Amor del poder y deseo del soberano – Paul Laurent Assoun

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Amor del poder y deseo del soberano – Paul Laurent Assoun

DOSSIER

ARTICLES EN LANGUE ESPAGNOLE

 

Es una buena idea la de abordar a la mujer directamente en su relación al poder. Esto nos evita empantanarnos en los lugares comunes de la exclusión unilateral del poder, que sería el destino fatal de la mujer, inscribiéndose en una tragedia que impide un pensamiento más allá. La cuadratura del círculo es, para la mujer, aquella de lo masculino y lo femenino y de la vuelta de los efectos más que concretos en el corazón de su condición social, lo que recapitula la idea de « condición femenina » tras las bambalinas del inconsciente.

 

La mujer es todo salvo pasiva, ella posee un « listado de requerimientos » que la empuja – y que caracteriza el « devenir mujer » – y adjuntando, en un doble efecto, el medio fóbico de la pasividad hacia el amor aplastante de la madre y de la envidia del pene, abordado en el origen « sin complejos » y que va hasta los celos que suscita en ella la pasión por el padre, y que la incita a amarlo.

 

El desafío es, para una mujer, poder gozar, con todo lo que ello conlleva, pero ¿ cuál es entonces la posición frente al poder ? Oprimida, la mujer no es para nada inerte y sobre todo, además de inscribirse en los intersticios del sistema, ella crea y se las arregla con talento. El semblante es, en la mujer, una práctica destinada a sostenerla en lo real del colectivo del cual está sutilmente excluida. Su posición no se reduce a la ineludible « mascarada »[1], es necesario elaborar también su « política del hombre » cuya parte más activa es la de dar « peso » a « ese hombre », dimensión que ya hemos abordado en otro lugar[2].

 


El inconsciente del poder… lo femenino puesto a prueba (resistente a lo femenino)


 

El poder, no lo olvidemos, está afiliado a las pulsiones yoicas, y por ende en una relación aporética de Aportia con Eros. Así, es necesario apoyarse en una descripción metapsicológica del poder[3]. El poder es un punto de intensificación del Yo que hace que la objetalidad sea secundaria. Al menos sus dividendos sexuales son un plus de dicho beneficio yoico. Eso ciertamente no se agota ahí, pero es ahí que comienza.

 

El poder se concibe a partir de su distinción de la potencia. En lo esencial, la potencia es el poder-hacer y ejercer el ser en el ejercicio del poder y mediante el poder. El poder es del orden del tener (« tener el poder » se dice) la potencia es del orden del ser y del sujeto. Pero es a través del falo que el poder alcanza a la potencia. La potencia va del narcisismo a la pulsión de muerte, culminando en lo que Freud deconstruyó como « la voluntad de potencia »[4] Habíamos partido de las pulsiones del yo y nos encontramos así en el apetito de la potencia en su versión mortífera, sumergiendo al yo, el hombre de poder que aspira a dominar siendo la marioneta de este goce.

 

Por ende, la mujer se encuentra a priori en el registro del dominado, frente al dominus, el amo varón. La paradoja es que la mujer se procura adquirir más que un contra poder : una potencia de sustituto. Lo constatamos en más de una familia, en la cual si el hombre tiene regularmente una fracción de poder social más acentuado, la potencia de la madre-mujer se comprueba en que es ella quien lleva el mando, pudiendo « traer la lluvia y el buen tiempo » (y a menudo solo la lluvia si solo es madre de familia).

 


Un paradigma de la potencia de lo femenino : la favorita


 

Para contribuir a una comprensión de como la mujer se desenvuelve, o más bien cómo es que se establece un sistema que le confiere un estatuto (a menos que ella lo haya conquistado, ya lo abordaremos para esclarecer esta alternativa) nos serviremos de un « hallazgo » para esclarecerlo, la favorita, es decir la figura de la favorita y el sistema que la sostiene en el centro de lo que llamaremos « el universo de la corte ».

 

Debo agregar que trabajando este tema, y una vez descubierto esta figura en los caminos de lo femenino, me he convencido que este era un ejemplo privilegiado que constituye una « mina de oro » para comprender en esencia como se establece la relación entre los sexos. Aquel que para Freud es « perturbador » en el seno de la Cultura debido a « una serie de ilusiones eróticas »[5].

 

Bella formula : la relación entre dos sexos no puede ser « normal » en el seno de la Cultura, en la medida en que lo erótico se inmiscuye, siendo un factor de perturbación crónica. Es por ello por lo que hombres y mujeres nunca serán individualidades frente a frente (lo que se comprueba ni bien se encuentran recostados, cuerpo a cuerpo, mas también como seres parlantes cada uno desde su lado del diván). Es por ello también que se inventan dispositivos sociales para organizar sus encuentros. La mujer ahí no es la menos creativa incluso en el seno de los dispositivos fantasmáticos urdidos por su partenaire.

 

Por ende, hay que abordar a la favorita como aquello que es, una verdadera institución. Esto sigue siendo de interés en el presente, aunque se trate de algo del pasado. Ciertamente no podemos negar que es un viejo pasado sin embargo vigente, incluso estructural, y veremos que revisitarla permite esclarecer su post historia, hasta aquello que aún tenemos bajo los ojos. Los reyes hacían bien las cosas, ponían las cartas sobre la mesa y es en eso que nos dan luces. Desde entonces, ha habido toda suerte de favoritas, ellas se convirtieron en « cortesanas » del orden sexual burgués. En fin, la llamada « primera dama de Francia » cuando comienza dejar de ser « dama », no es por ello considerada menos « dama-favorita » del soberano republicano, minúscula en la escala de la institución soberana, pero asegura la continuidad paródica. La estructura es tanto de hoy como de ayer : no es parecida porque se trata de la misma cosa. El « no parecido » es la historia ; el resto es el inconsciente, ese residuo estructural del proceso histórico. Y es este entre-dos lo que es interesante de trabajar para la antropología psicoanalítica la que se expone a esta pregunta de la relación del poder a lo sexual. Es precisamente en estos contextos donde ella se muestra útil en tanto otorga un relieve allí en el punto ciego donde la aproximación socio-histórica se extenúa. Así, no se trata de ninguna manera de una invitación a un viaje más o menos exótico por la historia y sus alcobas, se trata de explorar una figura singular, la cual nos brinda una verdad central de ese « juego » de lo masculino y de lo femenino con el poder y del partido que las mujeres sacan en esa ocasión. Por otro lado, si hay una que saco partido fue la favorita. Y es así que « sujeta » a su soberano.

 


Un capítulo sobre « la psicología del amor » social


 

A modo de delimitar el método, me inscribo aquí en la concepción freudiana de « micro paradigmas » históricos. Freud destaca así una micro-institución llamada « el amor cortés » estableciendo un dispositivo social original para regular la diferencia de goces entre el hombre y la mujer, un modo de producción de lo sexual del amor, un hallazgo para « gozar de amor »[6], en el momento donde el goce sexual satura, a fines de la Antigüedad. Dispositivo que choca a Lacan. La « psicología del amor » en un sentido freudiano es la antropología psicoanalítica. De la « psicología del amor » pasamos al colectivo ya que es cuestión de la regulación de la libido por medio de los dispositivos ritualizados primeramente, y luego de la construcción de la elección de objeto en función del fantasma, en fin, de esta puesta en ecuación de la pulsión de muerte en su relación al Eros. Así, se trata entonces de fomentar algo nuevo y original para escenificar, a través de una escenografía relacional, ese lazo extraviado. La « monstruosa originalidad » es impuesta por la urgencia de encontrar una « cosa » que reenvié el lazo, « venza el obstáculo », para escapar a la depresión de su fracaso.

 

Propongo así escribir un capitulo menos explorado, con la favorita y su « usuario » si me atrevo a decir, digamos « un hombre rey », y es sobre su nominación que se basa la presente investigación. ¿ Cómo fue inventada la Dama ? Por iniciativa del trovador (y del marido) pero la Dama se construye consecuentemente con ello, como una mujer que complace y completa al fantasma  masculino, le otorga un cuerpo y por ende se presta al juego y saca provecho de éste. Asimismo la favorita es convocada por el rey, haciendo de ello un oficio, una verdadera segunda mujer instituida, como la « cortesana » pero con una riqueza simbólica mucho más seria y refinada, de la cual desde temprano supo cómo sacar los beneficios más jugosos.

 


« Favorita », el nombre y la cosa


 

Se nos impone así, la figura de la favorita para esclarecer este juego. Del italiano favorito, favorita, es un término que se presenta también en masculino, lo que no debe ignorarse. Está claro que éste se conjuga selectivamente en femenino, sin embargo, hay que señalar que incluso siendo un término fálico, dicho favorito se desprende del femenino. Es entonces de la favorita de la que se tratará.

 

Remontaremos al inicio de los tiempos, a Clovis, para abordar la monarquía francesa. Disponemos del listado de las favoritas reales de la Corte, el cual no reviste mayor interés para nosotros si no es por la comprensión de cómo su simple utilización devino institución. Digamos que se acostumbraba, en la edad media, que los reyes mantuvieran manifiestamente algunas amantes, lo que vendría a compensar la elección política de « reinas madres ». Amantes notorias, amantes reales que forman parte del universo de la corte-siguiendo a Elias[7] siendo incluso las joyas visibles, Iura Regalia[8] en forma de mujeres. He aquí, una costumbre duradera. También habrá reyes sin favoritas, pero eso cuestiona, por ejemplo, a Luis XIII, rey recatado o a Luis XVI, el último rey en funciones que se distinguió por no haber tenido favorita lo cual no era precisamente una buena señal de la amplitud de su potencia…

 

La favorita adquiere progresivamente un estatus y es recompensada con riquezas y tierras. Y, muy excepcionalmente, con un matrimonio, volveré sobre ello a propósito del espectacular caso de Mme de Maintenon, quien de Mme Scarron pasa a ser la primera dama de un reino. No existe promoción más sensacional. Tenemos que entender cómo se adquiere este poder, en una época en donde ciertamente no disponíamos del marketing, pero sino de influencias bastante más poderosas. Los eruditos e historiadores que deambulan en torno a las alcobas son confrontados a un misterio frente a la dichosa elegida: pero ¿ Qué es lo que ella tenía, « ella » para poder imponerse así ? Al hurgar en la cama real no descubrimos gran cosa, salvo el entendimiento de que de lo que se trata es del inconsciente del dispositivo.

 

Hay que establecer el término que designe la función, aunque éste no lo sea claramente en la realidad. En el primer nivel, está la masa de « putas del rey ». Luego están aquellas que son más distinguidas y que reinan sobre el rey por más tiempo. Estamos aquí en la lógica del Harem, en donde el Sultán tiene su preferida – sabemos la resonancia fantasmática obsesiva en los siglos XVII y XVIII. Y está la favorita, aquella que forma parte, de una cierta manera, de las iuras regalia, aquellos objetos emblemas de la realeza. En fin, ahí en el lugar más alto, aquella que se convertirá en la segunda mujer del rey. No es solamente la « preferida » entre una serie, sino la primera (segunda en relación a la reina, pero primando en toda otra escena). Encontramos aquí la noción de « matrimonio morganático ». Término que sirve para designar la unión entre un « grande », sobre todo un rey, y una persona de un rango inferior. Es un matrimonio desafortunado institucionalizado, ya que no puede haber más de una reina. La expresión viene del derecho germánico : Morgengabe, que dentro de las antiguas costumbres germánicas, designaban el don (Gabe) que se devolvía a la mañana siguiente al clan o familia de una mujer raptada o esposada.

 

El cuadro está claro : es la regularización de un rapto y de una violación. Matrimonio « de la mano izquierda ». En Francia, el prototipo es el de Luis XIV con Mme de Maintenon.

 « La » favorita – notaremos el adjetivo sustantivado- amerita el artículo definido que la designa como aquella preferida, aquella que es un objeto eminente de predilección, gozando así de los favores de alguien poderoso – beneficiándose de un estatuto o de un lugar altamente posicionado – pero también considerada como aquella que es capaz, apta para pasar una prueba. Y la prueba aquí, es de merecer ser la elegida del rey para su cama, pero también de merecer una estima especial. El rey tiene de donde elegir, y aquella que es elegida, forma parte de la crème de la crème.

 

Dicho de otro modo : « aquella que se vuelve un objeto de marcada preferencia (para alguien) » o todavía más, poniendo los puntos sobre las ies, « la amante preferida (de un rey, de un príncipe) ». Si este alguien es un rey, diremos de ella que es la favorita, la « nacional », si la noción de nación no hubiera esperado a la revolución francesa para instituirse. En todo caso, se trata de una posición envidiable.

 

Es decir que él o más bien Ella, Su Majestad (ya que el poder se declina significativamente en el femenino), la ha escogido. Por otro lado, la reina, con la que el rey puede estar contento, no es quien deba ser elegida según los cánones del deseo. De hecho, la unión política es « arreglada », es una cuestión de alianza, estando el deseo fuera de juego.

 

Aun si el rey puede desear a la reina « por sobre el mercado » por añadidura ella no está hecha para ello… El rey puede hacer de su mujer su amante, pero eso le compete. Al contrario, una favorita se define en tanto el rey la ha distinguido como deseante – según los ritos organizados al interior de la Corte- y escogida luego para que ella ocupe este puesto, por un tiempo más o menos largo, antes de ser … « destronada ». Todo aquello estaba muy bien organizado y merece por ello la atención del antropólogo (del inconsciente) tanto como mereció la atención analítica de la Dama.

 


El ascendente femenino


 

Entre las amantes de los reyes más conocidos, hay algunas figuras que se destacan entre la pequeña horda : en el siglo XV Agnes Sorel (favorita de Carlos VII a quien una cierta Juana de Arco contrarió), en el siglo XVI Diana de Poitiers (Enrique II), en el siglo XVII Gabriela de Estrées (Enrique IV) y sobre todo Madame de Maintenon (Luis XIV) en el siglo XVIII la Marquesa de Pompadour (Luis XV). Su poderío se mide bajo una influencia política, he ahí entonces su poder, en donde su resorte es la influencia (el ascendente), y pensar el ascendente de la favorita es plantear la pregunta del poder y su relación a lo sexual. El ascendente es esa forma de influencia – término que originalmente tenía una connotación zodiacal – que permite alcanzar una dominación, evocando la idea de un movimiento hacia arriba, elevarse, a modo de un astro que se eleva en el horizonte.

 

Para una mujer, en general es cuestión de aparecer, de manifestarse, jugando su ser en esta « fenomenalización ». La favorita es un emblema en la medida que ella surge del horizonte y se impone cual astro (parafraseando la mitología de la época), que una vez aparecido, impone su presencia. Tal y como Odette de Champdivers la única que guardo contacto con Carlos VI, « el loco », o como esa complejidad excepcional que nos enseñara Diana y su relación con Enrique II. Sin duda, el sumun son las funciones acumuladas por Madame de Maintenon para con Luis XIV, desde aconsejarlo en política hasta ejercer como gobernanta de sus hijos.

 

Observamos también el ascendente de Madame de Pompadour, gerente de la carrera de ministros, mezclándose en las alianzas y ejerciendo de mecenas cultural y arquitectural.

 

Ciertamente el ascendente es sexual, y da cuenta de la « sobreestimación de lo sexual » (sexuele Überschätzung) del objeto, pero adivinamos que hay un más allá en juego, ya que sospechamos, en algunos limitados casos, la inexistencia de las más mínima relación sexual. La apuesta es que la dicha favorita tiene que estar ahí, para ello el soberano está dispuesto a « desembolsar » sin límites, como si su misma salud dependiera ahora de su aparición …

 


El “juego de la favorita”


 

¿ A que juega dicho rey con su favorita tan particular – aquello que podemos llamar « el juego de la favorita » ? El rey y la reina son importantes en un juego de cartas, y la favorita ¿ Qué es ? ¿ Una especie suerte de « joker » ?…

 

Podemos ver la cumbre del fantasma el caso que nos ilustra Enrique II. Si Enrique III se rodeó de sus « Minions » aquello que « tuvo » es una « cosa » sublime llamada « Diana ». Su advenimiento coincide con otro triunfo, el de Diana de Poitiers, para quien es la oportunidad de hacerse un nombre. Su estatuto de favorita se distingue por favores reales excepcionales con los que es gratificada, después que una tal Ana de Pisseleu fuera expulsada.

 

No solamente se le gratifico con un hotel parisino o un ducado (el de Etampes), o con diversos bienes raíces y financieros, cuyo inventario es infinito, sino que también con la agalma de aquello que llamamos « las joyas de la corona », lo que sin duda mejor distingue a la gran favorita de ocupar el lugar del objeto de deseo. De estas joyas del tesoro real, ella, una joya en si misma, tiene un uso personal simbólico. A partir de aquello, hay un desencadenamiento de favores, como si, más allá de la retribución que le otorgaría el estatuto de una suerte de prostituta de gran lujo (a poco decir), se trataba para Enrique II, de subastar acciones demostrativas. Al punto de instalar sus aposentos al frente de los de su esposa legitima. No obstante, estamos lejos de un vodevil pedregoso : hay muchísimas dudas sobre la naturaleza de sus relaciones íntimas y el grado de intimidad física. Nada de « actos deshonestos » entre el rey y su favorita, y gozando éste sobre un modo de extrema cortesía. El misterio entonces es qué sucede entre ellos dos. Ahora bien, sabemos que Diana es la virgen que castigaba severamente a aquellos que osaban contemplarla desnuda durante su baño, y que no se le toca ni siquiera con la mirada. Enrique II por muy poderoso que fuera, no parecía tener muchas ansias de jugar a Acteon, y terminar convertido en ciervo y devorado por sus perros, salvo de enaltecerla como la diosa de la caza. La virgen y la reina madre tiene en común que ambas son intocables. Lo que él quiere, otra vez, es nunca perderla de vista, ponerla sobre un banquillo como un « objeto real », intocable (incluso por él).

 

Es su pulsión escópica la que pareciera alimentarse de esta mujer, verdadero criadero de simbolismos mitológicos. El deseo del llamado Enrique II, especie de amante cortés, anacrónico, caballero servil del siglo XVI (bastante lejos del siglo XII) pareciera ser de inscribir a Diana en sus escudos, por medio del « croissant », su emblema, que infiltrara las representaciones pictóricas y arquitectónicas. Hace de ella un mitema, enamorado de un mito con cuerpo de mujer. Mejor aún : el monograma real se las ingenia para evocar la inicial de la mujer adorada. Así, transforma la mujer elegida en letra, integrándola en el goce real, en el momento de una compleja criptografía enlaza el acrónimo real al cuerpo literal de la favorita. De hecho, hemos observado que en el monograma real que entrelaza la « H » del nombre real (por Henri, en francés) con la « C » del nombre de la reina (Catalina de Médicis), los reversos parecen dibujar una « D », nombre de la favorita. Este obsesivo transverbera el trono con su pasión, instalando el deseo en el centro y manteniéndolo a distancia, enlazándolo por la letra, su verdadero lugar tanto como en los aposentos.

 

Incluso encuentra la manera para situar el cuerpo favorito en el entrelazamiento de la letra, deslizándola en el acrónimo de la pareja (la mujer legitima, Catalina de Médicis, tuvo la prisa de tachar la letra rival). En fin, tratamos aquí con una verdadera locura en donde la llamada « Diana » encarna el tema.

 


El orgasmo de la favorita : el poderío hecho mujer


 

He aquí ahora, el caso de Luis XIV, en contraste con los noviazgos místicos, enamorado de Françoise d’Aubigné, viuda de Scarron, marquesa de Maintenon (1635-1719), segunda esposa del rey. El desenlace es elocuente : con el activo apoyo de la Iglesia de Francia, Françoise d’Aubigné, viuda de Scarron, de alrededor unos 48 años, en la noche del 9 al 10 de Octubre esposa secretamente al rey de Francia y Navarra, « el rey más grande de Europa » en palabras de Louvois. El rey pasa gran parte de su tiempo en los aposentos de su mujer, las princesas por su parte deberán seguir a Madame Maintenon cuando ésta se desplaza, sobre una silla cargada por hombres. Esto le arrancara un grito de triunfo : « mi felicidad es fulgurante ».

 

Es necesario retomar esta exclamación : ella ha cumplido su objetivo, pero si fulgura de felicidad no es solamente por la adquisición de un poder considerable sino por el lugar de poder que viene a ocupar, más importante que la reina, donde se vuelve la mujer de Dios, más precisamente del dios mortal, lo que para la corte es lo esencial. No hay que olvidar que la pareja del rey y su favorita tiene como espectadora la Corte que cierra los ojos al mismo tiempo que todo lo ve, estrabismo que otorga a la pareja real una clandestinidad augusta. Es esta instancia cortesana quien hace de tercero y que constituye a esta pareja. La favorita reina sobre otra escena, fuera del protocolo, donde es reconocida como nadie más, ella se vuelve el culmine de la singularidad instituida ahí donde las mujeres existen más que en singula singulis. Hay una alusión a un orgasmo inigualable, aquel de ser reconocida como única por el Nec pluribus impar[9]. Aquello que nos interesa es entonces el encuentro de « el goce Otro » y « el amor al poder », en el corazón de lo femenino.

 


El “secreto don”  de la favorita


 

¿ Cual es entonces la cifra inconsciente de esta operación ? Intentaremos responder a los curiosos, que con los recursos de la erudición histórica de mejor calidad, no dejan de sorprenderse de esta desproporcionada operación. Podríamos sumergir esta institución bajo la general consideración que estos jefes de estado tenían una libido fácil y que ciertas candidatas para esta función dieron prueba de un talento excepcional para la manipulación y de argumentos de un encanto irresistibles.

 

La pregunta que extraemos aquí es la siguiente : ¿ Qué le da al rey, al hombre real, esta favorita ? Ciertamente su cuerpo, su gracia, ella capitaliza sus encantos, se trata bien aquí de una dimensión de prostitución real que no podemos desconocer, pero como diría Freud « hay otra cosa aun ». La favorita es la « segunda mujer » al lado de la reina y a la vez sobre y debajo de ella. Ella se ocupará de los niños reales, de Diane de Poitiers (por así decir) hasta Madame de Maintenon (en realidad) se trata ciertamente de una coartada, pero hay que buscar un poco más lejos. Ella es la gobernanta de los niños de Francia, hace sentir al rey un padre, padre de los niños, no solo de los herederos. Gracias a esta mujer de alto vuelo, el rey tiene la impresión de gozar de su satisfacción paterna contemplando a su favorita y futura mujer dar cuidados a su progenitura. Una gobernanta que viene a gobernar a los reyes : sentimos ahí al Padre como en un tercer término, y donde este « suplemento de alma » es la apuesta que se juega la Maintenon. Ella le permite a un rey libertino envejecer en la morada de Dios Padre, sintiendo padre mientras tanto. Momento delicioso en que el soberano se deja llevar… por esa mujer.

 

Un masoquismo muy especial, solo reservado a aquel en la cúspide de la pirámide. Esa « felicidad fulgurante » en términos de género es aquello donde se puede expresar el sentimiento de máximo poderío de una mujer, más allá de toda reivindicación feminista. Esta no tardaría en objetar que el precio de esto es una sujeción absoluta, vimos como esto viene bajo la forma de un asujetamiento simbólico del Sujeto – real mente – masculino.

 

Una fenomenología de la función de la favorita, de su uso real, muestra que si bien el rey goza de los encantos de la mujer escogida, este se vuelve curiosamente más pasivo a medida que fructifica de ese goce. Diríamos que, no contento de estar prendado, él juega a estar enamorado (de esa sinceridad particular que garantiza el fantasma. Así lo hemos visto desde Enrique II, que juega al amor platónico – amor cortés en alto rango – hasta el descubrimiento de la verdadera vida conyugal con Luis XIV. Es así la sexualidad real que se encuentra regulada, o más precisamente el orden de los goces, debidamente protocolizados. Hay que insistir, no obstante, si el da tanto, es porque ella le da algo que no tiene precio, pero ¿ Qué ? ¿ Cuál es el objeto de la transacción, más allá de los beneficios simbólicos ya despejados ? Pues entre hombres y mujeres hay una transacción de objeto, en miras de la economía fálica.

 


Qué quiere la favorita ?


 

Tenemos aquí dos cosas distintas en su articulación : por una parte, está el efecto que ella produce sobre su rey-amante, y por la otra, lo que ella quiere, y que hace que finalmente ellos se « entiendan » tan bien. ¿ Qué quiere la favorita del rey ? ¿ Qué espera el rey de la favorita ?

 

El efecto de ella sobre él se puede describir, aquello que él obtiene de ella también, pero : lo que ella quiere es mucho más enigmático, y con justa razón, es aquello no escrito, y es lo que lo vuelve lo más interesante. « ¿ Qué quiere la favorita ? » he aquí una pregunta, digámoslo, excitante y la cual hay que deducirla no a partir de un fantasma exterior, sino de la lógica inconsciente de la institución donde ella es la « pieza » central.

 

He aquí entonces mi hipótesis que esclarecerá muchas cosas, permitiendo de medir el alcance de este affaire. No hemos destacado lo suficiente que la puesta en marcha de la función de favorita, en el seno de la corte real, es correlativa a la instalación de la soberanía real. Digamos que no hacemos la relación estructural entre esto dos : de un lado la política y del otro el amor y el goce sexual, ahora que tienen mucho que ver el uno con el otro.

 

En efecto, como sostiene Mazarin releído y apreciado por Lacan, « el amor es el amor, la política es la política » ; pero el nudo entre los dos registros es la favorita del soberano. Aquella que ha encontrado su consagración simbólica en el siglo XIX en la ópera de Donizetti[10] donde Leonora se convierte en la interlocutora del rey de Castilla Alfonso XI en el seno de una tragedia romántica ejemplar. Momento en el cual la Favorita se encuentra homologada como figura – sulfurosa – de la Cultura, bien que ella tome el aire de un vodevil de una mujer presa entre el soberano y su enamorado…

 

La noción de soberanía[11] es la palabra clave de la modernidad política. La soberanía designa lo « superior » (el termino deriva del latin superus) ella designa entonces la autoridad suprema.

 

En los « Seis libros de la republica » de Jean Bodin[12] , la doctrina política da muestra de la vía hacia la modernidad. En efecto, éste la presenta como un concepto nuevo, irreductible tanto al modelo romano del imperio como a los fundamentos religiosos : se trata del advenimiento de un nuevo orden estatal « soberanía perpetua y absoluta de la Republica ». Anteriormente en « El príncipe » de Machiavelo[13] teorizaba la instancia nombrada así que subjetiva el poder en potencia. Etienne de la Boétie lo sintió y opuso su Contra uno.[14]

 

En efecto, la soberanía enuncia que en efecto « hay Uno », designando así la figura del « dios mortal », el estado Leviathan de Hobbes, obteniendo su potencia y su legitimidad del « contrato social », permitiendo así su salida del estado natural.[15]

 

La instancia soberana es aquella que supone poder-hacer (subjetivamente) todo lo que ella puede (objetivamente), de suerte que su poder se extiende tan lejos como su potencia. El soberano no es simplemente aquel que tiene el poder sino también aquel que tiene la potencia. En el ser investido de soberanía, la extensión de su poder recubre aquel de la potencia. De ahí la prodigiosa actividad atribuida a la figura de la soberanía.

 

He aquí entonces aquello que nos parece ser el acontecimiento del encuentro entre la favorita y el soberano. Es en nombre de la favorita que el goce (de la soberanía) condesciende desear (a una mujer). Reconocemos la fórmula de Lacan la cual basta falsearla para poner a la favorita… en el lugar del amor : « Solo el amor permite al goce condescender al deseo ».[16]

 

Aquello no es simple, ya que podría tratarse también de la mujer más atractiva del harem. La favorita encarna en efecto, la función real del amor. La favorita es « nombre del amor », su versión real. En el enunciado lacaniano el goce aparece en el lugar soberano y para llegar al deseo (lo que se representa como un progreso) hay más bien que bajar, aquí, unos escalones. Es en nombre de la favorita que esta operación se realiza. La favorita es un operador inconsciente, la institución de la favorita es una formación del inconsciente. No solamente porque el soberano amaría desear como el común de los mortales (sería un « idilio » aunque esto sea dicho así por hombres de un gran poder que se hacen un poco los bonachones con sus dulcineas). Más radical aun : para que el goce soberano se abra « al orden del deseo ». Ella le permite gozar de deseo. Si el la cubre de favores es porque ella le da el favor de desear.

 


« Hacer desear » al Uno : la proeza de la favorita


 

¿ Qué quiere la favorita ? ¿ Podríamos deducirlo rigurosamente de lo que ella hace, de sus actos y de sus efectos ?

 

Ella quiere gustar, claro, ella debe comenzar por « gustar », destacarse… por el padre del reino. Ella quiere hacer gozar a un hombre especial llamado « un rey », se especializa en ello. Hacer gozar a un hombre importante (situado en lo alto), cualquier cortesana puede hacerlo, ella debe superar a las otras, ¿ Y en qué ?

 

No solamente elle debe despertar un deseo intenso y más menos durable, sin embargo, justamente en aquello intenso y durable llegar a hacer desear al soberano. Lo que es, si lo miramos bien, una proeza. Ya que la soberanía supone un goce indefinido y a repetición, más azaroso, ahí donde el deseo introduce una continuidad, la falta continua centrada en un objeto.

 

El soberano se vuelve, en última instancia, el alumno de esta « profesora de desear » llamada la favorita, quien sitúa su felicidad en esta educación… De pronto, ella hace que al soberano le apetezca des-completarse lo suficiente para gozar de un deseo, engastando ese deseo de un goce, « joya de la corona », en el que ella se completa. En sus más grandes éxitos, esto podría ser una versión de « la mujer (puntualmente) entera ».

 

Es la proeza de la favorita. « Hacer desear » habla mejor de la meta de la histérica. El hombre de paja de la histérica es así el títere que ella utiliza en la puesta en escena de su fantasma sobre su teatro de marionetas. Él es el « sustituto de ese otro imaginario en el que se ha enajenado menos que de haber ha quedado detenida frente a él en sufrimiento »[17] Hombre de paja, el soberano ? Esto sería el colmo, ya que, si bien hay un hombre de peso, es él.

 

Aquí, el deseo de la histérica nos puede dar información. No es que se trate, con la favorita (nombre del rol), de una histérica de estructura, sino que de vocación. Sostengo esto basado en las observaciones de nuestra práctica. Olvidemos la época de los reyes un momento. Pienso en aquellas mujeres que eligen someterse a un tipo que ocupa una parcela de soberanía cualquiera -podríamos decir un amo, pequeño, medio o más bien grande, para aquellas que son más intrépidas. Comprendamos que quien sostiene un gran deseo social, solo será en un escenario marionetas. Hacerse destacar por él y volverse su « favorita ». Lo que permite alimentar este fantasma es la historia, ya que es un hecho que las novelas históricas abastecen de un alimento escogido para sus lectores, conectando con sus sueños (o ensoñaciones) histéricos, aquel de encontrarse en el camino del rey[18]… o a dos pasos, en la alcoba adyacente que los une.

 


Una histeria de estado


 

La diferencia sensible aquí es la función de estado, ritualizada rigurosamente, aunque no oficializada. Bien, si, se puede hablar de la favorita de la histérica del estado. Lo que justifica esta fórmula es la extensión que da Lacan a la dicha histeria, del síntoma al discurso.

 

El juego con la letra es particularmente decisivo. Acerquemos el objetivo acomodándolo al ángulo de nuestro tiempo. La última « amante real » homologable en la historia de Francia, fue « la otra mujer » de François Mitterrand, quien justamente se proclamaba « el ultimo verdadero presidente de la Republica » (lucida maldición de oráculo a sus sucesores). Justamente aquí se verifica que es la misma razón por la que él se completaba – en su soberanía, relativa ciertamente, ya que se trata de una república – por una verdadera « favorita », fundada sobre un dispositivo innegablemente homologo. En fin, hay una importante diferencia : ella no estaba instalada en la corte -perdón, en el Elysée – pero vivía en la sombra, suficientemente amplia y vasta para cobijarla y disimularla. Pero ya lo hemos visto, en el universo de la corte real, la favorita, incluso la más visiblemente instalada, era mantenida en secreto.

 

Era un secreto reconocido, que no osaríamos llamar de « Polichinelle » por prevenir toda analogía con la figura real, en fin, estábamos en el corazón mismo de una comedia real.

 

Una confirmación simbólica mayor de esto es el nombre escogido para el producto de este matrimonio morganático.

 

Si se entiende que el Cardenal de Mazarin es a la vez el zorro de la política y el que mantiene el derecho del amor y de la política a llevar una vida separada – a diferencia de esta « razón de estado » directamente erótica de su predecesor Richelieu -, ¿ Cómo se puede esperar que lo llame de otro modo que no sea por el apodo de su íntima identificación, feminizada, si no Mazarin-e ?  Empezamos a preguntarnos qué habría hecho si hubiera sido un niño. Pero está claro, al menos en la codificación del fantasma, que debía haber sido una chica. También notareis el rasgo de carácter manifestado por esta chica, la alergia a todas las apariencias y la transparencia cristalina.

 


Masculino versus femenino


 

A toda problemática de investigación le hace falta una contraprueba y esta es el favorito – que no me interesará más que a título de contraprueba. Ya que hubo hombres que fueron favoritos a título de reinas. Título de amante, « amante de Estado » si me atrevo a decir. Aunque, ¿ se trataba de una institución simétrica ?

 

Robert Dudley (1532-1538), favorito titular de la reina Elizabeth 1era de Inglaterra, función que ocupo durante tres decenios o Grigori Potemkine, favorito de Catalina II de Rusia en el siglo XVIII son los paradigmas. Volvamos a la doble lección de la historia « favorito/favorita ». La reina soltera « tiene » al amante como objeto. ¿ Que será de la soberana sin este apéndice ? Esbozamos aquí un capitulo que es el reverso de aquel que comenzamos a escribir aquí.

 


El estado, el yo real y la favorita : la musa


 

Señalemos una manifestación reciente : el gran revuelo del no menos grande Mao – una revelación hecha con un tanto de molestia luego de su muerte –  en que las jóvenes chinas hacían fila, si me atrevo a decir, delante de la cama de su líder rojo, lecho sin duda de proporciones apropiadas para acoger estas once mil vírgenes, para tener el honor precisamente de ser honoradas, entiéndase desfloradas por el Amo. Apéndice practico del pequeño libro rojo y su original aplicación del « materialismo histórico »… he aquí una colectivización de la favorita en beneficio del goce del Uno, un aspecto desconocido del comunismo chino, que sin embrago está lejos de ser anecdótico, y que nos recuerda que el mito del padre de la horda sigue actual.

 

Para precisar aún más, vale destacar que en la economía del goce en el universo mafioso la favorita confirma su lugar estructural como « figurante ». No es de extrañar que en este universo la poderío económico y mortífero va de la mano con la impotencia sexual. La pin-up, así exhibida da prueba de la capacidad sexual, tratándose más bien de prever una reserva de goce más que del deseo. Esto abre en el mafioso algo de una participación lateral al universo del deseo, en torno a su pequeña corte.

 

Volvamos entonces – sin temer a este zapping histórico ya que es la constante de una problemática que se expresa a través de estas figuras – al corazón de este affaire de la favorita real, que evocamos con el rey Sol. « El estado soy yo », frase que Luis XIV en efecto no tuvo que pronunciar[19] en tanto esta frase en para él un pleonasmo caracteriza de la mejor manera su posición subjetiva : ahora bien, quien vendría a ocupar este lugar, con la bendición de su corte y de su universo, por donde hacerlo desear, a este Narciso de estado ? La falta no tiene lugar para este supuesto soberano. La favorita fue inventada para ello. Ella deviene objeto causa de deseo provocando el deseo real.

 

Si hubiera dos cuerpos del rey, en el sentido de Kantorowicz[20] podríamos hablar de un bifidad del rey gozando de su cuerpo y de la soberanía. El arte y la ciencia de la favorita es hacer gozar el entre-dos del cuerpo real. Es en ello donde realiza una plusvalía de goce y autorizándose un rol político e incluso un fragmento de soberanía. Si el rey la cubre de tantos regalos es porque ella le hace un regalo sin precio, el de su deseo.

 

La favorita es entonces « l’égérie » (musa) en un sentido original. Inspirador, ciertamente, pero más en el sentido de Egeria, la ninfa que aconsejara, en el bosque, a Numa, segundo rey de Roma, sobre la política que él deberá seguir. He aquí una función política tal así como en un sentido más estructural como inspiradora del rey. El hombre que supone detentar todo el poder tiene que establecer una alianza – silvestre – con la potencia femenina. La égérie, antes de ser inspiradora de poetas, fue en este sentido una aliada al mismo tiempo que la amante mística del Amo. Lo que hace que toquemos apenas la potencia del acto femenino[21].

 

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[1]                     J. RIVIERE, Féminité mascarade. Études psychanalytiques, Paris, Éditions du Seuil, 1994.

[2]                     P.-L. ASSOUN, « Le féminin ou la liberté du semblant : le ‘’pèse-homme’’ », Cliniques méditerranéennes, n°92, 2015, p. 57-72.

[3]                     P.-L. ASSOUN, « Le pouvoir à l’épreuve de la psychanalyse. Freud et la question du pouvoir », L’inconscient du pouvoir. L’objet politique de Freud à Lacan, Paris, Éditions Ellipses, vol. 2, 1994, p. 59-71.

[4]                     P.-L. ASSOUN, Freud et Nietzsche, Paris, Puf, 2008.

[5]                     S. FREUD, L’Avenir d’une illusion (1927), Paris, Puf, 1971.

[6]                     S. FREUD, « Sur le plus général des rabaissements de la vie amoureuse », La vie sexuelle, Paris, Puf, 2004.

[7]                     N. ELIAS, La société de Cour, Paris, Calmann-Lévy, 1974.

[8]                     Sobre esta noción y su resonancia inconsciente, ver nuestro trabajo : Tuer le mort. Le désir révolutionnaire, Paris, Puf, 2015.

[9]                     Adagio del Rey Sol en forma de eufemismo, el que no es inigualable para muchos, dice « superior a la mayoría », para traducir por « el único de su especie », el hombre excepcional… Expresión inventada por Douvrier para designar la figura real de la Cabalgata de caballeros.

[10]                   G. DONIZETTI, La Favorite, 1840. La acción se sitúa a principios del siglo XIV en pleno conflicto entre los moros y los monarcas católicos.

[11]                  Sobre este punto ver nuestro trabajo : Tuer le mort. Le désir révolutionnaire, op.cit.

[12]                  J. BODIN, Les Six Livres de la République, 1576, BNF – Gallica, édition numérisée.

[13]                  N. MACHIAVEL, Le Prince, Paris, Garnier frères, 1910 (1516).

[14]                  NdT : Etienne de la Boétie (1530-1563 ) escritor cuya obra « Discurso sobre la servidumbre o el Contra uno » plantea la cuestión de la legitimidad de cualquier autoridad sobre un pueblo y analiza las razones de la sumisión (relación dominación/ servidumbre).

[15]                  T. HOBBES, Léviathan, Paris, Éditions Sirey, 1971 (1651), ch. 17.

[16]                  J. LACAN, Le séminaire, livre X. L’angoisse (1962-1963), Paris, Éditions du Seuil, 2004, leçon du 13 mars 1963.

[17]                  J. LACAN, « La psychanalyse et son enseignement », Écrits, Paris, Éditions du Seuil,1966, p. 452.

[18]                  Aquello que muestra con talento el best-seller « L’allée du roi » de Françoise Chandernagor para que el fantasma de la lectora histérica se instale en Versailles como en su morada privada.

[19]                  El tema es apócrifo, imaginado para atribuirlo a Luis XIV levantándose en ropa de caza, con su látigo, en el Parlamento de París el 16 de abril de 1655 para prohibir la prolongación de los debates y la promulgación de edictos que obstaculizan la financiación de sus guerras.

[20]                  E. H. KANTOROWIZ, Les deux corps du roi, Paris, Gallimard, 1989 (1957). En una perspectiva freudiana de esta teoría, vea nuestra obra Tuer le mort. Le désir revolutionnaire, op. cit.

[21]                  Traducción : Alexandra Lund.