Las lecciones de Sygne de Coûfontaine. El poder de las mujeres y Las mujeres de poder* – Markos ZAFIROPOULOS

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Las lecciones de Sygne de Coûfontaine. El poder de las mujeres y Las mujeres de poder* – Markos ZAFIROPOULOS

DOSSIER

ARTICLES EN LANGUE ESPAGNOLE

*Jornada del 1è de enero de 2015 del Cercle International d Anthropologie Psychanalytique

 

Antes de proponer una especie de esquema director propio para ordenar nuestro punto de vista sobre las relaciones complejas partiendo del campo socio político sobre el destino de la mujer. Primero que todo, quisiera que nos refiriéramos al centro del ejemplo clínico, que nos pone una vez más, con Lacan, en la pista de los trazos, posiblemente los más distintivos de lo que yo llamaría la situación de la mujer frente al poder político y social de la modernidad. Situación que fue personificada de manera paradigmática por aquella que Lacan hubiera escogido en el libro viii del seminario titulado Le Transfer[1], como analizador de lo que es en la actualidad el mito de Edipo, polarizando lo inconsciente del sujeto de la modernidad; sujeto aquí en femenino, a saber : el sublime Sygne de Coûfontaine  en el que Claudel sitúa el destino trágico en el ambiente del drama postrevolucionario durante el cual Francia de Nombre-del-Padre (sobre el contenido) y donde el poder napoleónico se instala, aunque ya sacudido por la restauración que vera transitoriamente Luis XVIII para recuperar el trono de Francia.

 

En resumen, bajo la pluma del poeta, escribiendo una trilogía – que en el paso desmiente la idea de la ausencia de tragedia en la modernidad -, los machos de Francia se peleaban por el servicio de los bienes y la primera escena de L‘otage[2] se abre bajo los encuentros de los Coûfontaines. En esta primera escena, Sygne cuenta a su primo de regreso de la guerra como, después del asesinato de sus padres y del desmembramiento del dominio familiar, Ella se empecinó en volver a dar su unidad al yo-ideal típico del dominio. De la misma manera como ella se empecinó en recomponer el crucifijo. El hombre de bronce, una vez supliciado por el odio de los revolucionarios, habiendo sumado una masacre de los monjes cistercienses que la familia abrigaba bajo su dominio, el mártir del cristo, el cual ella pacientemente reunió las piezas el cuerpo fraccionado.

y ahora el gran buen-dios negro corroído por el sol y la lluvia, el escandaloso supliciado, velo aquí, entre esos muros escondidos de los hombres con nosotros y nosotros volvemos a comenzar con el cómo exiliados que se vuelven a hacer un hogar de dos tizones puestos de lado[3]

 

… dice ella, para cerrar la narración, lo que le hace a su primo. Narración por la cual se verifica que en esta interpretación cristiana del axioma de Max – « La tierra hereda del hijo del campesino »-, el dominio como bien se encuentra elevado a la dignidad de lo sagrado, lo que coloca en el buen orden la concepción que uno debe hacerse de la organización del régimen de las relaciones entre el hombre y los bienes : en lo que concierne a este tejido, los bienes son lo primero. De ahí se deduce, que ponerse a su servicio, es de una cierta manera, el orden natural de la alienación del hombre a la cual Lacan busca una salida por la vía del psicoanálisis.

 

« Como la tierra nos da su nombre, yo le doy mi humanidad” (…) es por esto que precede del de, el yo soy el hombre que lleva su  nombre por excelencia »[4], confirma Georges de Coûfontaine, volviendo de la guerra , con su único nombre como tesoro, puesto que sin su esposa quien lo hubiera deshonorado con el delfín y sin sus hijos, mortalmente desaparecidos por una fiebre extraña.

 

De entrada, entonces uno comprende entonces que la aventura guerrera de la destrucción de los bienes (a lo lejos) ha privado al macho de los Coûfontaine de sus haberes (su mujer y sus hijos), incluso que de cerca, la revolución lo privó  de la unidad de su tierra, de la unidad de su cuerpo, de la unidad de su Dios y que el vuelve a la paciente obra de Sygne (la niña) de haber ordenado la figura divina del hombre de bronce a la cual ella se condena para garantizar la estabilidad de espejo dominial l, el cual el nombre tapiza el  régimen simbólico de la nobleza cristiana. Los herederos de esta tierra : tapizaje del cual la virgen Sygne, se hace garantía, así como Antígona lo hizo hace 25 siglos, según Lacan la garantía misma del significante encarnada por la unidad de su hermano.

 

En la desdicha de la destrucción radical de los bienes, en donde se precipitan los machos en el nombre-del- padre vuelve de manera extraña a la heroína trágica de garantizar el régimen simbólico del lenguaje y de los nombres. Lo que nos vuelve a conducir enseguida al orden sagrado del más allá de los bienes en donde el padre, incluso muerto o desmembrado por el hijo, se encuentra en ocasión sostenido por la hija, haciéndose diosa y cariátide del orden simbólico en donde se fomenta el reanudamiento de los intercambios de bienes y de generaciones.

 

Breve, hay más allá de los bienes y un más allá de los bienes de la cite.  He aquí, según yo, lo que se nos impone a pensar tanto en el Sygne como en el Antígona o Medea, reunidos aquí bajo la relación que ellas sostienen y que ellas hacen prevaler bajo el régimen del ser, de lo sagrado y de lo particular contra el régimen de las posesiones de la ciudad y la política de los machos.

 

Ustedes ya comprenden que, en ese sentido, yo intento articular una especie de desarmonía relativa oponiendo el poder de los machos que se enfrentan por los bienes, al poder que yo no retrocederé en designar como espiritual en el compromiso socio político de la verdadera mujer[5] o de las mujeres como mujeres. Aquellos que siguen mi trabajo percibirán aquí una especie de continuación de la oposición que yo promuevo después de mi cuestión de lo  femenino[6] para distinguir en el plano heurístico el estilo de precipitación de los machos que se hace en el nombre de los bienes, mientras que aquel de las mujeres, en tanto que mujeres se hacen  voluntarias en el nombre del ser, y por lo consiguiente en nombre de nada que motive el deseo contra el régimen de las posesiones en donde se impone la satisfacción y por consecuencia el fin del deseo. Sobre este punto volveré.

 

Pues, si yo ya he dicho que esta oposición entre el ser y el tener exige, por parte de los freudianos en particular que completen el trabajo de investigaciones referentes a lo que yo llamaré la socialización diferencial de los sexos. Le agrego que esta socialización no lo es sin la variación socio-histórica. Dicho de otra manera, si yo digo que le falta  al texto de Freud Psicología de las masas[7] su garantía en cuanto a la organización masiva de las mujeres y si yo digo que al menos esa garantía esta al menos esbozada en el bello texto de Freud, El Tabou de la Virginidad[8]. Desde mi punto de vista esto no es aun suficiente. Así, respecto al ser y a las posesiones (en las contribuciones socio políticas), es un hecho que la situación de las mujeres evolucione históricamente, al menos en occidente (y aquella de los hombres también).

 

Pero, volvamos a Sygne ; ahí donde los dejé. Pues como ustedes lo comprendieron y en el fondo de los hallazgos de la unidad sagrada de la tierra, los primos se encuentran saciados por la atracción del dominio englobado, como por la lógica de la alianza a volverse a lanzar. Ellos, se confiesan entonces su amor haciendo promesa de matrimonio.

 

Desde luego, entonces toda irá mucho mejor en el mejor de los mundos trágicos de la nobleza de Francia. Y sino es que el primo, no haya encontrado mejor que llevar en sus maletas al papa, previamente retenido en una ciudadela napoleónica, y que tenga en la cabeza repatriarlo hacia los territorios del rey de Francia, para volver a lanzar el partido de la alianza entre la iglesia y el rey.

 

Patatras, la política donde se extenúa el poder de los machos es por la falta del joven instalado primero como clandestina en el albergue de Sygne y si es necesario para ver ahí claro lo que diferencia el hombre de la mujer. En lo que se refiere al análisis del registro complejo del poder. Ellos son los dos sexos, y bajo este ángulo, y no sin relación puesto que los actos de los unos – aquí la toma de rehenes – tienen una incidencia evidente sobre el destino de los otros. Aquí, el destino de las mujeres, relegada primero al servicio de los bienes, luego elevada en el drama al nivel de la crucifixión y por lo tanto de lo sagrado, como también lo veremos.

 

Bueno, continuo. El papa está en la plaza y he aquí, que el acto 2, la cortina se levanta sobre el barón Turelure, un hombre alto de nariz estrecha y muy brusco, un prefecto de la Republica, el cual la discreta cogería introduce  el escalofrió en el espectador, y más aún cuando se trata del hijo de una cocinera (en el otro tiempo al servicio de Coûfontaine) y de un sobador precipitando el horror de Sygne, cuando confiesa el mismo haber ordenado el crimen de masa de los monjes y de los nobles padres de Sygne. Pero « Lo que es verdad es mucho más. ¡ Yo los hice matar por amor a la patria con el puro entusiasmo de mi corazón ! » exclama él. Como para hacernos verificar una vez más – lo que es mi tesis, desde hace tiempos. Que los crímenes de masas se hacen en nombre del padre (aquí, la patria), crímenes de masas, siempre perpetrados por criminales sin remordimientos, y esta confesión de Turelure en el drama indica igualmente a Sygne que debe de inmediato apreciar correctamente la amplitud de su poder político de destrucción, así como la amplitud de su crueldad prefectoral. Lo que Turelure articula de primero para enseguida indicar que él sabe sobre la presencia del papa en la morada de los Coûfontaine. En consecuencia, el anuncia naturalmente lista la captura del jefe de la iglesia, salvo que la noble Sygne no pretenda esposarlo.

 

« Sygne, salva tu Dios y tu rey »[9] murmura a voz baja el infama Turelure antes de indicar su querer : « yo tomare la tierra, y la mujer, y el nombre »[10]. He aquí, situados los engranajes políticos en cuanto a los bienes, del lado de los machos. Del lado de Sygne, la trampa se cerró sobre ella puesto que ella ahora es empujada a un degradante matrimonio para salvar el papa, la iglesia, Dios, y el rey, es decir para salvar todo lo que ella cree. Pero… diferencia de los sexos obliga a ofrecer su cuerpo al servicio de la política de los bienes, y esto no va con la heroína. « Debo yo salvar el papa con el precio de mi alma »[11] se pregunta la noble señorita que ama a Georges Coûfontaine, tiene a Turelure en honor, etc. Pero… no hagamos durar el suspenso, la virgen consiente, por lo tanto – bajo los asaltos repetidos de su director de consciencia, el cura Badillon – a esposar al hijo de la sirvienta y del brujo – yo cedo[12].

Sygne consiente :

Así, entonces yo, Sygne, condesa de Coûfontaine. Yo esposaré de mi propia voluntad Toussaint Turelure, el hijo de mi sirvienta y del brujo Quiriace. Yo lo esposare en frente de Dios en tres personas, y yo le jurare fidelidad y nos pondremos el anillo en el dedo. El será la carne de mi carne, y el alma de mi alma y sé que Jesucristo está por la iglesia, Tousaint Turelure lo será para mi indisoluble. El, el carnicero de 93 cubierto de sangre de los míos. El me tomará en sus brazos cada día, y no habrá nada de mí que no sea de él. Y de él naceran mis hijos en quien estaremos unidos y fundidos. Todos esos bienes que yo he recoltado no son para mí. Aquellos de mis ancestros, aquel de sus santos monjes. Yo los tendré en dotes y es por él que yo hubiese sufrido y trabajado, la fe que yo he prometido, yo la traicionaré. Mi primo todos traicionó, y no me tiene más que a mí ; ¡ Y yo también, yo le faltaré, la última ![13]

 

¡ Vean la importancia del progreso en la mitología occidental en cuanto a la historia ! A diferencia de la heroína trágica Antígona o de Medea, Sygne traiciona. Ella traiciona todo lo que constituyen sus valores para salvar al papa o, mejor dicho, la alianza política de la iglesia y de la realeza. Sygne es conducida a los extremos de la objeción por y para el poder político de los machos.

 

Desde este punto de vista y para ir rápido, yo resaltaré que Sygne no se exenta de ninguno de los deberes del matrimonio, puesto que habiendo consentido a venir a ocupar este lugar de objeto de intercambio que le han designado los hombres de su propio medio :

  1. Tiene de Turelure un hijo y ella se vuelve madre
  2. Pero hay más, a las reglas del matrimonio, Sygne agrega incluso una flexibilidad al deber del amor puesto que, Georges de Coûfontaine quiere terminar con su detestable marido, Sygne se precipita delante de la bala destinada a Turelure hiriéndola mortalmente.

 

Desde el punto de vista que nos interesa, a saber, el lugar socio-político otorgado a la mujer en la cultura occidental. Significa entonces que hay que leer en la trilogía de los Coûfontaine (que yo no he hecho más que rozar) una especie de desencajamiento histórico de la situación de la heroína trágica que Lacan no hace más que resaltar, poniendo el acento en el hecho que, en ese momento es conducida al rechazo, de llevar en ella la traición de todo lo que elle cree y por el servicio de los bienes que caracteriza el destino de Sygne y por consecuencia, el destino inconsciente del sujeto de la modernidad en lo femenino, él concluye en esta lección que tendremos que meditar sobre una forma moderna de castración que se enuncia así :

¿Se ha sustraído a alguien su deseo y a cambio, es él quien le da a otro- en la ocasión del orden social (…), ustedes han escuchado, yo pienso lo que digo, insiste Lacan, se le retira al sujeto su deseo y a cambio de eso uno lo envía al mercado en donde el pasa en colación general (…), ¿ no es lo mismo lo que sucede en Sygne ?[14]

 

Entonces, si, hay en la partida del destino de Sygne una formidable ilustración. Ilustración en una forma moderna de la castración que propone a la verdadera mujer de trocar su postura sagrada de intratable cariátide del deseo contra una encarnación en donde ella consiente de ser ofrecida como objeto de intercambio y de goce en el campo de lo político oponiendo aquí los hijos de la republica a aquellos del Rey y de la iglesia. Pero también hay en este bello drama de Claudel iluminado por el simple hecho que Sygne ocupa el lugar del único personaje en femenino en esta pieza, un formidable teatro, puesto que, hasta este momento, es en el rechazo de todo lo que le fue lo más querido a Sygne, parece ser literalmente abandonado precipitándose a la muerte. Ella se libera finalmente del lugar de intercambio, al cual ella fue sometida como esposa y como madre en esos tiempos desordenados de la reproducción socio política en donde los hijos heterosexuales los enrutan al servicio de sus bienes. Servicio o registro de los bienes, en donde ella consintió alinearse.

 

Entonces sí, Sygne rechaza. Ella traiciona los más preciosos valores de su ser, para ponerse al servicio de los bienes. Está claro, pero de otro lado – soy yo quien lo recalco – Sygne rechaza su rechazo, y ella abandona la escena por la vía del suicidio, creando el horror entre los hombres, puesto que en su lecho de agonía los machos se presentan en el primer rango, entre ellos el cura Badillon e incluso, según las versiones, hasta el rey de Francia.

 

Los machos le piden a la vez perdón – prueba que ellos no están sin gravedad – y ellos le piden de ver por última vez a su hijo. Pero Sygne se pone inflexible y mujer entre las mujeres, verdadera mujer, ella rechaza de perdonar, así como ella rechaza de ver su hijo o su ser-madre. En esto ella se une a Medea.

 

Luego, en su lecho de muerte,

Ella se levanta de repente y extiende violentamente los dos brazos en cruz, por encima de su cabeza ; luego, volviendo a caer sobre la almohada, ella da el espíritu con un flujo de sangre. Y el señor Badillon le limpia piadosamente la boca y el rostro. Luego, explotando en llanto, el cae en las rodillas, al pie de su cama[15].

 

Estamos ahí, « más allá de todo valor de la fe »[16], concluye Lacan. Y en efecto, Sygne a diferencia de Antígona no sostiene el deseo de los Dioses, lo que hace el poder de la mujer como mujer. Sygne traicionó  por el servicio de los bienes de los hermanos. Ella cedió a Badillon asi como a Turelure, ella sacrificó su ser por los desafíos de los aviones de la alianza, soldando los intereses del papa y aquellos del Rey. Ella se volvió la esposa de la objeción y la madre de un hijo no deseado. Pero ella escapa a ese funesto destino del objeto y de la dominación masculina por esta especie de suicidio conduciendo los machos – pero demasiado tarde para buscar al lado de ella su perdón delante de Dios. Sygne, in fine, escapa entonces de los machos, a la dominación masculina, al precio de su ser y se pone, más allá del servicio de los bienes. Sin que, por consiguiente, cualquiera que sea el orden de la ciudad, mientras que no sea restaurando, ni a su generación, ni a aquella de su hijo (veremos porque). Tanto decir, que ella se suicidó por nada. O, mejor dicho, que ella se suicidó por lo nada que es, repitámoslo, al contrario de los aviones por los cuales los tenientes viriles de la dominación masculina fomentaron su destino. O aun, ella se suicida, por una nada que objeta a la lógica de las posesiones. Gobernando este poder político al cual Sygne, lo ha consentido hasta indicar el impase… en cuanto al deseo. Impase en cuanto al deseo, especialmente bien encarnado por ese hijo no deseado y literalmente forcluido por su Medea de madre.

 

Pues bien. Sygne se suicida por nada y este acto que es logrado por nuestra investigación, en lo que debe hacernos ver, que si lo ordinario de lo femenino se enruta como esposa, madre o cortesana en el régimen político de la reproducción del lazo social. La mujer como mujer, ella objeta al servicio de los bienes en donde la mujer se pierde. Y con ella se pierde el deseo que no se motiva más que por la falta.

 

Y, si uno quiere situar el lugar de la mujer en relación con el orden del poder, no es suficiente de evocar la generalidad de una estereotipia en donde ella pierda toda consistencia para no existir.

 

¿ Quién, entre los más materialistas de entre nosotros, creería pertinente en efecto de deducir de su inexistencia la inconsistencia de Dios ?

 

Para la mujer, es lo mismo. Ella no existe, asegura Lacan. Pero, esto no quiere decir que ella sea sin consistencia. Y lo que nos conduce ahora a reflexionar siguiendo las huellas de Sygne. Lo que en la modernidad toda mujer puede ser, se encuentra más que nunca conducida a tomar posición con respecto a esta forma de castración, proponiéndole de traicionar claramente su deseo o su ser de deseo, o aun de traicionar el deseo, simplemente, a cambio de que ella este encaminada al servicio de las posesiones y de los bienes. Y desde este punto de vista, no es completamente falso decir que la evolución de la historia de las mujeres en occidente parece designar una especie de organización de esta escogencia, incluso una extensión masiva del enrutamiento de las mujeres al servicio de los bienes, Y esto, incluso más allá del orden familiar en donde la dominación masculina ha sabido gozar de esto desde hace mucho tiempo, para obtener de eso los hijos que fueran, y desde entonces las posesiones del hombre, son también los bienes de las esposas.

 

Para decirlo en dos palabras, si Antígona rechaza la solución por el matrimonio y los hijos para garantizar el deseo de los Dioses, el orden del significante y la particularidad de su hermano que es lógicamente irremplazable, la primera versión femenina de Sygne consiente a la degradación del matrimonio completamente determinada por la lógica de los bienes y de los retos políticos.

 

Pero hay más, en nuestra actualidad, puesto que sucede también, incluso más allá, de la lógica del intercambio de las mujeres que en las estructuras complejas de la parentalidad aseguran aun extendidamente la reproducción de las familias. Las mujeres se educan por ejemplo bajo las órdenes de las vastas organizaciones, en donde ellas se hacen, por ejemplo, emprendedoras y por consiguiente mujeres de poder. Mujeres de poder muy modestas, pero al servicio de los bienes. y ustedes ven que el asunto que yo me demoro en exponer por varias razones es aquella de la revisión socio-política hecha a la mujer en la modernidad. Situación que se expresa, se anticipa o incluso de deduce de esta evolución de la mitología occidental por la cual la pluma de Claudel hubiera amortiguado el destino de la mujer a aquel del crucificado. Conduciéndonos de una cierta manera a imaginarnos cada vez menos el final de la mujer como mujer, (mujer que no existe y sin embargo…), que el debilitamiento correlativo de la histérica, militante de nada y cariátide del monumento paterno y que ella ha sabido desde siempre deteriorarlo.

 

Debilitamiento social entonces de la histeria, a cuestionar con su eventual obsesionalizacion correlativa.

 

Pero para quedarnos en esta evidencia mitológica por la cual la pluma de Claudel amortigua un inevitable punto de cruz la imagen de la mujer venida a sobreponerse a aquella del crucificado en la mitología occidental. Yo agrego que, lo que está ahí indicado, según Lacan, no es más que una « figura fascinante de la belleza erigida, tal y como ella se proyecta en el límite para impedirnos de ir más lejos al núcleo de la cosa »[17].

 

La cosa, hay toda clase de cosas.  Esta figura fascinante de la belleza femenina deberá alcanzar en la trilogía de Claudel la tercera generación, para que otra mujer, se vuelva a su vez una figura de mujer divinizada y crucificada (el bello pensamiento), arrancada en esta filiación. El deseo de la maldición o el goce ordinario del padre (Turelure), lo habría puesto en impase, como ya lo he suficientemente indicado.

 

Entonces, les digo esto. Es para hacerles bien percibir de que manera para Lacan, son las mujeres las garantías del deseo. Es su poder, de mujer como mujer. Es un poder que, como él lo precisa, erige la belleza contra el goce de la cosa en el cual uno encuentra en la obra de Claudel una versión paternalista en el goce de Turelure, convertido en la obra de Lacan la figura paradigmática del « padre humillado », y que aparece más bien, desde mi punto de vista, como un padre, que yo diría más bien, humillante.

 

Figura obscena en todo caso del goce ; colocando el deseo en impase. Y agrego, que, si ha sido necesario tres generaciones para que el deseo encuentre su salida en la trilogía de Claudel, es también porque ha sido necesario esperar la tercera generación para que emerja sobre la escena la belleza de una mujer judía y ciega. Comprendiendo que Sygne le deja al mundo un joven no deseado el cual el padre, Turelure codicia a la novia, incluyéndola en su propio goce, por el hecho que ese hijo se encontrara conducido a acoplarse con la amante de ese padre a quien el joven Lacan de 1938 hizo el arquetipo del padre humillado y la causa de la gran neurosis contemporánea que él creía entonces percibir, por lo tanto, el famoso declinar de la imagen paterna del cual el diagnostico, desde mi punto de vista – vean mis últimas obras –[18] es una de las revelaciones más poderosas de lo que yo considero la desviación mayor que arriesga hoy en día de conducir el psicoanálisis hacia una especie de ortopedia del padre o el (el psicoanálisis), se  vería confrontado a  rechazar a su turno sus propios valores o a su ser mismo. Pero en donde también lo político se impone. Él podría concurrir a su cuerpo defensor y de manera, dígamelo, espeluznante ; a esta clase de revolución nacional que hoy amenaza de ser llevada de la mano y que uno ve dibujarse vía la promoción en el plano de las masas un ideal nacionalista pasando por el bien nombrado « desdiabolizacion » del goce de un padre, que en el espacio, vale tanto como encarnación moderna de la cosa humillante y segregadora polarizando nuestro campo político.

 

Turelure, president ! ¿Como puede ser posible?

 

Pues bien. Es un hecho que aquí, la segunda generación de esta familia política, al igual que la tercera que aporta a la segunda, el refuerzo de un catolicismo militante, lo vemos formarse bajo nuestros ojos, en nuestro campo político, una especie de alianza política entre las niñas, propio a esconder de su ser el diabólico goce nacionalista que el padre humillante tiene en el frente.

 

Y, agrego que, si abordo esta cuestión, es porque el compromiso político es mayor, que se trate de una clínica de las masas y que, posiblemente el psicoanálisis pueda ayudar a revelar el mecanismo de la belleza de las niñas en la  política, su ser, su poder pueda aquí, contribuir a polarizar el deseo de los inocentes, que creyendo tener la doncella en los más altos cargos de la Republica, no perciben más o perciben mal la voluntad de goce humillante y segregador que las niñas deben a su núcleo paterno.

 

El futuro me desmentirá, mostrando posiblemente que la mecánica del deseo causado por las niñas habrá superado el goce mórbido del padre o aun – límite de las cariátides – vemos como el asco o el odio inconsciente de la hija por el goce del padre podría venir a superar este goce promoviendo netamente a los más altos cargos del frente, una especie de goce homosexual macho – una especie de lobby gay- en el cual uno espera ver cómo y hasta donde, ella podría contornear (sin desgaste mayor), con esta especie de padre que, a diferencia de Turelure, tendrá en la escena política y por ende público. Dando a luz esta vez a algunas cariátides propias para cubrir su máscara de belleza rubia la voluntad de goce de una organización paterna que, para poder ser diabolizada se autentifica después como simplemente diabólica[19].

 

Turelure, menos avergonzado, habrá traído al mundo un joven el cual el nombre de Louis (Luis), no le fue suficiente para darle es aura de belleza que él le da a las mujeres para encarnar y recubrir una especie de espantoso goce paterno de donde procede su vida. Alguna cosa esta podrida en el campo del Otro (para escribir S(Ⱥ)).

 

Si, vemos seguramente una de las formulas constitutivas de la subjetividad moderna, que se trate de meditar con Lacan, pero yo agrego que para fines del análisis político que el género del sexo engendrado por la cosa paterna no introduce el mismo destino socio político, entonces que se trate de una niña o de un niño o aun, que se trate de Turelure (quien tiene un hijo) o del padre del frente (quien también tiene niñas). Puede ser, y como ya lo he dicho que solo el psicoanálisis podrá ayudar a percibir, como nuestra disciplina aparece ineludible en lo que se refiere al análisis de cuanto emerge en nuestro ojo en el campo político de hoy en día, negando también el hecho que el poder político está perfectamente separado de los complejos familiares y que el poder en este campo, así como en otro, escapan a los efectos de la diferencia sexual.

 

De ahí, la necesidad de hoy en día de emprender una investigación que esboce una especie de retoma dislocada del texto de Freud (de 1925) y que podría titularse « Algunas consecuencias políticas de la diferencia anatómica entre los sexos »[20]

 

Consecuencias políticas y no simplemente psíquicas.

 

De ahí, mi imprudencia de evocar en este día la figura mayor de una mujer de poder en nuestro campo político quien naturalmente aparece en evidencia, primero como una hija.

 

En fin, y puesto que yo dije que evocaría el esquema director de la antropología psicoanalítica que domina nuestros trabajos. En total, yo diría, que lo que se percibe ahora mejor y eso espero ; es que la mujer como mujer, la verdadera mujer en su entereza de mujer está situada del lado del ser y que este tiene importantes incidencias en lo que respecta a su situación frente al poder respecto al campo socio-político de la clínica de caso y aquella de las masas.

 

El poder de los machos se sitúa en cuanto a él, más claramente del lado de los bienes. De donde se deduce una desarmonía entre los dos sexos sin relación sexual seguramente, pero no sin relación. Puesto que hemos visto desde el punto de vista del campo político el ser sublime de Sygne se las deja hacer en todo sentido del término por los machos a los cuales ella se encuentra socialmente relegada.

 

Eso es lo que hace la figura emblemática de la mujer confrontada a esta forma moderna de la castración, por la cual, y lo repito, su deseo es retirado del sujeto que se encuentra dado al orden social.

 

Sygne se vuelve un bien, al servicio de los bienes de la dominación masculina. Pero en mi breve esquema director, yo no sitúo ahí, nada diferente a que la mujer consiente desde siempre ponerse al servicio de los bienes para asegurar al mismo tiempo lo que Levi-strauss llamaría « las estructuras elementales de la parentalidad ».

 

Recordemos entonces que, en ese registro de los bienes, los machos intercambian mujeres como bien entre los bienes. y porque, el poder del intercambio de los bienes, así como el poder político vuelve tradicionalmente a los machos, se preguntará uno ?

 

Yo respondo claramente : pues porque si !

 

Pues bien, no hay otra razón que lo que yo llamaría la razón sexual del poder de los bienes, un poder arbitrario, es decir, fundado sobre lo imaginario del cuerpo viril ; poder que es entonces arbitrario y por lo tanto universal. De ahí, el hecho que, como ya lo indiqué[21]. No hay huellas de lo matriarcal en la historia de las civilizaciones ni idealización de la madre. Es entonces un hecho arbitrario y universal que la idealización en todas las civilizaciones convoque lo masculino y que entonces hay una especie de complacencia somática al principio universal del poder de los bienes de la dominación masculina. Hoy en día, iniciada, por una parte, al menos en occidente.

 

Pero, digamos que, desde el punto de vista del psicoanálisis, aquel que tiene es el padre e incluso el padre muerto y ¿quién o qué? Pues bien, para Freud, es el quien posee las vírgenes.

 

Lo que explica porque en particular del lado de las mujeres, es la virgen quien es idealizada y no la madre. Pero, la virgen esta naturalmente al lado de nada, del lado del ser. Lo que hace que en la pareja ideal es el padre muerto o deteriorado y la hija o la virgen.

 

Entonces, es poco sorprendente, desde el punto de vista freudiano, observar la increíble potencia de polarización en nuestro campo político, esa pareja constituida de una hija, que yo diría, en primera instancia casada con su padre, pero también polarizada por sus amigos homosexuales machos.

 

Pero, tampoco hay nada de incoherente observar en esta lógica que esta hija lleva una política ; no en el registro de los haberes en donde extensamente se sitúa el resto del campo político sino del lado del ser (ser francés), mientras que es el registro económico de los bienes que, de manera dominante moviliza largamente el resto de los partidos de nuestro campo político, haciendo del discurso político lo que es hoy un día, un discurso económico.

 

Entonces, hay un poder político de la hija en el campo político que es el nuestro ; hay un poder del ser recubriendo ese querer de un padre habiendo tenido la genialidad de percibir en el ser de la virgen el aura del ritual propio para recubrir su diabólica voluntad de segregación.

 

Vemos aquí, un rápido rayo de luz analítico sobre la mujer de poder, quizás, la más poderosa de nuestro campo político y que de poder conducir con su ser una revolución nacional – y ya lo he dicho – al alcance de su mano, debe estar, sin espéralo más, atendida por nuestra clínica de masas que querrá por una parte al menos, elucidar la incidencia del poder el femenino en la actualidad del malestar.

 

Sygne, en cuanto a ella, no quería el querer de Turelure.

 

Cierto, pero él era su marido y no su padre.

 

Breve, del lado del ser, del lado de la mujer como mujer, hay usos diferenciales de poder del ser en el cual la incidencia mayor es, repitámosla, de manera general, causar el deseo.

 

Pero, ahí se trata de los usos del poder de la mujer completa. El poder de las mujeres situadas del lado del ser, y naturalmente para nuestro esquema. Queda solo que la mujer incompleta, aquella que se hace madre, esposa o corteja, deja el registro del ser por aquel de los bienes y el servicio de los bienes en donde ella ejerce otras modalidades de poder que vamos igualmente a elucidar.

 

Que uno piense, por ejemplo, en lo que se refiere al poder de la cortesana y su influencia en la corte del Rey de Francia, la bella señora de Montespan, la favorita de Luis XV con quien ella tuvo siete hijos sin jamás acceder al estatuto de esposa, puesto que bien entre los bienes, fue la infante de España quien fue es cogida como esposa del joven Rey por su propia madre y en la valiosa ambición de poner fin a sus 25 años de guerra entre Francia y España.

 

Aquí, se verifica que el régimen de intercambio de los bienes o de las mujeres se hace por el bien de la ciudad y que es necesario por razones de análisis distinguir ser y tener. No es para fines de idealización sino para fines de progreso del análisis clínico por el cual yo indico al fin que, más allá de la verdadera mujer alojada en el registro del ser, esposa o cortesana están para organizarlas en el campo de lo político del lado de los haberes y como bienes.

 

Yo no podría concluir este breve esquema sin evocar la campeona inigualable de las mujeres de poder, a saber, la madre en la cual el poder fetichista es también de situarlo en el registro de los haberes. Poder de la madre en la que uno puede decir que demanda sin cesar a estar reducido, al punto que yo podría decir que hacer moderna la gestación por otro es el proceso mayor que exige la cultura de cada madre.

 

Termino entonces este esquema director en donde uno ve que la mujer colabora como madre, esposa o cortesana al goce macho de los bienes y que hay mas allá del servicio de los bienes donde la mujer como mujer, la verdadera mujer en su entereza de mujer, diría Lacan ; se destaca por ejercer de manera polimorfa un poder del ser, como aquella que se hace soldado de ese padre que la hubiera reconocido como propia al encarnar el ideal nacionalista de una Juana del cual el programa político apunta in fina a reducir tanto la lógica de los intercambios  como a renegar la responsabilidad de los actos del sujeto para retener contra él su responsabilidad de ser: ser judío, musulmán, extranjero, etc. Sygne, ella, rechaza hacerse soldado de Dios e indica, con esto, otra salida[22].

 

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[1]                     J. LACAN, Le séminaire, livre VIII. Le transfert (1960-1961), Paris, Le Seuil, 1991.

[2]                     P. CLAUDEL, L’Otage, Paris, Gallimard, coll. La Pléiade, 1995, p. 219-307.

[3]                     Idem, p. 232.

[4]                     Idem, p. 227-228.

[5]                     En la teoría lacaniana la verdadera mujer y su empleo analítico ver M. ZAFIROPOULOS, La question féminine de Freud a Lacan, Paris, Puf, 2010 básicamente la parte que le consagre a Medea p.169-174.

[6]                     Op.cit.

[7]                     S. FREUD, « Psychologie de masses et analyses du moi », Psychanalyse. Œuvres complètes, vol. XVI, Paris, Puf, 1991.

[8]                     S. Freud « Le tabou de la virginité », Psychanalyse. Œuvres complètes, vol. XV, Paris, Puf, 1996.

[9]                     P. CLAUDEL, L’otage, op, cit., p. 262.

[10]                  Idem, p. 263.

[11]                  Idem, p. 269.

[12]                  Idem, p. 270.

[13]                  Idem, p. 273-274.

[14]                  J. LACAN, Op. cit., p. 380.

[15]                  P. CLAUDEL,  Op. cit., p. 297.

[16]                  J. LACAN, Op. cit., p. 326.

[17]                  Idem, p. 362-363.

[18]                  M. ZAFIROPOULOS, Du mythe du Père mort au mythe du déclin du père de famille… où va la psychanalyse ? Essai d’anthropologie psychanalytique I, Paris, Puf, 2013 ; Le symptôme et l’esprit du temps. Sophie la menteuse, la mélancolie de Pascal, et autres contes freudiens. Essai d’anthropologie psychanalytique II, Paris, Puf, 2015.

[19]                  Ocho meses después de mi intervención la historia se acelere y « la oficina ejecutiva du frente Nacional reunido en formación disciplinaria ha discutido y decidido por una mayoría requerida, la exclusión de M. Jean Marie Le Pen como miembro del frente nacional » anuncia un comunicado difundido el jueves 20 de agosto 2015. No solamente para confirmar lo bien fundada de la hipótesis que yo adelantadaba el 7 enero 2015 ; pero sobre todo para demostrar que el psicoanálisis es una ciencia social (como lo sostenía Levi -Strauss y aquí una ciencia política sin la cual sería bien difícil de ubicarse en lo que yo llamaría la incidencia de los complejos familiares en el centro mismo del campo político). De hecho, los especialistas o más simplemente el lector interesado quizás tendría menos prevención al referirse al uso que yo hago de la experiencia psicoanalítica para dar cuenta de las prácticas políticas e incluso hasta guerras, como ya anteriormente he dado a conocer. Pero en el  apres coup en el primer volumen de mis ensayos sobre antropología psicoanalítica (Du Pere mort au declin du pere de famille… où va la psychanalyse ?), pero podría ser también que mi punto de vista sobre el funesto destino sobre la orientación del psicoanálisis motivado por la idea du Declin du pere no esté tampoco completamente desnudada de interés.

[20]                  El título del texto de Freud de 1925 es « Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre los sexo », in La vie sexuelle, Paris, Puf,1969.

[21]                  Ver M. ZAFIROPOULOS, « Qu’est-ce que le matriarcal ? » Du mythe du père mort au déclin du père de famille…où va la psychanalyse ? op.cit, La Question Féminine, de Freud à Lacan ou la femme contre la mére, op,cit.

[22]                  Traducción : Adriana VARONA.