lacan sitúa de un lado de la sexuación el goce marcado por el agujero fálico del goce. Luego plantea la pregunta : « Del Otro lado, ¿ puede alcanzarse algo que nos diga de qué modo, lo que hasta aquí no es sino falla, hiancia [béance] en el goce, podría realizarse ? ”[14] Para intentar una respuesta, apela de inmediato al espacio del goce como algo que debe abrirse e interrogarse con la topología, que en su texto L’étourdit había propuesto equiparar a la estructura.

 

Puede entonces valerse de la noción de compacidad en matemáticas. « Nada más compacto que una falla »[15], dice, refiriendo así la cuestión a lo que Cantor en primer lugar había sabido entrever con su « conjunto triádico ». Este conjunto fue al mismo tiempo el primer ejemplo de fractal conocido y bien definido, un siglo ante que ese término fuera propuesto por Mandelbrot[16]. El conjunto triádico de Cantor es un conjunto de medida nula en el sentido de Lebesgue, que se produce por ablación del tercio central de un intervalo entre dos números « naturales » tales como el 0 y el 1, y luego por extracción iterativa del tercio central de cada parte restante. Si bien su medida es nula, tiene la cardinalidad del continuo tal como un número transfinito inaccesible. Se lo llama también « polvo de Cantor ». En esa falla compacta, de medida nula y de cardinalidad inaccesible, es el lugar donde Lacan aloja topológicamente el Otro del sexo. Su inaccesibilidad permite dejar de lado que se trate « de ellos », la multiplicidad serial con que la filosofía del tiempo del capitalismo numérico responde a la cuestión de lo femenino mediante la pluralización de los géneros, degradando lo que es de lo héteros a lo plural. No es del ellos [d’eux] fálicos que aquí se trata, no es el père-verso, hombre o madre, del que aquí habla, es de la falla compacta e inaccesible que se encarna en una mujer en tanto tal.

 

Esa indicación topológica viene a coincidir con la idea de la sexualidad femenina que Lacan vislumbraba ya en 1960, cuando destaca la heterosexualidad radical de la joven homosexual de Freud : « es sobre la feminidad donde reside para ella el interés supremo »[17], y en la misma página :

Peut-être se découvre-t-il par là l’accès qui mène de la sexualité  féminine au désir même. Bien loin que réponde en effet à ce désir la passivité de l’acte, la sexualité féminine apparaît comme l’effort d’une jouissance enveloppée dans sa propre contiguïté (dont peut être toute circoncision indique-t-elle la rupture symbolique) pour se  réaliser à l’envie du désir que la castration libère chez le mâle en lui donnant son signifiant dans le phallus[18].

 

Esta aproximación de lo femenino por la vecindad compacta de una falla, radicalmente inaccesible a la medida natural, extranjera a la lógica del corte, es el abordaje original que Lacan propone desde entonces, y por el cual el psicoanálisis de una mujer podría resultar análisis a secas, sin ficción [psiqué] ni mascaradas.

 


  1. El retorno sui generis de ellos (d’eux)


El hecho de que la información desenmascare a los clásicos detentores del secreto, aquellos que, filósofos o no, han estado siempre al servicio del amo antiguo, contribuye a esta tardía « liberación de las mujeres », bien posterior a otros movimientos frustrados en tal sentido. Ahora bien, no debemos desconocer que el factor más decisivo del éxito de actual movimiento de liberación, como aquel anterior de los esclavos y siervos de la gleba, ha sido la introducción de lo que puede reemplazar a quien se libera. En la primera revolución industrial, las máquinas de tejer y otros ingenios producidos por la matematización de la física permitieron la libertad de los siervos. Libertad negativa más bien, como lo sugiere ya Marx y subraya Lacan, libertad de reventar de hambre en muchos casos, libertad de devenir etimológicamente proletario en dispositivos cada vez más alienados y menos sociales. « Tiempos modernos » de Chaplin muestra muy bien las características de tal liberación.

 

En la revolución tecnológica actual, si la mujer deviene libre, es a partir de esta máquina numérica que nos ofrece la posibilidad de imitarla, de remplazarla, de modelizarla lógicamente y de hacer realidad (« virtual », también en sentido etimológico) el acceso a su goce notodo, el que encontraría su sede en la inaccesibilidad del 2 o del conjunto triádico de Cantor. Más allá de todos los progresos culturales e ideológicos, ella deviene libre como resultado del poder ser imitada por todo el software o hardware « que se pueda comprar » – expresión cara a Turing, quien se complacía en jugar con elementos transfinitos como si fueran algo que se puede conseguir en el mercado.

 

Desde luego, el truco de Cantor-Gödel-Turing ha sido rápidamente empleado por la infinidad numerable de varones castrados que aspiran al goce del Sexo Otro, que envidian el goce del cuerpo en genitivo subjetivo. Es que ese goce, el del genitivo subjetivo, es inaccesible desde el goce fálico, fuera del cuerpo, que ha de nutrirse de todas las fantasías y los fantasmas « psíquicos » que la gramática propone por confusión con el genitivo objetivo de « gozar del cuerpo ».

 

Antes de Judith Butler, filósofos como Deleuze y Guattari, aprovecharon los decires mencionados de Cantor y Freud para construir teorías no jerárquicas, llamadas fractales, rizomáticas o extraterritoriales, que son el contragolpe característico de todo esfuerzo lógico por dar su estatuto a lo femenino. Es el retorno de la multitud sadiana (d’eux) que se propone en el lugar del 2, inaccesible al varón, pero no a aquellas que ex–sisten allí naturalmente, por las condiciones estructurales (que no excluyen la anatomía) de su llegada al cuerpo hablante. Para esos filósofos no hay dos sexos, ellos nos los explican nítidamente, escuchémoslos bien :

 C’est cela, les machines désirantes ou le sexe non humain : non pas  un ni même deux sexes, mais n… sexes. La schizo-analyse est  l’analyse variable des n… sexes dans un sujet, par-delà la  représentation anthropomorphique que la société lui impose et qu’il  se donne lui-même de sa propre sexualité. La formule schizo-analytique de la révolution désirante sera d’abord : à chacun ses sexes[19].

 

Se puede ver como el filósofo deviene una vez más el bufón del amo, en este caso anticipando las ventajas que encuentran Fac.ebook® y otras empresas en la enorme proliferación de los géneros de-ellos (d’eux) : ¿ para la publicidad dirigida [target advertising, publicité cible]?

 

Incluso entre las feministas más lúcidas, que ven con simpatía a estos autores, toda sombra de jerarquía parece el enemigo más peligroso. Judith Butler combate a Rosi Braidotti porque ésta habla todavía de la diferencia sexual, y entonces sería… ¡ heteronormativa ! El 2 de la mujer, su inaccesibilidad, es siempre más difícil de soportar, al menos en teoría, que la pluralidad [d’eux], de todos los géneros y de todos los queers del mundo que son puestos en el mismo conjunto que las mujeres : LGTTTBIPPA…. Se encuentran ya muchos más de 50 géneros, que vienen a disolver lo concerniente al 2 del sexo real, con la multiplicidad de mentiras previstas por Turing en su concepción de la segunda máquina. Se podría agregar, ¿ por qué no ? : el género zombi, tan bien situado entre el eros y la muerte en las ficciones infantiles de nuestra época.

 


  1. El decir de Lacan


¡ Qué distancia entre esta bufonada y aquel Lacan que ofrecía el psicoanálisis como salida personal de este capitalismo que rechaza el amor, la castración y el cuerpo ! Él decía, simplemente :

Que el sexo sea real, no cabe la menor duda. Y su estructura misma  es lo dual, el número dos. Sea lo que sea que uno piense, hay sólo dos, los hombres, las mujeres. Se obstinan en añadir les Auvergnats. Es un error. A nivel de lo real, no hay Auvergnats[20].

 

El sexo no es una cuestión de jerarquía, sino de diferencia radical e ineliminable. La mujer de Markos Zafiropoulos, la que se posiciona contra la madre, es coherente con la estructura del parlêtre. Se trata de una posición lógica, ya detectada por el psicoanalista antropólogo, que resiste a la medida fálica y a las suplencias más o menos queer, sean de singularidad sin par ; sean de orgullo de las particularidades antes combatidas y hoy desprovistas, ¡ ay !, de su sagrado secreto. Sus secretos ya han sido desenmascarados con la legalización capitalista, con la desmedicalización farmacológica, con las fantasías filosóficas del tipo mencionado y con el porno virtual de todos los géneros de última generación al que todos tenemos acceso.

 

El reemplazo de lo femenino ahora asume nuevas formas, más radicales que la humilde perversión ; encuentra sus modelos en la esquizofrenia o en la locura maníaco-melancólica, en la Hamletmaschine de Heiner Müller o en 4.48 Psychosis de Sarah Kane. Estos modelos de transgresión de los límites con los que ahora se “aborda” a la mujer, recuerdan lo que, en su momento, un par de siglos antes, el Woyzeck de Georg Büchner mostraba en cuanto al avance del proletario sobre su mujer, a la que termina matando : « Sabes, María, eres tan bella como el pecado… ¿ Es posible que el pecado mortal sea tan bello ? »

 

Ya en los dos períodos señalados por Markos Zafiropoulos, se desprende de la enseñanza de Lacan que a un analista en tanto tal, y no en tanto ciudadano, no le es posible plantear la « paridad », ni menos aún la pluralización de los sexos, para admitir la heteridad de lo femenino en el centro, ya no tan ciego, del deseo en psicoanálisis.

 

Creo que, a partir de este movimiento de lectura, el mío, que intenta repetir el de Markos Zafiropulos, se puede deducir que hay un « decir de Lacan » que subsiste en los diferentes momentos de su obra. Incluso con diferentes referentes teóricos, su estilo de retorno a Freud en cada época no contradice al anterior, aún si lo realiza desde perspectivas diferentes.

 

 

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[1]M. ZAFIROPOULOS, La Cuestion femenina de Freud a Lacan o la mujer contra la madre, Buenos Aires, Ed. Logos Kalos, 2017.

[2]J. LACAN, Le Séminaire. Livre XVII. L’envers de la psychanalyse, Paris, Seuil, 1991, p.149.

[3]J. LACAN, « Columbia University », Scilicet 6/7, Paris, Seuil, 1976, p. 45.

[4]J. LACAN, « L’étourdit », Autres écrits, Paris, Seuil, 2001, p. 460.

[5]Ibidem.

[6]Simplificado por Leon Henkins. Ver : L. HENKINS, « The Completeness of the First-Order Functional Calculus », Journal of Symbolic Logic, n° 14, 1949, p. 159–166.

[7]J. LACAN, Le Séminaire. Livre XIV. La logique du fantasme (inédit), lección del 10 de mayo de 1967.

[8]J. LACAN, « La psychanalyse dans sa référence au rapport sexuel », Lacan in Italia (1953-1978) – En Italie Lacan, Milano, La Salamandra, 1978.

[9]K. GÖDEL, « What is Cantor’s continuum problem ? », Collected Works. II : Publications 1938–1974, Oxford, Oxford University Press, 1990.

[10]K. GÖDEL, « Über formal unentscheidbare Satze der Principia Mathematica und verwandter Systeme », Monatshefte Math. Phys., vol 38, 1931, p. 173-198.

[11]A. M. TURING, « On computable numbers, with an application to the Entscheidungsproblem », Proceedings of the London Mathematical Society, vol. 43, 1937, p. 230-265.

[12]A. M. TURING, « Computing Machinery and Intelligence », Mind, vol. 49, 1950, p. 433-460.

[13]J. LACAN, « Télévision », Autres écrits, Paris, Seuil, 2001,  p. 540 : « acomodaticias » [arrangeantes], escribe Lacan, por oposición a la rigidez de la perversión del varón, a la cual ellas se prestan a pesar de no ser locas del « todo ».

[14]J. LACAN, Le Séminaire. Livre XX. Encore, Paris, Seuil, 1975, p. 14.

[15]Ibidem.

[16]G. CANTOR, « De la puissance des ensembles parfaits de points », Acta Math., vol. 4,‎ 1884, p. 381-392.

[17]J. LACAN, « Propos directifs pour un congrès sur la sexualité féminine », Écrits, Paris, Seuil, 1966, p. 735.

[18]Ibidem.

[19]G. DELEUZE, F. GUATTARI, L’Anti-Oedipe, Paris, Les Editions de Minuit, 1972, p. 356.

[20]J. LACAN, Le Séminaire. Livre XIXbis. …ou pire, Paris, Seuil, 2011, p 154-155.

 


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Las lecciones de Sygne de Coûfontaine. El poder de las mujeres y Las mujeres de poder* – Markos ZAFIROPOULOS

DOSSIER

ARTICLES EN LANGUE ESPAGNOLE

*Jornada del 1è de enero de 2015 del Cercle International d Anthropologie Psychanalytique

 

Antes de proponer una especie de esquema director propio para ordenar nuestro punto de vista sobre las relaciones complejas partiendo del campo socio político sobre el destino de la mujer. Primero que todo, quisiera que nos refiriéramos al centro del ejemplo clínico, que nos pone una vez más, con Lacan, en la pista de los trazos, posiblemente los más distintivos de lo que yo llamaría la situación de la mujer frente al poder político y social de la modernidad. Situación que fue personificada de manera paradigmática por aquella que Lacan hubiera escogido en el libro viii del seminario titulado Le Transfer[1], como analizador de lo que es en la actualidad el mito de Edipo, polarizando lo inconsciente del sujeto de la modernidad; sujeto aquí en femenino, a saber : el sublime Sygne de Coûfontaine  en el que Claudel sitúa el destino trágico en el ambiente del drama postrevolucionario durante el cual Francia de Nombre-del-Padre (sobre el contenido) y donde el poder napoleónico se instala, aunque ya sacudido por la restauración que vera transitoriamente Luis XVIII para recuperar el trono de Francia.

 

En resumen, bajo la pluma del poeta, escribiendo una trilogía – que en el paso desmiente la idea de la ausencia de tragedia en la modernidad -, los machos de Francia se peleaban por el servicio de los bienes y la primera escena de L‘otage[2] se abre bajo los encuentros de los Coûfontaines. En esta primera escena, Sygne cuenta a su primo de regreso de la guerra como, después del asesinato de sus padres y del desmembramiento del dominio familiar, Ella se empecinó en volver a dar su unidad al yo-ideal típico del dominio. De la misma manera como ella se empecinó en recomponer el crucifijo. El hombre de bronce, una vez supliciado por el odio de los revolucionarios, habiendo sumado una masacre de los monjes cistercienses que la familia abrigaba bajo su dominio, el mártir del cristo, el cual ella pacientemente reunió las piezas el cuerpo fraccionado.

y ahora el gran buen-dios negro corroído por el sol y la lluvia, el escandaloso supliciado, velo aquí, entre esos muros escondidos de los hombres con nosotros y nosotros volvemos a comenzar con el cómo exiliados que se vuelven a hacer un hogar de dos tizones puestos de lado[3]

 

… dice ella, para cerrar la narración, lo que le hace a su primo. Narración por la cual se verifica que en esta interpretación cristiana del axioma de Max – « La tierra hereda del hijo del campesino »-, el dominio como bien se encuentra elevado a la dignidad de lo sagrado, lo que coloca en el buen orden la concepción que uno debe hacerse de la organización del régimen de las relaciones entre el hombre y los bienes : en lo que concierne a este tejido, los bienes son lo primero. De ahí se deduce, que ponerse a su servicio, es de una cierta manera, el orden natural de la alienación del hombre a la cual Lacan busca una salida por la vía del psicoanálisis.

 

« Como la tierra nos da su nombre, yo le doy mi humanidad” (…) es por esto que precede del de, el yo soy el hombre que lleva su  nombre por excelencia »[4], confirma Georges de Coûfontaine, volviendo de la guerra , con su único nombre como tesoro, puesto que sin su esposa quien lo hubiera deshonorado con el delfín y sin sus hijos, mortalmente desaparecidos por una fiebre extraña.

 

De entrada, entonces uno comprende entonces que la aventura guerrera de la destrucción de los bienes (a lo lejos) ha privado al macho de los Coûfontaine de sus haberes (su mujer y sus hijos), incluso que de cerca, la revolución lo privó  de la unidad de su tierra, de la unidad de su cuerpo, de la unidad de su Dios y que el vuelve a la paciente obra de Sygne (la niña) de haber ordenado la figura divina del hombre de bronce a la cual ella se condena para garantizar la estabilidad de espejo dominial l, el cual el nombre tapiza el  régimen simbólico de la nobleza cristiana. Los herederos de esta tierra : tapizaje del cual la virgen Sygne, se hace garantía, así como Antígona lo hizo hace 25 siglos, según Lacan la garantía misma del significante encarnada por la unidad de su hermano.

 

En la desdicha de la destrucción radical de los bienes, en donde se precipitan los machos en el nombre-del- padre vuelve de manera extraña a la heroína trágica de garantizar el régimen simbólico del lenguaje y de los nombres. Lo que nos vuelve a conducir enseguida al orden sagrado del más allá de los bienes en donde el padre, incluso muerto o desmembrado por el hijo, se encuentra en ocasión sostenido por la hija, haciéndose diosa y cariátide del orden simbólico en donde se fomenta el reanudamiento de los intercambios de bienes y de generaciones.

 

Breve, hay más allá de los bienes y un más allá de los bienes de la cite.  He aquí, según yo, lo que se nos impone a pensar tanto en el Sygne como en el Antígona o Medea, reunidos aquí bajo la relación que ellas sostienen y que ellas hacen prevaler bajo el régimen del ser, de lo sagrado y de lo particular contra el régimen de las posesiones de la ciudad y la política de los machos.

 

Ustedes ya comprenden que, en ese sentido, yo intento articular una especie de desarmonía relativa oponiendo el poder de los machos que se enfrentan por los bienes, al poder que yo no retrocederé en designar como espiritual en el compromiso socio político de la verdadera mujer[5] o de las mujeres como mujeres. Aquellos que siguen mi trabajo percibirán aquí una especie de continuación de la oposición que yo promuevo después de mi cuestión de lo  femenino[6] para distinguir en el plano heurístico el estilo de precipitación de los machos que se hace en el nombre de los bienes, mientras que aquel de las mujeres, en tanto que mujeres se hacen  voluntarias en el nombre del ser, y por lo consiguiente en nombre de nada que motive el deseo contra el régimen de las posesiones en donde se impone la satisfacción y por consecuencia el fin del deseo. Sobre este punto volveré.

 

Pues, si yo ya he dicho que esta oposición entre el ser y el tener exige, por parte de los freudianos en particular que completen el trabajo de investigaciones referentes a lo que yo llamaré la socialización diferencial de los sexos. Le agrego que esta socialización no lo es sin la variación socio-histórica. Dicho de otra manera, si yo digo que le falta  al texto de Freud Psicología de las masas[7] su garantía en cuanto a la organización masiva de las mujeres y si yo digo que al menos esa garantía esta al menos esbozada en el bello texto de Freud, El Tabou de la Virginidad[8]. Desde mi punto de vista esto no es aun suficiente. Así, respecto al ser y a las posesiones (en las contribuciones socio políticas), es un hecho que la situación de las mujeres evolucione históricamente, al menos en occidente (y aquella de los hombres también).

 

Pero, volvamos a Sygne ; ahí donde los dejé. Pues como ustedes lo comprendieron y en el fondo de los hallazgos de la unidad sagrada de la tierra, los primos se encuentran saciados por la atracción del dominio englobado, como por la lógica de la alianza a volverse a lanzar. Ellos, se confiesan entonces su amor haciendo promesa de matrimonio.

 

Desde luego, entonces toda irá mucho mejor en el mejor de los mundos trágicos de la nobleza de Francia. Y sino es que el primo, no haya encontrado mejor que llevar en sus maletas al papa, previamente retenido en una ciudadela napoleónica, y que tenga en la cabeza repatriarlo hacia los territorios del rey de Francia, para volver a lanzar el partido de la alianza entre la iglesia y el rey.

 

Patatras, la política donde se extenúa el poder de los machos es por la falta del joven instalado primero como clandestina en el albergue de Sygne y si es necesario para ver ahí claro lo que diferencia el hombre de la mujer. En lo que se refiere al análisis del registro complejo del poder. Ellos son los dos sexos, y bajo este ángulo, y no sin relación puesto que los actos de los unos – aquí la toma de rehenes – tienen una incidencia evidente sobre el destino de los otros. Aquí, el destino de las mujeres, relegada primero al servicio de los bienes, luego elevada en el drama al nivel de la crucifixión y por lo tanto de lo sagrado, como también lo veremos.

 

Bueno, continuo. El papa está en la plaza y he aquí, que el acto 2, la cortina se levanta sobre el barón Turelure, un hombre alto de nariz estrecha y muy brusco, un prefecto de la Republica, el cual la discreta cogería introduce  el escalofrió en el espectador, y más aún cuando se trata del hijo de una cocinera (en el otro tiempo al servicio de Coûfontaine) y de un sobador precipitando el horror de Sygne, cuando confiesa el mismo haber ordenado el crimen de masa de los monjes y de los nobles padres de Sygne. Pero « Lo que es verdad es mucho más. ¡ Yo los hice matar por amor a la patria con el puro entusiasmo de mi corazón ! » exclama él. Como para hacernos verificar una vez más – lo que es mi tesis, desde hace tiempos. Que los crímenes de masas se hacen en nombre del padre (aquí, la patria), crímenes de masas, siempre perpetrados por criminales sin remordimientos, y esta confesión de Turelure en el drama indica igualmente a Sygne que debe de inmediato apreciar correctamente la amplitud de su poder político de destrucción, así como la amplitud de su crueldad prefectoral. Lo que Turelure articula de primero para enseguida indicar que él sabe sobre la presencia del papa en la morada de los Coûfontaine. En consecuencia, el anuncia naturalmente lista la captura del jefe de la iglesia, salvo que la noble Sygne no pretenda esposarlo.

 

« Sygne, salva tu Dios y tu rey »[9] murmura a voz baja el infama Turelure antes de indicar su querer : « yo tomare la tierra, y la mujer, y el nombre »[10]. He aquí, situados los engranajes políticos en cuanto a los bienes, del lado de los machos. Del lado de Sygne, la trampa se cerró sobre ella puesto que ella ahora es empujada a un degradante matrimonio para salvar el papa, la iglesia, Dios, y el rey, es decir para salvar todo lo que ella cree. Pero… diferencia de los sexos obliga a ofrecer su cuerpo al servicio de la política de los bienes, y esto no va con la heroína. « Debo yo salvar el papa con el precio de mi alma »[11] se pregunta la noble señorita que ama a Georges Coûfontaine, tiene a Turelure en honor, etc. Pero… no hagamos durar el suspenso, la virgen consiente, por lo tanto – bajo los asaltos repetidos de su director de consciencia, el cura Badillon – a esposar al hijo de la sirvienta y del brujo – yo cedo[12].

Sygne consiente :

Así, entonces yo, Sygne, condesa de Coûfontaine. Yo esposaré de mi propia voluntad Toussaint Turelure, el hijo de mi sirvienta y del brujo Quiriace. Yo lo esposare en frente de Dios en tres personas, y yo le jurare fidelidad y nos pondremos el anillo en el dedo. El será la carne de mi carne, y el alma de mi alma y sé que Jesucristo está por la iglesia, Tousaint Turelure lo será para mi indisoluble. El, el carnicero de 93 cubierto de sangre de los míos. El me tomará en sus brazos cada día, y no habrá nada de mí que no sea de él. Y de él naceran mis hijos en quien estaremos unidos y fundidos. Todos esos bienes que yo he recoltado no son para mí. Aquellos de mis ancestros, aquel de sus santos monjes. Yo los tendré en dotes y es por él que yo hubiese sufrido y trabajado, la fe que yo he prometido, yo la traicionaré. Mi primo todos traicionó, y no me tiene más que a mí ; ¡ Y yo también, yo le faltaré, la última ![13]

 

¡ Vean la importancia del progreso en la mitología occidental en cuanto a la historia ! A diferencia de la heroína trágica Antígona o de Medea, Sygne traiciona. Ella traiciona todo lo que constituyen sus valores para salvar al papa o, mejor dicho, la alianza política de la iglesia y de la realeza. Sygne es conducida a los extremos de la objeción por y para el poder político de los machos.

 

Desde este punto de vista y para ir rápido, yo resaltaré que Sygne no se exenta de ninguno de los deberes del matrimonio, puesto que habiendo consentido a venir a ocupar este lugar de objeto de intercambio que le han designado los hombres de su propio medio :

  1. Tiene de Turelure un hijo y ella se vuelve madre
  2. Pero hay más, a las reglas del matrimonio, Sygne agrega incluso una flexibilidad al deber del amor puesto que, Georges de Coûfontaine quiere terminar con su detestable marido, Sygne se precipita delante de la bala destinada a Turelure hiriéndola mortalmente.

 

Desde el punto de vista que nos interesa, a saber, el lugar socio-político otorgado a la mujer en la cultura occidental. Significa entonces que hay que leer en la trilogía de los Coûfontaine (que yo no he hecho más que rozar) una especie de desencajamiento histórico de la situación de la heroína trágica que Lacan no hace más que resaltar, poniendo el acento en el hecho que, en ese momento es conducida al rechazo, de llevar en ella la traición de todo lo que elle cree y por el servicio de los bienes que caracteriza el destino de Sygne y por consecuencia, el destino inconsciente del sujeto de la modernidad en lo femenino, él concluye en esta lección que tendremos que meditar sobre una forma moderna de castración que se enuncia así :

¿Se ha sustraído a alguien su deseo y a cambio, es él quien le da a otro- en la ocasión del orden social (…), ustedes han escuchado, yo pienso lo que digo, insiste Lacan, se le retira al sujeto su deseo y a cambio de eso uno lo envía al mercado en donde el pasa en colación general (…), ¿ no es lo mismo lo que sucede en Sygne ?[14]

 

Entonces, si, hay en la partida del destino de Sygne una formidable ilustración. Ilustración en una forma moderna de la castración que propone a la verdadera mujer de trocar su postura sagrada de intratable cariátide del deseo contra una encarnación en donde ella consiente de ser ofrecida como objeto de intercambio y de goce en el campo de lo político oponiendo aquí los hijos de la republica a aquellos del Rey y de la iglesia. Pero también hay en este bello drama de Claudel iluminado por el simple hecho que Sygne ocupa el lugar del único personaje en femenino en esta pieza, un formidable teatro, puesto que, hasta este momento, es en el rechazo de todo lo que le fue lo más querido a Sygne, parece ser literalmente abandonado precipitándose a la muerte. Ella se libera finalmente del lugar de intercambio, al cual ella fue sometida como esposa y como madre en esos tiempos desordenados de la reproducción socio política en donde los hijos heterosexuales los enrutan al servicio de sus bienes. Servicio o registro de los bienes, en donde ella consintió alinearse.

 

Entonces sí, Sygne rechaza. Ella traiciona los más preciosos valores de su ser, para ponerse al servicio de los bienes. Está claro, pero de otro lado – soy yo quien lo recalco – Sygne rechaza su rechazo, y ella abandona la escena por la vía del suicidio, creando el horror entre los hombres, puesto que en su lecho de agonía los machos se presentan en el primer rango, entre ellos el cura Badillon e incluso, según las versiones, hasta el rey de Francia.

 

Los machos le piden a la vez perdón – prueba que ellos no están sin gravedad – y ellos le piden de ver por última vez a su hijo. Pero Sygne se pone inflexible y mujer entre las mujeres, verdadera mujer, ella rechaza de perdonar, así como ella rechaza de ver su hijo o su ser-madre. En esto ella se une a Medea.

 

Luego, en su lecho de muerte,

Ella se levanta de repente y extiende violentamente los dos brazos en cruz, por encima de su cabeza ; luego, volviendo a caer sobre la almohada, ella da el espíritu con un flujo de sangre. Y el señor Badillon le limpia piadosamente la boca y el rostro. Luego, explotando en llanto, el cae en las rodillas, al pie de su cama[15].

 

Estamos ahí, « más allá de todo valor de la fe »[16], concluye Lacan. Y en efecto, Sygne a diferencia de Antígona no sostiene el deseo de los Dioses, lo que hace el poder de la mujer como mujer. Sygne traicionó  por el servicio de los bienes de los hermanos. Ella cedió a Badillon asi como a Turelure, ella sacrificó su ser por los desafíos de los aviones de la alianza, soldando los intereses del papa y aquellos del Rey. Ella se volvió la esposa de la objeción y la madre de un hijo no deseado. Pero ella escapa a ese funesto destino del objeto y de la dominación masculina por esta especie de suicidio conduciendo los machos – pero demasiado tarde para buscar al lado de ella su perdón delante de Dios. Sygne, in fine, escapa entonces de los machos, a la dominación masculina, al precio de su ser y se pone, más allá del servicio de los bienes. Sin que, por consiguiente, cualquiera que sea el orden de la ciudad, mientras que no sea restaurando, ni a su generación, ni a aquella de su hijo (veremos porque). Tanto decir, que ella se suicidó por nada. O, mejor dicho, que ella se suicidó por lo nada que es, repitámoslo, al contrario de los aviones por los cuales los tenientes viriles de la dominación masculina fomentaron su destino. O aun, ella se suicida, por una nada que objeta a la lógica de las posesiones. Gobernando este poder político al cual Sygne, lo ha consentido hasta indicar el impase… en cuanto al deseo. Impase en cuanto al deseo, especialmente bien encarnado por ese hijo no deseado y literalmente forcluido por su Medea de madre.

 

Pues bien. Sygne se suicida por nada y este acto que es logrado por nuestra investigación, en lo que debe hacernos ver, que si lo ordinario de lo femenino se enruta como esposa, madre o cortesana en el régimen político de la reproducción del lazo social. La mujer como mujer, ella objeta al servicio de los bienes en donde la mujer se pierde. Y con ella se pierde el deseo que no se motiva más que por la falta.

 

Y, si uno quiere situar el lugar de la mujer en relación con el orden del poder, no es suficiente de evocar la generalidad de una estereotipia en donde ella pierda toda consistencia para no existir.

 

¿ Quién, entre los más materialistas de entre nosotros, creería pertinente en efecto de deducir de su inexistencia la inconsistencia de Dios ?

 

Para la mujer, es lo mismo. Ella no existe, asegura Lacan. Pero, esto no quiere decir que ella sea sin consistencia. Y lo que nos conduce ahora a reflexionar siguiendo las huellas de Sygne. Lo que en la modernidad toda mujer puede ser, se encuentra más que nunca conducida a tomar posición con respecto a esta forma de castración, proponiéndole de traicionar claramente su deseo o su ser de deseo, o aun de traicionar el deseo, simplemente, a cambio de que ella este encaminada al servicio de las posesiones y de los bienes. Y desde este punto de vista, no es completamente falso decir que la evolución de la historia de las mujeres en occidente parece designar una especie de organización de esta escogencia, incluso una extensión masiva del enrutamiento de las mujeres al servicio de los bienes, Y esto, incluso más allá del orden familiar en donde la dominación masculina ha sabido gozar de esto desde hace mucho tiempo, para obtener de eso los hijos que fueran, y desde entonces las posesiones del hombre, son también los bienes de las esposas.

 

Para decirlo en dos palabras, si Antígona rechaza la solución por el matrimonio y los hijos para garantizar el deseo de los Dioses, el orden del significante y la particularidad de su hermano que es lógicamente irremplazable, la primera versión femenina de Sygne consiente a la degradación del matrimonio completamente determinada por la lógica de los bienes y de los retos políticos.

 

Pero hay más, en nuestra actualidad, puesto que sucede también, incluso más allá, de la lógica del intercambio de las mujeres que en las estructuras complejas de la parentalidad aseguran aun extendidamente la reproducción de las familias. Las mujeres se educan por ejemplo bajo las órdenes de las vastas organizaciones, en donde ellas se hacen, por ejemplo, emprendedoras y por consiguiente mujeres de poder. Mujeres de poder muy modestas, pero al servicio de los bienes. y ustedes ven que el asunto que yo me demoro en exponer por varias razones es aquella de la revisión socio-política hecha a la mujer en la modernidad. Situación que se expresa, se anticipa o incluso de deduce de esta evolución de la mitología occidental por la cual la pluma de Claudel hubiera amortiguado el destino de la mujer a aquel del crucificado. Conduciéndonos de una cierta manera a imaginarnos cada vez menos el final de la mujer como mujer, (mujer que no existe y sin embargo…), que el debilitamiento correlativo de la histérica, militante de nada y cariátide del monumento paterno y que ella ha sabido desde siempre deteriorarlo.

 

Debilitamiento social entonces de la histeria, a cuestionar con su eventual obsesionalizacion correlativa.

 

Pero para quedarnos en esta evidencia mitológica por la cual la pluma de Claudel amortigua un inevitable punto de cruz la imagen de la mujer venida a sobreponerse a aquella del crucificado en la mitología occidental. Yo agrego que, lo que está ahí indicado, según Lacan, no es más que una « figura fascinante de la belleza erigida, tal y como ella se proyecta en el límite para impedirnos de ir más lejos al núcleo de la cosa »[17].

 

La cosa, hay toda clase de cosas.  Esta figura fascinante de la belleza femenina deberá alcanzar en la trilogía de Claudel la tercera generación, para que otra mujer, se vuelva a su vez una figura de mujer divinizada y crucificada (el bello pensamiento), arrancada en esta filiación. El deseo de la maldición o el goce ordinario del padre (Turelure), lo habría puesto en impase, como ya lo he suficientemente indicado.

 

Entonces, les digo esto. Es para hacerles bien percibir de que manera para Lacan, son las mujeres las garantías del deseo. Es su poder, de mujer como mujer. Es un poder que, como él lo precisa, erige la belleza contra el goce de la cosa en el cual uno encuentra en la obra de Claudel una versión paternalista en el goce de Turelure, convertido en la obra de Lacan la figura paradigmática del « padre humillado », y que aparece más bien, desde mi punto de vista, como un padre, que yo diría más bien, humillante.

 

Figura obscena en todo caso del goce ; colocando el deseo en impase. Y agrego, que, si ha sido necesario tres generaciones para que el deseo encuentre su salida en la trilogía de Claudel, es también porque ha sido necesario esperar la tercera generación para que emerja sobre la escena la belleza de una mujer judía y ciega. Comprendiendo que Sygne le deja al mundo un joven no deseado el cual el padre, Turelure codicia a la novia, incluyéndola en su propio goce, por el hecho que ese hijo se encontrara conducido a acoplarse con la amante de ese padre a quien el joven Lacan de 1938 hizo el arquetipo del padre humillado y la causa de la gran neurosis contemporánea que él creía entonces percibir, por lo tanto, el famoso declinar de la imagen paterna del cual el diagnostico, desde mi punto de vista – vean mis últimas obras –[18] es una de las revelaciones más poderosas de lo que yo considero la desviación mayor que arriesga hoy en día de conducir el psicoanálisis hacia una especie de ortopedia del padre o el (el psicoanálisis), se  vería confrontado a  rechazar a su turno sus propios valores o a su ser mismo. Pero en donde también lo político se impone. Él podría concurrir a su cuerpo defensor y de manera, dígamelo, espeluznante ; a esta clase de revolución nacional que hoy amenaza de ser llevada de la mano y que uno ve dibujarse vía la promoción en el plano de las masas un ideal nacionalista pasando por el bien nombrado « desdiabolizacion » del goce de un padre, que en el espacio, vale tanto como encarnación moderna de la cosa humillante y segregadora polarizando nuestro campo político.

 

Turelure, president ! ¿Como puede ser posible?

 

Pues bien. Es un hecho que aquí, la segunda generación de esta familia política, al igual que la tercera que aporta a la segunda, el refuerzo de un catolicismo militante, lo vemos formarse bajo nuestros ojos, en nuestro campo político, una especie de alianza política entre las niñas, propio a esconder de su ser el diabólico goce nacionalista que el padre humillante tiene en el frente.

 

Y, agrego que, si abordo esta cuestión, es porque el compromiso político es mayor, que se trate de una clínica de las masas y que, posiblemente el psicoanálisis pueda ayudar a revelar el mecanismo de la belleza de las niñas en la  política, su ser, su poder pueda aquí, contribuir a polarizar el deseo de los inocentes, que creyendo tener la doncella en los más altos cargos de la Republica, no perciben más o perciben mal la voluntad de goce humillante y segregador que las niñas deben a su núcleo paterno.

 

El futuro me desmentirá, mostrando posiblemente que la mecánica del deseo causado por las niñas habrá superado el goce mórbido del padre o aun – límite de las cariátides – vemos como el asco o el odio inconsciente de la hija por el goce del padre podría venir a superar este goce promoviendo netamente a los más altos cargos del frente, una especie de goce homosexual macho – una especie de lobby gay- en el cual uno espera ver cómo y hasta donde, ella podría contornear (sin desgaste mayor), con esta especie de padre que, a diferencia de Turelure, tendrá en la escena política y por ende público. Dando a luz esta vez a algunas cariátides propias para cubrir su máscara de belleza rubia la voluntad de goce de una organización paterna que, para poder ser diabolizada se autentifica después como simplemente diabólica[19].

 

Turelure, menos avergonzado, habrá traído al mundo un joven el cual el nombre de Louis (Luis), no le fue suficiente para darle es aura de belleza que él le da a las mujeres para encarnar y recubrir una especie de espantoso goce paterno de donde procede su vida. Alguna cosa esta podrida en el campo del Otro (para escribir S(Ⱥ)).

 

Si, vemos seguramente una de las formulas constitutivas de la subjetividad moderna, que se trate de meditar con Lacan, pero yo agrego que para fines del análisis político que el género del sexo engendrado por la cosa paterna no introduce el mismo destino socio político, entonces que se trate de una niña o de un niño o aun, que se trate de Turelure (quien tiene un hijo) o del padre del frente (quien también tiene niñas). Puede ser, y como ya lo he dicho que solo el psicoanálisis podrá ayudar a percibir, como nuestra disciplina aparece ineludible en lo que se refiere al análisis de cuanto emerge en nuestro ojo en el campo político de hoy en día, negando también el hecho que el poder político está perfectamente separado de los complejos familiares y que el poder en este campo, así como en otro, escapan a los efectos de la diferencia sexual.

 

De ahí, la necesidad de hoy en día de emprender una investigación que esboce una especie de retoma dislocada del texto de Freud (de 1925) y que podría titularse « Algunas consecuencias políticas de la diferencia anatómica entre los sexos »[20]

 

Consecuencias políticas y no simplemente psíquicas.

 

De ahí, mi imprudencia de evocar en este día la figura mayor de una mujer de poder en nuestro campo político quien naturalmente aparece en evidencia, primero como una hija.

 

En fin, y puesto que yo dije que evocaría el esquema director de la antropología psicoanalítica que domina nuestros trabajos. En total, yo diría, que lo que se percibe ahora mejor y eso espero ; es que la mujer como mujer, la verdadera mujer en su entereza de mujer está situada del lado del ser y que este tiene importantes incidencias en lo que respecta a su situación frente al poder respecto al campo socio-político de la clínica de caso y aquella de las masas.

 

El poder de los machos se sitúa en cuanto a él, más claramente del lado de los bienes. De donde se deduce una desarmonía entre los dos sexos sin relación sexual seguramente, pero no sin relación. Puesto que hemos visto desde el punto de vista del campo político el ser sublime de Sygne se las deja hacer en todo sentido del término por los machos a los cuales ella se encuentra socialmente relegada.

 

Eso es lo que hace la figura emblemática de la mujer confrontada a esta forma moderna de la castración, por la cual, y lo repito, su deseo es retirado del sujeto que se encuentra dado al orden social.

 

Sygne se vuelve un bien, al servicio de los bienes de la dominación masculina. Pero en mi breve esquema director, yo no sitúo ahí, nada diferente a que la mujer consiente desde siempre ponerse al servicio de los bienes para asegurar al mismo tiempo lo que Levi-strauss llamaría « las estructuras elementales de la parentalidad ».

 

Recordemos entonces que, en ese registro de los bienes, los machos intercambian mujeres como bien entre los bienes. y porque, el poder del intercambio de los bienes, así como el poder político vuelve tradicionalmente a los machos, se preguntará uno ?

 

Yo respondo claramente : pues porque si !

 

Pues bien, no hay otra razón que lo que yo llamaría la razón sexual del poder de los bienes, un poder arbitrario, es decir, fundado sobre lo imaginario del cuerpo viril ; poder que es entonces arbitrario y por lo tanto universal. De ahí, el hecho que, como ya lo indiqué[21]. No hay huellas de lo matriarcal en la historia de las civilizaciones ni idealización de la madre. Es entonces un hecho arbitrario y universal que la idealización en todas las civilizaciones convoque lo masculino y que entonces hay una especie de complacencia somática al principio universal del poder de los bienes de la dominación masculina. Hoy en día, iniciada, por una parte, al menos en occidente.

 

Pero, digamos que, desde el punto de vista del psicoanálisis, aquel que tiene es el padre e incluso el padre muerto y ¿quién o qué? Pues bien, para Freud, es el quien posee las vírgenes.

 

Lo que explica porque en particular del lado de las mujeres, es la virgen quien es idealizada y no la madre. Pero, la virgen esta naturalmente al lado de nada, del lado del ser. Lo que hace que en la pareja ideal es el padre muerto o deteriorado y la hija o la virgen.

 

Entonces, es poco sorprendente, desde el punto de vista freudiano, observar la increíble potencia de polarización en nuestro campo político, esa pareja constituida de una hija, que yo diría, en primera instancia casada con su padre, pero también polarizada por sus amigos homosexuales machos.

 

Pero, tampoco hay nada de incoherente observar en esta lógica que esta hija lleva una política ; no en el registro de los haberes en donde extensamente se sitúa el resto del campo político sino del lado del ser (ser francés), mientras que es el registro económico de los bienes que, de manera dominante moviliza largamente el resto de los partidos de nuestro campo político, haciendo del discurso político lo que es hoy un día, un discurso económico.

 

Entonces, hay un poder político de la hija en el campo político que es el nuestro ; hay un poder del ser recubriendo ese querer de un padre habiendo tenido la genialidad de percibir en el ser de la virgen el aura del ritual propio para recubrir su diabólica voluntad de segregación.

 

Vemos aquí, un rápido rayo de luz analítico sobre la mujer de poder, quizás, la más poderosa de nuestro campo político y que de poder conducir con su ser una revolución nacional – y ya lo he dicho – al alcance de su mano, debe estar, sin espéralo más, atendida por nuestra clínica de masas que querrá por una parte al menos, elucidar la incidencia del poder el femenino en la actualidad del malestar.

 

Sygne, en cuanto a ella, no quería el querer de Turelure.

 

Cierto, pero él era su marido y no su padre.

 

Breve, del lado del ser, del lado de la mujer como mujer, hay usos diferenciales de poder del ser en el cual la incidencia mayor es, repitámosla, de manera general, causar el deseo.

 

Pero, ahí se trata de los usos del poder de la mujer completa. El poder de las mujeres situadas del lado del ser, y naturalmente para nuestro esquema. Queda solo que la mujer incompleta, aquella que se hace madre, esposa o corteja, deja el registro del ser por aquel de los bienes y el servicio de los bienes en donde ella ejerce otras modalidades de poder que vamos igualmente a elucidar.

 

Que uno piense, por ejemplo, en lo que se refiere al poder de la cortesana y su influencia en la corte del Rey de Francia, la bella señora de Montespan, la favorita de Luis XV con quien ella tuvo siete hijos sin jamás acceder al estatuto de esposa, puesto que bien entre los bienes, fue la infante de España quien fue es cogida como esposa del joven Rey por su propia madre y en la valiosa ambición de poner fin a sus 25 años de guerra entre Francia y España.

 

Aquí, se verifica que el régimen de intercambio de los bienes o de las mujeres se hace por el bien de la ciudad y que es necesario por razones de análisis distinguir ser y tener. No es para fines de idealización sino para fines de progreso del análisis clínico por el cual yo indico al fin que, más allá de la verdadera mujer alojada en el registro del ser, esposa o cortesana están para organizarlas en el campo de lo político del lado de los haberes y como bienes.

 

Yo no podría concluir este breve esquema sin evocar la campeona inigualable de las mujeres de poder, a saber, la madre en la cual el poder fetichista es también de situarlo en el registro de los haberes. Poder de la madre en la que uno puede decir que demanda sin cesar a estar reducido, al punto que yo podría decir que hacer moderna la gestación por otro es el proceso mayor que exige la cultura de cada madre.

 

Termino entonces este esquema director en donde uno ve que la mujer colabora como madre, esposa o cortesana al goce macho de los bienes y que hay mas allá del servicio de los bienes donde la mujer como mujer, la verdadera mujer en su entereza de mujer, diría Lacan ; se destaca por ejercer de manera polimorfa un poder del ser, como aquella que se hace soldado de ese padre que la hubiera reconocido como propia al encarnar el ideal nacionalista de una Juana del cual el programa político apunta in fina a reducir tanto la lógica de los intercambios  como a renegar la responsabilidad de los actos del sujeto para retener contra él su responsabilidad de ser: ser judío, musulmán, extranjero, etc. Sygne, ella, rechaza hacerse soldado de Dios e indica, con esto, otra salida[22].

 

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[1]                     J. LACAN, Le séminaire, livre VIII. Le transfert (1960-1961), Paris, Le Seuil, 1991.

[2]                     P. CLAUDEL, L’Otage, Paris, Gallimard, coll. La Pléiade, 1995, p. 219-307.

[3]                     Idem, p. 232.

[4]                     Idem, p. 227-228.

[5]                     En la teoría lacaniana la verdadera mujer y su empleo analítico ver M. ZAFIROPOULOS, La question féminine de Freud a Lacan, Paris, Puf, 2010 básicamente la parte que le consagre a Medea p.169-174.

[6]                     Op.cit.

[7]                     S. FREUD, « Psychologie de masses et analyses du moi », Psychanalyse. Œuvres complètes, vol. XVI, Paris, Puf, 1991.

[8]                     S. Freud « Le tabou de la virginité », Psychanalyse. Œuvres complètes, vol. XV, Paris, Puf, 1996.

[9]                     P. CLAUDEL, L’otage, op, cit., p. 262.

[10]                  Idem, p. 263.

[11]                  Idem, p. 269.

[12]                  Idem, p. 270.

[13]                  Idem, p. 273-274.

[14]                  J. LACAN, Op. cit., p. 380.

[15]                  P. CLAUDEL,  Op. cit., p. 297.

[16]                  J. LACAN, Op. cit., p. 326.

[17]                  Idem, p. 362-363.

[18]                  M. ZAFIROPOULOS, Du mythe du Père mort au mythe du déclin du père de famille… où va la psychanalyse ? Essai d’anthropologie psychanalytique I, Paris, Puf, 2013 ; Le symptôme et l’esprit du temps. Sophie la menteuse, la mélancolie de Pascal, et autres contes freudiens. Essai d’anthropologie psychanalytique II, Paris, Puf, 2015.

[19]                  Ocho meses después de mi intervención la historia se acelere y « la oficina ejecutiva du frente Nacional reunido en formación disciplinaria ha discutido y decidido por una mayoría requerida, la exclusión de M. Jean Marie Le Pen como miembro del frente nacional » anuncia un comunicado difundido el jueves 20 de agosto 2015. No solamente para confirmar lo bien fundada de la hipótesis que yo adelantadaba el 7 enero 2015 ; pero sobre todo para demostrar que el psicoanálisis es una ciencia social (como lo sostenía Levi -Strauss y aquí una ciencia política sin la cual sería bien difícil de ubicarse en lo que yo llamaría la incidencia de los complejos familiares en el centro mismo del campo político). De hecho, los especialistas o más simplemente el lector interesado quizás tendría menos prevención al referirse al uso que yo hago de la experiencia psicoanalítica para dar cuenta de las prácticas políticas e incluso hasta guerras, como ya anteriormente he dado a conocer. Pero en el  apres coup en el primer volumen de mis ensayos sobre antropología psicoanalítica (Du Pere mort au declin du pere de famille… où va la psychanalyse ?), pero podría ser también que mi punto de vista sobre el funesto destino sobre la orientación del psicoanálisis motivado por la idea du Declin du pere no esté tampoco completamente desnudada de interés.

[20]                  El título del texto de Freud de 1925 es « Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre los sexo », in La vie sexuelle, Paris, Puf,1969.

[21]                  Ver M. ZAFIROPOULOS, « Qu’est-ce que le matriarcal ? » Du mythe du père mort au déclin du père de famille…où va la psychanalyse ? op.cit, La Question Féminine, de Freud à Lacan ou la femme contre la mére, op,cit.

[22]                  Traducción : Adriana VARONA.

 


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Por uma genealogia psicanalítica do poder – Gérard POMMIER

DOSSIER

ARTICLES EN LANGUE PORTUGAISE

 

O feminismo prosperou para além do Atlântico nos departamentos de francês das universidades. Ele encontrou seu apogeu na idade de ouro do estruturalismo : Lévi-Strauss, Foucault, Lacan, Derrida, Deleuze, Bourdieu… e muitos outros. Por uma razão obscura, estes french studies têm a reputação de terem utilizado estes autores como bem lhes convêm. Certas apreciações rejeitam antecipadamente as críticas – por exemplo, as que dizem respeito à Lévi-Strauss ou Lacan – que são, portanto, fecundas. Este feminismo de combate começou de uma situação, o de um poder « masculino heterossexual, falocêntrico e patriarcal ». Tal poder é ilustrado pela opressão de um gênero, e foi estudado segundo a metodologia genealógica de Foucault et de Bourdieu : não é a imposição simplista de uma polícia dos sexos, mas o exercício de uma « violência simbólica interiorizada » –  não seria esta uma maneira de dizer que ela é inconsciente ?

 

Se esta opressão simbólica « interiorizada » tornou-se inconsciente, não faltaria então uma definição psicanalítica a ela ? Os processos desta causalidade psíquica merecem ser esclarecidos – e ainda mais porque a sexualidade não é mais um pretexto de opressão, mas um motor de liberdade. Seria suficiente dizer que o gênero é determinado pela cultura ? Não, porque a cultura não existiu desde sempre e seria melhor esclarecer sua genealogia sob a luz da causalidade psíquica, servindo-se do método de Freud para isso – ou se for necessário um método melhor, isento das escórias de sua época.

 

O poder masculino não é um fato bruto « natural » através do qual as consequências psíquicas seriam em seguida auto-reconduzidas via Cultura. Uma única curta frase o revela : apenas a causalidade psíquica é « contra determinada ». A causalidade das determinações culturais nunca muda sozinha. O peso das determinações familiares evoluiu pouco durante os anos em que elas influenciam uma criança. Apenas a subjetividade contra-determina estas camadas profundas. Um sujeito se afirma sempre negativamente em relação à sua família e à sua Cultura, ou mesmo em relação à sua anatomia. A menos que ele defenda uma inocência aliviadora, a história progrediu e vai progredir ainda graças à esta capacidade de revolta subjetiva.

 

Uma clarificação em diagonal oferece uma visão simplificada da questão : estabelecer uma genealogia do poder retorna a examinar o que leva os homens à obtê-lo. Significa imediatamente que eles brigam por um poder que justamente eles não têm. Eles são privados deste e enquanto lutarem pela sua conquista, se colocam eles mesmos do lado feminino. Esta diagonal inicial confere o motivo de uma genealogia, ou ainda de um motor constante e atual de uma « protestação viril » de cada instante. O « poder » não é um estado : ele resulta de uma luta para obtê-lo. Nenhum homem nasce com ele, e mesmo um Rei é tributário da sorte. Querer « obter o poder » é fugir de uma feminização ameaçadora e faz parte de um plano de identificação do qual o pai é o agente. Estas poucas linhas de introdução colocam em evidência duas palavras : a do « pai » e a do « homem ».

 

Este poder cobiçado é então « patriarcal e masculino ». Seu programa será a dominação de um feminino entre o qual estarão inclusos os homens que não têm ou não possuem mais o poder. Quanto ao qualificativo de « falocêntrico », não seria ele substituto ? Pois não existe nada mais de essência « do homem » que teria o falo, que da « mulher » que seria privada dele. Se o falo é o pênis em ereção, um homem o tem apenas se ele deseja uma mulher, que é então ela também proprietária deste. Apenas apresentado sem ereção, o pênis em repouso não saberia ser pretendente ao título fálico.

 

Como este poder heterossexual patriarcal se instalou e ainda foi estabelecido na inconsciência ? Entre as inúmeras pistas às quais ela nos abre, Judith Butler[1] supõe que uma vez que a camada profunda de um tal poder seja instalada, a escolha do gênero é imposta como um processo « imitativo ». Uma pressão simbólica – cujo motor é deixado de lado – obrigaria à imitação de um gênero. Como ela o escreve, não faríamos outra coisa além de « nos travestir »… e seríamos todos pegos numa mascarada « masculina » assim que « feminina », e isto com tanta facilidade que não existiria nem sequer um original em um mundo de cópias. A subordinação de um gênero à outro seria então fundada em uma imitação, acompanhada e reforçada por um gozo desta obediência, ou para dizer nos termos de Judith Butler, impondo a cada sujeito uma « performance » que não se « naturalizaria » antes de ser efetuada. Um sujeito efetuaria uma performance como homem ou como mulher, e se imaginaria em seguida que ele o é « naturalmente », sabendo-se que se trata de uma imitação.

 

O argumento maior desta demonstração não se dispõe à discussão : ele leva em consideração uma realidade social massiva : a « escolha » do gênero não depende da anatomia. A noção de « performance » supõe na verdade uma tal escolha… mas ainda é preciso esclarecer o que ela determina ! Pois, se há escolha, ela depende de uma eleição subjetiva ! Seu gesto transcende então o cultural. Uma « performance » supõe um livre arbítrio que procede outras determinações ou contra determinações além de uma simples imitação. Ao olhar para os resultados do processo de sexualização, o « semblante » ou a mascarada dos gêneros tem, na verdade, uma forte realidade cultural. Mas sua escolha permanece incompreensível sem uma subjetividade prévia, contra-determinada por uma potência psíquica inicial. Da mesma forma que a genealogia deste poder « masculino » que foi imposta « inconscientemente ».

 

Se existe uma performance evidente, é esta dos homens, de sua corrida ofegante, sem trégua nem descanso pelo poder – e isto em uma luta acirrada entre eles. Mas sobretudo em uma luta contra a cultura que os precede ! Longe de determiná-los como marionetes, ela é o alvo excitante de suas performances. É uma luta engalfinhada, da matilha. Os cachorros que correm mordendo de um lado para o outro. Os atletas, os estrategistas, os rebeldes batem em tudo o que se movimenta com alegria. Isto destrói, desconstrói, em melhor, em pior, mas em todo caso sempre mais longe. A « cultura » não é um edifício majestoso de pensamentos e de costumes, mas muito mais este movimento, esta espécie de respiração ofegante, de guerra alegre, de derrubar as razões e as crenças, de construção de andaimes razoáveis ou insensatos, de prorrogações de um conflito perpétuo no qual as músicas, a literatura e as artes seguem o tempo[2].

 

A orquestra fica para trás. As atividades que se passam por « culturais » não são nada além do que suas consequências reflexivas, artísticas, ociosas, destinadas às distrações do final de semana, laicas ou religiosas. Ninguém nega a potência deste edifício cultural, nem o fato de que ele molda os que o fazem crescer e que se alimentam dele. Mas é apenas um fundo passivo, que os sonhos de cada criança ultrapassam desde que ele realize a menor performance.

 

Apesar da sua prodigalidade e da sua opressão tão visível, esta cultura continua  em segundo plano, matéria primeira de determinações familiares e psíquicas. Nas culturas mais brutais, como naquelas em que prevalecem ainda nas tribos do deserto australiano, ou num pequeno vilarejo no fundo da Prússia luterana, um homem ainda pode arriscar sua vida se ele ama uma mulher censurada pelo seu Totem ou pelo seu Pastor. O espaço cultural não é nada além de um imenso amplificador e também uma base de repetição contra a qual as performances jogam.

 

Em apenas uma navegação, Cristóvão Colombo mudou as crenças de seu tempo. Graças à sua luneta astronômica, o fervente Galileu confirmou os tímidos cálculos de Copérnico, fazendo em algumas temporadas tábula rasa do universo venerável de Ptolomeu [2].

 

Eu vou lembrar em algumas palavras o que está por trás do mundo psíquico que propulsa a corrida ao poder. Todo sujeito – menino ou menina – nasce a princípio transgênero, e não possui o falo, a não ser quando ele se masturba, transformando seu desejo em fantasma. Este onanismo é culpado pois ele procura fugir da dominação materna. É uma forma de se separar de sua mãe, preferindo gozar sozinho do que ser gozado por ela. Este prazer é marcado pela culpa em abandoná-la. À sombra desta culpa nasce um forte desejo de punição, destinado a guardar seu amor. A criança inventa então uma terceira pessoa, um lobo, um ogro… um pai que pune, cujas pancadas o afundam em um masoquismo do qual a sexualidade humana possui a marca.

 

É um masoquismo que goza pois os golpes acompanham a masturbação[3]. A escolha do gênero psíquico (independentemente da anatomia) se decide em função da posição rebelde ou consensual que cada sujeito possui em relação a este pai. Os que aceitam até certo ponto esta violenta sedução paterna escolhem o gênero « feminino ». Os que recusam esta sedução e entram em guerra optam pelo gênero « masculino ». Mas então esta recusa dos meninos os priva ao mesmo tempo do falo, e eles entram em guerra para obtê-lo. Esta é a genealogia da luta pelo poder, de fato, masculina ao extremo.

 

O erotismo da guerra pelo falo começa no mundo anterior ao da invenção de um pai primitivo, braço armado do fantasma de ser punido, na hora culpada da masturbação. A bissexualidade psíquica se reparte em seguida no espaço Ser do Falo que não pertence a mais ninguém, a não ser àquele que luta para obtê-lo. É uma luta « política » estranha, pois o falo não aparece (sob a forma erétil) a não ser durante a luta. Ele aparece quando existe uma tensão entre dois polos : ou querer fornecê-lo – do lado masculino. Ou querer obtê-lo – do lado feminino. É, por exemplo, frequente que quando dois amantes brigam, que a excitação apareça. Seus gêneros psíquicos variam em função de seu masoquismo, de sua culpa e de suas acusações respectivas, ou seja, de suas relações com o mesmo pai mítico, que continua decidindo seu gênero. Um homem não é sempre um homem, nem uma mulher é sempre uma mulher ! Nestas circunstâncias tensas, qual é a bóia salva vidas mais prática para um homem do que se identificar ao pai? Um papel paterno quase sempre o alivia. Ele vence assim sua angústia diante da feminilidade, e se libera de sua opressão de filho[4].

 

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[1]                     J. BUTLER, Trouble dans le genre, Paris, La Découverte, 2006.

[2]                      Se a cultura determinasse a subjetividade, suas performances poderiam contentar-se de corrigir a linguagem, como se ela fosse a origem da opressão, ou de esperar que os happenings das Drag Queen irão subverter as relações de gênero da sociedade.

[3]                     Inúmeros adultos só se excitam se forem moralmente batidos, ou injuriados, ou  simplesmente maltratados (então isto quer dizer muita gente).

[4]                      Traduction : Mariana Orlandi

 


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As lições de Sygne de Coûfontaine. O poder das mulheres e as mulheres de poder – Markos ZAFIROPOULOS

DOSSIER

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Antes de propor um tipo de esquema diretor apropriado para ordenar nosso ponto de vista sobre as relações complexas dividindo no campo sociopolítico o destino da mulher, eu gostaria de primeiramente nos conduzir ao centro do exemplo clínico. Este nos colocará novamente, com Lacan, na pista dos traços, talvez os mais distintos, do que eu chamarei a situação da mulher em relação ao poder político e social da modernidade. Situação que foi encarnada de maneira paradigmática pelo que Lacan teria escolhido, no livro 8 do seminário intitulado Seminário, livro 8 : a transferência[1], como analisador da atualidade do mito de Édipo polarizando o inconsciente do sujeito da modernidade ; sujeito aqui no feminino, a saber, a sublime Sygne de Coûfontaine da qual Claudel situa o destino trágico no ambiente do drama pós-revolucionário, período durante o qual a França muda de Nome-do-Pai (sobre o conteúdo) e onde o poder napoleônico se instala, mesmo que já perturbado pela Restauração onde viu-se Luís XVIII transitoriamente recuperar o trono da França.

 

Em suma, sob a pluma do poeta redigindo uma trilogia – que por sinal desmente a ideia da ausência da tragédia na modernidade – os machos da França se estripam à serviço dos bens e a primeira cena da obra « L’otage »[2] se abre sobre o reencontro dos Coûfontaine. Nessa primeira cena, Sygne conta ao primo que acaba de retornar da guerra, como, depois do assassinato de seus pais e do desmembramento do domínio familiar, ela se obstinou a recuperar sua unidade eu-ideal típica ao domínio, da mesma maneira em que ela se obstinou a recompor o crucifixo, o homem de bronze, novamente supliciado pelo ódio dos revolucionários, tendo acrescentado ao massacre dos monges cisterianos que a família abrigava em sua propriedade, o martírio do Cristo, que ela pacientemente reuniu o corpo fragmentado.

 

E agora o grande bom-deus negro danificado pelo sol e a chuva, o escandaloso supliciado, eis-Lhe aqui entre essas paredes escondido dos homens conosco e nós recomeçamos com ele como exilados/ Que se fazem um lar de dois tições colocados atravessados[3]

 

…diz ela, para concluir o relato feito ao primo. Relato pelo qual verificamos que nessa interpretação cristã do axioma de Marx  « a terra herda do filho do camponês » – a propriedade como bem se encontra elevada à dignidade do sagrado, o que coloca na boa ordem a concepção que devemos fazer da organização do regime das relações entre o homem e os bens : nesse imbróglio, os bens são primordiais. De onde se deduz, que se dispor à seu serviço é, de uma certa maneira, a ordem natural da alienação do homem cuja saída pela psicanálise Lacan busca. « Como a terra nos dá seu nome, eu lhe dou minha humanidade […] É porquê precedido do de, eu sou o homem que leva seu nome por excelência »[4], confirma George de Coûfontaine, regressado da guerra com apenas o nome como tesouro, porque sem sua esposa que o teria desonrado com o Dauphin e sem seus filhos, mortalmente levados por uma febre estrangeira.

 

Desde o início, compreendemos que a aventura guerreira da destruição dos bens (de longe) privou o macho dos Coûfontaine das suas posses (sua mulher e seus filhos), da mesma forma que de perto, a Revolução o privou da unidade da sua terra, da unidade de seu corpo, da unidade de seu Deus e que ele voltou à paciente obra erigida por Sygne (a filha) ao remontar a figura divina do homem de bronze à qual ela se consagra para garantir a estabilidade do espelho dominial, no qual o nome capitonne como substrato ao regime simbólico da nobreza cristã, os herdeiros dessa terra. É a este capitonnage que a virgem Sygne se fez de fiadora, como Antígona se fez há vinte e cinco séculos, segundo Lacan, a fiadora do significante mesmo encarnado pela singularidade de seu irmão.

 

Na desgraça da destruição radical dos bens, para onde se precipitam de bom grado os machos em Nome do Pai, retorna, de maneira inquietante, à heroína trágica a função de garantir o regime simbólico da linguagem e dos Nomes. O que nos leva, ao mesmo tempo, ao regime da ordem do sagrado do mais além dos bens que o pai, mesmo que morto e desmembrado pelos filhos, se encontra apoiado pela filha. Esta se dispõe como vestal, ou mesmo cariátide da ordem simbólica onde acontece o renovamento das trocas dos bens e das gerações.

 

Em resumo, existe um mais além dos bens e um mais além dos bens da Polis. Eis-que, em minha opinião, o que nos leva à pensar Sygne assim que Antígona ou Medéia, reunidas aqui sob as relações que elas mantém com a escolha a qual elas fazem prevalecer pelo regime do ser, do sagrado e do particular contra o regime das posses, da Polis e da política do machos.

 

E vocês compreendem que nesse sentido venho tentando articular um tipo de desarmonia relativa opondo o poder dos machos que se afrontam pelos bens, ao poder que eu não recuarei em designar como espiritual do engajamento sociopolítico da verdadeira mulher ou das mulheres como mulheres. Aqueles que seguem meus trabalhos perceberão aqui um tipo de relance da oposição que promovo, desde minha Questão feminina[5], para distinguir no plano heurístico o estilo de massificação dos machos que se faz em Nome dos bens, daquele das mulheres como mulheres a qual se faz em Nome do ser, e então em Nome do nada que motiva o desejo contra o regime dos bens. Regime este onde se impõe a satisfação e, consequentemente, o fim do desejo.

 

Eu voltarei ao tema do desejo. Pois, se eu já disse que esta oposição entre ser e ter exige, dos freudianos em particular, que eles completem o campo de pesquisas relacionado ao que eu chamarei de socialização diferencial dos sexos. Acrescento que esta socialização não é sem variação sócio-histórica. Quer dizer, se eu digo que falta no texto de Freud Psicologia de Massas[6] um equivalente à formação de massa das mulheres e, se digo que esse equivalente é pelo menos esboçado no belo texto de Freud, O Tabu da Virgindade[7], não é, do meu ponto de vista, ainda suficiente, pois tanto com relação ao ser quanto ao ter (nas questões sociopolíticas), é um fato que a situação das mulheres evolui historicamente, pelo menos no Ocidente (e concomitantemente, também a dos homens).

 

Mas, voltemos à Sygne, aonde a deixei. Pois, como vocês compreenderam e ao fundo dos reencontros da unidade sagrada da Terra, os primos se encontraram recompostos pela atração do domínio reagrupado, como pela lógica da aliança a ser relançada. Logo, eles declaram seu amor fazendo promessa de casamento.

 

Tudo iria bem então, no melhor dos mundos trágicos da nobreza da França, não fosse pelo primo que não encontrou nada melhor do que trazer em sua bagagem o Papa, previamente retido em uma cidadela napoleônica, e que pôs na cabeça de se infiltrar em torno dos territórios do Rei da França para relançar o partido da aliança entre a Igreja e o Rei.

 

Cabum ! A política onde se extenua o poder dos machos é, pela culpa do menino, instalada primeiro clandestinamente na casa de Sygne e, se for preciso para ver claramente diferenciar o homem da mulher no que diz respeito à análise do registro complexo do poder, eles são, os dois sexos, e desse ponto de vista, não sem relação porque os atos de um – aqui os homens feitos reféns – tem uma incidência evidente sobre o destino dos outros – aqui o destino da mulher, relegada primeiro a serviço dos bens, depois elevada nesse drama ao nível da crucificação e assim do sagrado, como também veremos.

 

Bom, avanço : o Papa esta a postos e eis que, no ato II, a cortina se eleva sobre o barão Turelure, um homem grande com nariz estreito e bastante torto, um oficial da República cujo leve mancar introduz um frisson no espectador, ainda mais se tratando do bastardo de uma cozinheira (antigamente ao serviço dos Coûfontaine) e de um curandeiro. E causa horror em Sygne quando confessa ter ele próprio, ordenado o assassinato em massa dos monges e também dos nobres pais de Sygne. « O que é verdade é bem verdade. Eu os mandei matar por amor à pátria no puro entusiasmo de meu coração », se exclama ele, nos fazendo verificar mais uma vez – o que é minha tese de longa data – que os crimes de massa são cometidos em Nome do pai (no caso, a pátria). Crimes estes sempre perpetuados por criminosos sem remorso. A confissão de Turelure no drama indica igualmente à Sygne que ela deve desde já ter em conta a correta amplidão de seu poder político de destruição, tanto como a amplidão de sua crueldade atrelada ao cargo. Isto é o que Turelure articula logo de início, para apontar, em seguida, que sabe da presença do Papa na propriedade dos Coûfontaine. Como resultado, se mostra naturalmente pronto para a captura do chefe da Igreja, à menos que a nobre Sygne consinta casar com ele.

 

« Sygne, salve teu Deus e teu Rei »[8], murmura em voz baixa o infame Turelure, antes de indicar sua vontade : « Eu tomarei a terra, e a mulher, e o nome »[9].

 

Eis que estão situadas as questões políticas quanto as posses do lado dos machos. Já do lado de Sygne, a armadilha se fechou sobre ela, pois ela está agora encurralada num degradante casamento para salvar o Papa, a Igreja, Deus e o Rei, quer dizer, para salvar tudo em que ela acredita. Mas… a diferença entre os sexos obriga, oferecer seu corpo à serviço da política dos bens não é evidente para a heroína. « Devo eu salvar o Papa ao preço de minha alma »[10] se pergunta a nobre virgem que ama Georges de Coûfontaine, tem horror de Turelure, etc. Mas… não façamos durar o suspense, a virgem consente no entanto – sob os ataques repetitivos de seu diretor de consciência, o cura Badillon – a casar com o filho da serva e do feiticeiro – Eu cedo. E dessa maneira Sygne consente :

 

Assim então eu, Sygne, condessa de Coûfontaine,/ Esposarei de minha vontade própria Toussaint Turelure, o filho de minha serva e do feiticeiro Quiriace./ Eu o esposarei  face à Deus em três pessoas, e lhe jurarei fidelidade e nós colocaremos a aliança no dedo./ Ele será a carne da minha carne, e a alma da minha alma, e o que Jesus Cristo é para a Igreja, Toussaint Turelure será para mim indissolúvel./ Ele, o açougueiro de 93, todo coberto do sangue dos meus,/ Ele me pegará em seus braços todos os dias e não haverá nada meu que não seja dele,/ E dele nascerão os filhos nos quais seremos unidos e fundidos. Todos esses bens que coletei não para mim, / O dos meus ancestrais, o dos santos monges, / Eu lhe darei em dote, e será por ele que terei sofrido e trabalhado./ A fé que prometi, eu a trairei,/ Meu primo traído por todos e que não tem que a mim somente, / E eu também, eu serei a última que ele sentirá falta ![11]

 

Vejam a importância do progresso na mitologia ocidental quanto à história! Diferente da heroína trágica Antígona ou de Medéia, Sygne trai. Ela trai tudo que constitui seus valores para salvar o Papa, ou melhor, a aliança política da Igreja e da realeza. Sygne é levada aos extremos da abjecção para e pelo poder político dos machos. Deste ponto de vista e para avançar eu diria que Sygne não se isenta de nenhum dos deveres do casamento, haja vista que consentiu em vir a ocupar este lugar de objeto de troca que lhe designaram os homens do seu próprio meio :

 

  1. vem a ela um filho de Turelure e ela se torna assim mãe,
  2. mas tem mais, pois às regras do casamento, Sygne acrescenta de fato complacência aos deveres do amor pois, quando George de Coûfontaine quer acabar com seu marido ignóbil, Sygne se precipita mortalmente em frente à bala destinada à Turelure.

 

Do ponto de vista do que nos interessa, a saber, o lugar sociopolítico feito à mulher na cultura ocidental, lê-se então na trilogia dos Coûfontaine (que eu não faço aqui que apenas introduzir), um tipo de desarticulação histórica da situação da heroína trágica. Lacan não deixa de identificar esta articulação, colocando o acento no fato de ser levada à recusa, ser levada à traição de tudo em que ela crê, e pelo serviço dos bens que caracteriza o destino de Sygne e então por uma parte, ao menos, o destino inconsciente do sujeito da modernidade no feminino.

 

E ele tira esta lição que teremos à meditar, segundo a qual emerge uma forma moderna de castração que se anuncia da seguinte maneira :

 

Retira-se a alguém seu desejo e, em troca, é ele que se dá a algum outro – ocasionalmente, à ordem social. (…) Vocês entenderam bem, penso, o que eu disse – retira-se ao sujeito seu desejo e, em troca enviam-no ao mercado, onde ele entra no leilão geral. Quero dizer – não é isso o que acontece no nível de Sygne?[12]

 

Então, sim, existe de fato no início do destino de Sygne uma formidável ilustração dessa forma moderna da castração que propõe à verdadeira mulher a troca de sua postura sagrada de intransigente cariátide do desejo contra uma encarnação na qual ela consente em ser oferecida como objeto de troca e de gozo no campo do político opondo aqui o filho da República ao Rei e a Igreja. Mas existe também nesse lindo drama de Claudel, iluminado pelo simples fato de que Sygne ocupa o lugar de única personagem no feminino desta peça, uma formidável reviravolta, porque mesmo que até aqui foi bem à recusa de tudo o que lhe foi mais querido que Sygne parecia ter se abandonado literalmente ao se precipitar à morte, ela se desprende finalmente do lugar de objeto de troca ao qual ela foi obrigada como esposa e como mãe nesses tempos turbulentos da reprodução sociopolítica onde os filhos heterossexuais lhe colocaram à serviço de seus bens. Mercado ou registro de bens no qual ela consentiu, de antemão, em vir a se instalar. Então sim, Sygne recusa. Ela trai os valores mais preciosos de seu ser, para se colocar à serviço dos bens, isso está entendido, mas, de outro lado – eu sublinho – Sygne se recusa de sua recusa e ela sai de cena pelo suicídio, criando o temor entre os homens, pois perto de sua cama de agonia os machos agora se aglomeram, na primeira fila o cura Badillon e até mesmo, segundo as versões, o Rei da França.

 

Os machos lhe pedem ao mesmo tempo perdão – prova que eles não são sem compaixão – e eles lhe pedem para ver por uma última vez seu filho. Mas Sygne se mantém inflexível e mulher entre as mulheres, verdadeira mulher, ela se recusa a perdoar, como ela recusa de ver seu filho ou seu ser-mãe. Nisto, ela vai de encontro a Medéia. Após, em seu leito de morte, ela

 

Se ajeita subitamente e estende violentamente os dois braços em cruz acima da cabeça; após, recaindo sobre o travesseiro ela entrega o espirito com um fluxo de sangue. E senhor Badillon seca-lhe piedosamente a boca e a face. Em seguida caindo em prantos, ele cai de joelhos ao pé da cama.[13]

 

Nós somos aqui, levados « para além de todo valor da fé »[14], conclui Lacan. E, de fato, Sygne diferentemente de Antígona, não apoia o desejo dos Deuses, o que faz o poder da mulher como mulher, Sygne traiu à serviço dos bens dos irmãos, ela cedeu tanto à Badillon quanto à Turelure, ela sacrificou seu ser pelas questões das posses da aliança soldando os interesses do Papa aos do Rei. Ela se tornou a esposa da abjecção e a mãe de uma criança não desejada. Mas ela escapa deste funesto destino de ser o objeto da dominação masculina por esse tipo de suicídio que conduz os machos – embora tarde demais – a buscar nela o perdão perante Deus. Sygne – in fine – escapa então aos machos, à dominação masculina, ao preço de seu ser e se reencontra além do serviço dos bens, sem no entanto que aquilo que fosse da ordem da Polis não seja restaurado, nem à sua geração, nem à do seu filho (veremos porquê). Podemos dizer que ela se suicida por nada. Ou melhor dizer, que ela se suicida pelo nada que é, repetimos isto, o inverso das posses pelas quais os detentores viris da dominação masculina suscitaram seu destino. Ou ainda, ela se suicida por um nada que objeta contra a lógica das posses, que governa esse poder político ao qual Sygne entretanto à princípio consentiu, até indicar o impasse… quanto ao desejo. Impasse quanto ao desejo, especialmente bem encarnado por esse filho não desejado e literalmente forcluído por sua Medéia de mãe.

 

Bom, Sygne se suicida por nada e este ato é bem-sucedido para nossa pesquisa no que ele deve nos fazer perceber que se o habitual do feminino se arrola enquanto papel de esposa, mãe ou cortesã, no regime político da reprodução do laço social, a mulher como mulher, se objeta ao serviço dos bens ou a mulher se perde. E se perde com ela o desejo que se motiva tão somente da falta.

 

E se queremos situar o lugar da mulher em relação à ordem do poder, não é suficiente evocar a generalidade de uma heterotopia onde ela perderia toda consistência de não existir.

 

Quem, entre os mais materialistas de nós, acreditaria na verdade pertinente de deduzir de sua inexistência a inconsistência de Deus ?

 

Para a mulher é igual : ela não existe, assegura Lacan, mais isto não quer dizer que ela seja sem consistência. E o que nos conduz agora à pensar seguindo os traços de Sygne  é que, na modernidade, toda mulher talvez se encontre mais do que nunca conduzida a se posicionar com relação a esta forma de castração cuja proposta, na modernidade, é de claramente trair seu desejo ou seu ser de desejo, ou ainda, de trair o desejo em si, em troca do que ela é arrolada à serviço das posses ou dos bens. E deste ponto de vista, não é completamente falso dizer que a evolução da história das mulheres no Ocidente parece bem designar um tipo de reorganização desta escolha, ou até um alargamento massivo do inscrição das mulheres à serviço dos bens. E isto além mesmo da ordem familial onde a dominação masculina soube gozar desde longa data para obter os filhos que foram, desde sempre, as posses do homem, bem como por suas esposas que nunca foram menos que isto.

 

Para ser breve, se Antígona adia a solução pelo casamento e filhos para garantir o desejo dos Deuses, a ordem do significante e a particularidade de seu irmão obviamente insubstituível, a primeira versão feminina de Sygne consente à degradação do casamento completamente determinado pela lógica dos bens e das questões políticas.

 

Mas tem mais, em nossa atualidade, pois acontece que além da troca de mulheres que nas estruturas complexas do parentesco assumem ainda largamente a reprodução das famílias, as mulheres se elevam, por exemplo, ao comando de vastas organizações onde elas se fazem empreendedoras, e dessa maneira, mulheres de poder. Mulheres de poder bastante modernas, mas a serviço dos bens. E vejam que a questão que me demoro a fazer por todo tipo de razões é sobre o remanejamento da situação sociopolítica feita à mulher na modernidade. Situação que exprime, mesmo antecipa ou mesmo se deduz dessa evolução da mitologia ocidental pela qual a pluma de Claudel teria enxertado o destino da mulher ao do crucificado, nos conduzindo de uma certa maneira à menos imaginar o fim da mulher como mulher, (mulher que não existe mesmo assim…), que o enfraquecimento correlativo da histérica, militante do nada e cariátide do monumento paternal degradado desde sempre, como ela já sabe.

 

Enfraquecimento social então da histérica, a ser questionado com sua eventual obsessionalização correlativa.

 

Mas, para continuar neste evento mitológico pelo qual a pluma de Claudel terá capitonné um inevitável ponto de cruz com a imagem da mulher vindo se sobrepor à do crucifixo na mitologia ocidental, eu acrescento que, o que é indicado, segundo Lacan, não é nada mais que uma « figura fascinante, da beleza erigida, tal como se projeta no limite para nos impedir de ir mais longe no coração da Coisa. »[15]

 

A Coisa, existem todos tipos de coisas. E essa figura fascinante da beleza feminina deverá esperar, na trilogia de Claudel, pela terceira geração para que uma outra mulher, a qual por sua vez tornou-se uma figura divinizada e crucificada (a bela Pensée), arranque, nessa filiação, o desejo da maldição onde o gozo ordinário do pai (Turelure) havia colocado um impasse, como já indiquei suficientemente.

 

Então, se vos digo isto, é para nos fazer bem perceber, o quanto, para Lacan, são as mulheres as fiadoras do desejo – é o seu poder de mulher como mulher – e é um poder que, como ele assevera, erige a beleza contra o gozo da Coisa onde encontramos em Claudel uma versão paternal no gozo de Turelure, tornado em Lacan a figura paradigmática do “pai humilhado” a qual aparece bastante, de meu ponto de vista, como um pai que eu diria sobretudo humilhante.

 

Figura obscena, em todo caso, do gozo colocando o desejo em impasse. E eu acrescento que se foi preciso três gerações para que o desejo encontre seu desembaraço na trilogia de Claudel, é também porque foi preciso esperar a terceira geração para emergir em cena a beleza de uma mulher judia e cega. Tendo entendido que Sygne deixa no mundo um menino não desejado de quem o pai, Turelure, cobiça a noiva, ao mesmo tempo em que o inclui no seu próprio gozo pois este filho se conduzirá a copular com a amante (de Turelure) com o qual o jovem Lacan, de 1938, fez o arquétipo do pai humilhado, e a causa da grande neurose contemporânea que ele acreditava então perceber. Assim também Lacan acreditava perceber então o famoso declínio do imago paternal, cujo diagnóstico, do meu ponto de vista – vejam minhas últimas obras[16] – é um dos recursos mais potentes do que eu considero como o maior desvio que arrisca hoje levar a psicanálise a um tipo de ortopedia do pai onde ela (a psicanálise) se recusaria por sua vez aos seus próprios valores ou ao seu ser mesmo; mas onde também, política indispensável, ela poderia concorrer, mesmo com seu corpo que se defende, e de maneira, digamos, assustadora, a esse tipo de revolução nacional que ameaça estar hoje engatilhada e que vemos desenhar-se via a promoção no plano das massas de um ideal nacionalista passando pela bem nomeada « desdiabolização » do gozo de um pai que, neste caso, vale tão bem como encarnação moderna da coisa humilhante e segregativa polarizando nosso campo político.

 

Turelure, Presidente ! Como seria possível ?

 

Bem, é um fato que aqui, na segunda geração dessa família política, ao mesmo tempo que a terceira que dá à segunda o reforço de um catolicismo militante, vemos se formar sob nossos olhos, em nosso campo político, um tipo de aliança das filhas que é própria para mascarar de seus seres o diabólico gozo nacionalista que o pai humilhante coloca à Frente. E acrescento que, se abordo aqui esta questão, o que está em jogo é muito importante, no que se refere à clínica das massas e que somente, talvez, a psicanálise possa ajudar a evidenciar o mecanismo pelo qual a beleza das filhas em política, seus seres, seus poderes, possa aqui contribuir para polarizar o desejo dos inocentes que, acreditando levar a donzela aos mais altos cargos da República, não percebem mais, ou mal, a vontade de gozo humilhante e segregativo que as filhas devem ao engendramento paternal.

 

O futuro talvez me desmentirá ao mostrar que a mecânica do desejo causado pelas filhas terá, neste caso, elevado o gozo mórbido do pai ou ainda – como limite das cariátides – nós veremos que o nojo ou o ódio inconsciente da filha pelo gozo do pai poderia dar cabo desse gozo promovendo notadamente aos mais altos cargos dessa Frente que se tornou muito estranha, um tipo de gozo homossexual macho – um tipo de lobby gay – o qual esperamos para ver como e até onde ela poderia aproximar – se (sem destruições maiores) com esse tipo de pai que, diferente de Turelure, terá sobre a cena política e então pública,  parido desta vez de algumas cariátides ocupadas em disfarçar com sua máscara de beleza loira, a vontade de gozo de uma organização paternal que por precisar ser « desdiabolizada », se autentifica então, em après-coup, como simplesmente diabólica[17].

 

Turelure, menos feliz, teria apenas dado à luz a um menino o qual o nome de Luís não foi suficiente para recobri-lo deste manto de beleza que recai sobre as mulheres de encarnar oportunamente para recobrir um tipo horrendo de gozo paternal desde onde procedem suas vidas.

 

Alguma coisa está podre no campo do Outro (a escrever S (Ⱥ)).

 

Sim, eis certamente uma das formulas constitutivas da subjetividade moderna, que seja para pensar com Lacan. Mas acrescento, para fins de análise política, quer o gênero do sexo engendrado pela coisa paternal não introduz ao mesmo destino sociopolítico, quer se trate de uma filha ou de um filho, de Turelure ou do pai da Frente. Porventura, somente talvez, a psicanálise poderia ajudar a perceber, como nossa disciplina aparece talvez incontornável no que diz respeito à análise daquilo que emerge sob nossos olhos no nosso campo político de hoje, desmentindo também o fato de que o poder político é perfeitamente separado dos complexos familiares e que o poder, neste campo como em outros, escaparia aos efeitos da diferença sexual.

 

De onde a necessidade hoje de engajar uma pesquisa que esboçaria um tipo de retomada deslocada do texto de Freud (de 1925) e que poderia ser intitulada « Algumas consequências políticas da diferença anatômica entre os sexos »18. Consequência política então e não mais simplesmente psíquica.

 

De onde minha imprudência a evocar para este dia a figura majoritária de uma mulher de poder em nosso campo político que naturalmente aparece evidentemente primeiro como uma filha.

 

Enfim, e uma vez que eu propus evocar o esquema diretor da antropologia psicanalítica que domina nossos trabalhos, diria para totalizar que o que se percebe melhor agora, ao menos eu espero, é que a mulher como mulher, a verdadeira mulher na sua completude de mulher está situada do lado do ser e que isto tem importantes incidências no que se refere à situação com relação ao poder, com relação ao campo sociopolítico da clínica do caso e da das massas. O poder dos machos se situa quanto à ele, mais claramente do lado das posses.

 

Desde onde se deduz uma desarmonia entre os dois sexos sem relação sexual, certamente, mas não sem relação, pois vimos do ponto de vista do campo político, o ser sublime de Sygne é enganada em todos os sentidos do termo, pelos homens aos quais ela se encontra socialmente vinculada.

 

O que faz primeiramente a figura emblemática da mulher confrontada a esta forma moderna da castração pela qual, repito, seu desejo é retirado do sujeito que, em seguida se encontra lançado à ordem social, uma ordem aqui abominada. Sygne torna-se então um bem à serviço dos bens da dominação masculina. Mas, para meu breve esquema diretor, não situo aqui nada mais que o que, da mulher, consente desde sempre a se colocar ao serviço do bens para assegurar ao mesmo tempo a produção do que Lévi-Strauss chamava de As estruturas elementares do parentesco que são, naturalmente, polimorfas. A mulher, nessa tecelagem do laço social, torna-se esposa, mãe, e se for o caso, amante.

 

Relembramos então que, neste registro das posses, os machos trocam as mulheres como bens entre os bens. E, nos perguntamos, por que então o poder da troca dos bens como o poder político volta-se então, tradicionalmente, aos machos ?

 

Eu responderia claramente : porque sim !

 

Porque sim o quê ?

 

E bem, não existe outra razão que aquela que eu chamaria a razão sexual do poder das posses, um poder ao mesmo tempo arbitrário, quer dizer, fundado no imaginário corpo viril ; poder que é então arbitrário e no entanto universal. De onde o fato que, como eu já havia indicado19, não existe traços do matriarcado na história das civilizações, nem de idealização da mãe. É então um fato arbitrário e universal que a idealização em todas as civilizações é para o homem e que existe então um tipo de complacência somática no princípio universal do poder das posses da dominação masculina, hoje de uma fração ao menos no Ocidente.

 

Mas, digamos que, do ponto de vista da psicanálise, quem tem é o pai e mesmo o pai morto, e que tem o quê ? E bem, para Freud, é aquele que possui as virgens.

 

O que explica o motivo em particular de, do lado das mulheres, ser exatamente a virgem quem é idealizada e não a mãe. Mas a virgem é naturalmente do lado do nada, do lado do ser. O que faz o casal ideal, é mesmo o pai morto, ou deteriorado, e a filha ou a donzela.

 

É então pouco surpreendente do ponto de vista freudiano, de observar a incrível capacidade de polarização no nosso campo político deste casal constituído de uma filha, que eu diria, primeiro casada com seu pai mas também polarizada pelos seus amigos homossexuais machos.

 

E não é também incoerente de observar nessa lógica que esta filha conduz uma política, não no registro das posses onde se situa amplamente o resto do campo político, mas do lado do ser (ser francês), enquanto que é o registro econômico dos bens que, de maneira dominante, mobiliza de maneira extensiva o resto dos partidos do nosso campo político, fazendo do discurso político isto que se tornou largamente hoje : um discurso econômico.

 

Então, existe de fato um poder político da filha em nosso campo político. Há um poder do ser recobrindo o querer de um pai que teve a genialidade de perceber no ser da virgem o manto do ritual apropriado para recobrir sua diabólica vontade de segregação.

 

Eis então um rápido raio de luz analítica sobre a mulher de poder, talvez a mais poderosa do nosso campo político, e que por conduzir a partir de seu ser uma revolução nacional neste momento, como eu já disse, nas suas mãos, deve ser sem mais delongas levada em conta para nossa clínica das massas a qual procuraria elucidar ao menos em partes a incidência do poder no feminino na atualidade do mal-estar.

 

Sygne, por sua vez, não queria o querer de Turelure. Certo, mas ele era seu marido e não seu pai.

 

Em resumo, do lado do ser, do lado da mulher como mulher, há então usos diferenciais do poder do ser do qual a incidência maior é, repitamos, muito geralmente de causar o desejo.

 

Mas trata-se aqui dos usos do poder da mulher completa, o poder das mulheres que continua do lado do ser e naturalmente, para nosso esquema, resta que a mulher descompleta aquela que se faz mãe, esposa ou cortesã, abandona o registro do ser por aquele das posses e pelo serviço dos bens onde ela exerce outras modalidades de poder que nós iremos igualmente elucidar. Que contemplemos por exemplo – no que se refere ao poder da cortesã – a influência na corte do Rei da França da bela Madame de Montespan, a favorita de Luís XIV com quem ele teve sete filhos sem jamais ascender ao status de esposa, pois, como bem entre os bens, foi a infante da Espanha a escolhida como esposa do jovem Rei por sua própria mãe com a louvável ambição de pôr fim aos vinte e cinco anos de guerra entre a França e a Espanha.

 

Aqui verificamos que o regime da troca de bens ou de mulheres se faz pelo bem da Polis e que, se for preciso por razão analítica distinguir entre ser e ter, não é com fins de idealização, mas sim de progresso da análise clínica para qual enfim indico que além da verdadeira mulher localizada no registro do ser, a esposa ou a cortesã estão dispostas no campo do político do lado das posses e como posses.

 

E eu não poderia concluir este breve esquema sem evocar a campeã incontestável das mulheres de poder, a saber, a mãe cujo poder fetichista é também situável no registro das posses. Poder da mãe que pede sem cessar para ser reduzido, ao ponto em que eu poderia dizer,  para ser moderno, que a barriga de aluguel é exatamente o processo maior que a cultura exige de cada mãe.

 

Fim então deste esquema diretor onde vemos que a mulher colabora como mãe, esposa ou cortesã ao gozo masculino dos bens e que há nisto um mais-além do serviço dos bens no qual a mulher como mulher, a verdadeira mulher, em sua completude de mulher, diria Lacan, se distingue ao exercer de maneira polimorfa um poder do ser. Como aquela que se fez soldado deste pai que a reconheceu como apropriada a encarnar o ideal nacionalista de uma Joana a qual o programa político visa in fine à reduzir tanto a lógica das trocas como à negar a responsabilidade dos atos do sujeito para retenir contra ele sua responsabilidade de ser, ser judeu, muçulmano, estrangeiro, etc.

 

Sygne, por sua vez, recusa de fazer-se de soldado de Deus e indica por aí uma outra saída[18].

 

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[1]                     J. LACAN, Seminário, livro VIII – A transferência, Rio de Janeiro, Jorge Zahar Ed, 2010.

[2]                     P. CLAUDEL, « L’Otage », La Trilogie des Coûfontaines, Paris, Gallimard, 1965, p. 219-307.

[3]                     Id., p. 232.

[4]                     Id., p. 227-228.

[5]                     M. ZAFIROPOULOS, La question féminine, de Freud à Lacan : la femme contre la mère, Paris, Puf, 2010.

[6]              S. FREUD, “ Psicologia de grupo e análise do ego”,  Edição Standard Brasileira das obras psicológicas completas de Sigmund Freud, Rio de Janeiro, Imago, 1996, vol. 18.

[7]              S. FREUD, “ O tabu da virgindade”, op. cit., vol. 11.

[8]                     P. CLAUDEL, « L’otage », op. cit., p. 262.

[9]                     Id., p. 263.

[10]                  Id., p. 269.

[11]                  Id., p. 273-274.

[12]                  J. LACAN, op. cit., p. 399.

[13]                  P. CLAUDEL, « L’otage », op. cit., p. 297.

[14]                  J. LACAN, op. cit., p. 346.

[15]                  J. LACAN, op.cit., p. 382.

[16]                  M. ZAFIROPOULOS, Du mythe du Père mort au mythe du déclin du père de famille…où va la psychanalyse ? Essais d’Anthropologie psychanalytique I, Paris, Puf, 2013 ; Le symptôme et l’esprit du temps. Sophie la menteuse, la mélancolie de Pascal, et autres contes freudiens – Essais d’Anthropologie psychanalytique II, Paris, Puf, 2015.

[17]                  Oito meses após minha intervenção a história se acelera e « O escritório executivo da Frente Nacional, reunido em formação disciplinar, deliberou e decidiu, com maioria requisitada, pela exclusão do Sr. Jean Marie Le Pen como membro da Frente Nacional » anuncia um comunicado difundido na quinta-feira 20 de agosto de 2015, como para não somente confirmar o bem fundado da hipótese que eu avançava no 07 de janeiro de 2015, mais sobretudo demonstrar que a psicanálise « é uma ciência social » (como já apoiava Lévi-Strauss) e aqui uma ciência política sem a qual seria bem difícil de se localizar quanto ao que eu chamaria a incidência dos complexos familiares no centro mesmo do campo político. Dessa forma os especialistas ou simplesmente o leitor interessado terá talvez menos resguardo ao se reportar ao uso que eu faço da experiência psicanalítica para entender as práticas políticas, mesmo das guerras, como me dei conta − mas no après-coup − no primeiro volume dos meus ensaios de Antropologia Psicanalítica « Du Père mort au déclin du père de famille : où va la psychanalyse ? » e poderia ser também que meu ponto de vista sobre o funeste destino da orientação da psicanálise motivado pela ideia do declínio do pai não seja também totalmente desnudado de lucidez.

18                  18 O título do texto de Freud de 1925 é « Algumas consequências psíquicas da distinção anatômica entre os sexos » (1925), op. cit., vol. 19.

19                  19 M. ZAFIROPOULOS, « Qu’est ce que le matriarcat? », Du mythe du Père mort au déclin du père de famille, op. cit. ; La question féminine de Freud à Lacan ou la femme contre la mère, op. cit.

[18]                  Tradução: Juliana KÖNIG BORNHOLDT, Marcos VINICIUS BRUNHARI.

 


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(RUS) Sygne-полиглот – Маркос Зафиропулос


Editorial


 

По причине увеличения числа международных контактов и утверждения интернационального характера Международной Группы Психоаналитической Антропологии (CIAP), важной составляющей которой является журнал Sygne, мы решили предоставить нашим читателям первый выпуск журнала, показывающий нашу многоязычную направленность. Это мы и сделали в надежде — посредством языков — вывести из изоляции размышления Фрейда о специфике страдания современного человека, о котором, на уровне частного случая, свидетельствуют множество симптомов и фантазмов, а также большое разнообразие культурных недомоганий с которыми оно связано, если учитывать, что субъект бессознательного — это функция языка, мифов и обычаев, структур родства, в том числе социально-исторических конъюктур, требующая для расшифровки так называемую состыковку между психоаналитическим опытом и достижениями других социальных наук (История, социология, этнология и т. д…). Наконец, кульминацией того, что мы называем психоаналитической антропологией, является не что иное, как раздел психоанализа, разработанный на базе масс, где мы находим непреходящую традицию фрейдистских текстов, от Культурной сексуальной морали до Моисей и монотеизм через Тотем и табу, или Психологию масс и анализ человеческого Я. Согласие Лакана с этой фрейдистской точкой зрения неоспоримо, учитывая то, насколько он проникся желанием Фрейда. Сперва это  желание возвращается в Париже через голос Лакана, а затем и во всемирный масштаб, где в свою очередь, скромно но прочно располагается желание нашей ассоциации. Верно то, что именно этот возврат направляет нашу работу: и не только через верность переносу, но и потому что, следуя путям ведущим от Фрейда к Лакану, мы видим всё то, что этот последний привносит в обновление эффектов символических отправлений, сопровождающих историческую эволюцию западной культуры в их влиянии на формальную оболочку симптома. Мы также обязаны работам Лакана в решении некоторых значимых вопросов, оставленных Фрейдом — и, по крайней мере, для одной части —, без возможности ответить на них, например, в отношении психозов или женского вопроса. Лакан не переставал возвращаться к этим вопросом в соответствии с ритмом, налагаемым периодизацией его исследовательской мысли, проходящей, в частности, от момента его социологических исследований к структурному моменту и, наконец, возможно, к логическому моменту[1].

 

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[1]Traduction Maria  KARZANOVA

 


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(EN) Polyglot Sygne – Markos ZAFIROPOULOS


Editorial


 

Given the global nature of the conversation and the international dimension of the Cercle International d’Anthropologie Psychanalytique (CIAP), of which Sygne is the principal voice, it was imperative that we move quickly to offer to our readers this issue called Babel to prove that Sygne is indeed multilingual. Here it is. I hope that this issue will contribute to make accessible through the languages Freud’s insights into the torments of modern man, whose profound specificities are attested to by the manifold symptoms and phantasies that we encounter in our clinical work as well as by the wide diversity of the expressions of discontent in modern civilization from which they arise. This link is inevitable, given that the subject of the unconscious is a function of language, of the myths and rituals, the structures of kinship, but also the socio-historical movements, which in order to become meaningful require a cross-fertilization between what can be brought to light in the psychanalytic experience and the advances of the other social sciences (history, sociology, ethnology, etc.).

 

The sum of these interactions culminates ultimately in what we call psychoanalytic anthropology and which is nothing else than a new chapter of psychoanalysis written with the collective in mind, where we respectfully join the great tradition of Freudian texts from Civilized Sexual Morality and Modern Nervous Illness over Totem and Taboo and Collective Psychology and Analysis of the Ego to The Man Moses and Monotheism.

 

Lacan’s affirmation of this Freudian perspective is undeniable, given that he affirmed Freud’s desire in its totality. The latter thus returned articulated through Lacan’s voice first in Paris and then on the global scene, where we modestly but determinedly place ourselves, given that it is primarily this return that orients our work. We do so not primarily because of transferential loyalty, but because we see in following the paths leading from Freud to Lacan everything that the latter bring to the effort of updating the impacts of the symbolic contortions that accompany the historical evolution of Western civilization inasmuch it they affect the formal envelope of the symptom. Similarly, we owe to Lacan’s work several crucial clarifications of some of the great questions that Freud left us, sometimes, partly at least in a state of stalemate, such as, for instance, the question of psychosis or the feminine question, which were constantly worked through by Lacan according to the rhythm imposed by the different periods of his research, which passed notably from a sociological period through a structuralist period and finally, perhaps, a logician period[1].

 

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[1]Traduction Jan Horst KEPPLER

 


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(RO) Sygne poliglotă – Markos ZAFIROPOULOS


Editorial


 

Având în vedere actualul context, cel al mondializării schimburilor, precum şi dimensiunea internaţională a Cercului nostru (Cercul Internaţional de Antropologie Psihanalitică – CIAP) pentru care Sygne este voce, considerăm că este imperios necesară punerea la dispoziţia cititorilor noştri a unui număr „Babel” prin care atestăm faptul ca Sygne este poliglotă. Este cazul actualului număr care prin pluralitatea limbilor va facilita, sper, descifrarea freudiană a suferinţei omului modern în profunda sa particularitate – de care dă seama însăşi pluralitatea simptomelor şi fanstasmelor în clinica de caz precum şi excepţionala diversitate a formelor de malaise,  indispoziţii în cultură cărora aceste simptome le corespund, întelegând aici că subiectul inconştientului este funcţie de limbaj, de mit si de rit, de structură de înrudire dar şi de conjunctură socio-istorică, funcţie care, pentru a deveni inteligibilă, impune capitonajul între ceea ce poate fi adus la lumina de către experienţa psihanalitică şi rezultatele celorlaltor ştiinţe sociale (istoria, sociologia, etnologia, etc.)

 

Acest ansamblu culminează cu ceea ce noi numim  „antropologie psihanalitică”, ce nu este nimic altceva decât un capitol al psihanalizei dezvoltat pe versantul colectiv în cadrul căruia regăsim marea tradiţie a textelor freudiene: de la „Morala sexuală culturală şi nervozitatea modernă”, până la „Moise şi monoteismul”, trecând prin „Totem şi tabou” sau „Psihologia colectivă şi analiza eului”.

 

Faptul că Lacan şi-a însuşit această perspectivă freudiană este puţin contestabil, având în vedere că acesta şi-a asumat în întregime dorinţa lui Freud care se întoarce astfel mai întâi la Paris prin vocea lui Lacan iar mai apoi pe plan mondial, acolo unde, cu modestie dar şi cu determinare, ne situăm noi înşine ţinând cont că propria noastră muncă de cercetare este orientată de această întoarcere, nu datorită sau nu doar datorită fidelităţii transferenţiale, ci datorită faptului că parcurgând drumul care duce de la Freud la Lacan, înţelegem  întreaga contribuţie a acestuia din urmă cu privire la actualizarea efectelor deplasării simbolice ce acompaniază evoluţia istorică a culturii occidentale, afectând învelişul formal al simptomului.

 

Totodată, datorăm operei lui Lacan câteva soluţii cruciale la marile întrebări lăsate uneori, cel puţin în parte, în impas de către Freud – cum ar fi spre exemplu problema psihozelor sau chestiunea feminină, subiecte reluate necontenit de Lacan potrivit cu periodizarea muncii sale de cercetare, respectiv trecerea de la perioada sa sociologică la perioada structuralistă şi în fine, probabil, a logicii[1].

 

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[1]Traducerea – Paul ROBE


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(POR) Sygne polyglota – Markos ZAFIROPOULOS


Editorial


 

Levando em conta a mundialização das trocas e da dimensão internacional do Círculo Internacional de Antropologia Psicanalítica (CIAP) da qual Sygne é uma grande voz, era preciso disponibilizamos aos nossos leitores um número Babel atestando que Sygne é poliglota. É o que foi feito neste número. Espero que ele contribuirá pelas línguas com a elucidação freudiana dos tormentos da modernidade em suas profundas particularidades testemunhadas na pluralidade dos sintomas e dos fantasmas da clínica, como na eminente diversidade do mal-estar pelas culturas. Entende-se que o sujeito do inconsciente é uma função da linguagem, dos mitos, dos ritos, das estruturas do parentesco e das circunstâncias sócio-históricas. Sua inteligibilidade exige esse tipo costura entre o que pode ser atualizado pela psicanálise e o avanço das outras ciências sociais (história, sociologia, etnologia etc). Este conjunto culmina no que chamamos de antropologia psicanalítica, um capítulo da psicanálise desenvolvida sobre a dimensão coletiva do sujeito onde encontramos uma grande tradição nos textos freudianos ; da Moral sexual civilizada ao Moisés e o monoteísmo passando por Totem e tabu à Psicologia das massas e a análise do Eu e Lacan endossou essa perspectiva freudiana. O conjunto do desejo de Freud fez seu retorno pela voz de Lacan, primeiro em Paris e em seguida no plano mundial, onde nos situamos modestamente, mas orientados por este retorno. Não se trata apenas de fidelidade transferencial, pois seguindo os caminhos que levam de Freud à Lacan, percebemos a atualização dos descompassos simbólicos que acompanham a evolução histórica da cultura ocidental afetando o envelope formal do sintoma. Devemos à obra de Lacan algumas resoluções cruciais de grandes questões deixadas por Freud e alguns de seus impasses, como é o caso das psicoses ou da questão feminina sempre retomadas por Lacan, segundo os períodos de sua pesquisa, passando do momento sociológico, para o momento estruturalista e talvez enfim, ao momento logicista[1].

 

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[1]Traduction : Renato SARIEDINNE