PSICOANALISIS Y ESCRITURA. SEGUNDA PREGUNTA – Dr Guillermo BATISTA

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PSICOANALISIS Y ESCRITURA. SEGUNDA PREGUNTA – Dr Guillermo BATISTA

Viviana Rosenwit : Ya que usted trae el tema, me gustaría que despliegue un poco más acerca de ese « decir imposible » y su relación a la escritura. Invirtiendo la cuestión planteada, ¿no será que el decir se sostiene en una escritura imposible de cernir ?

Creo que su pregunta apunta a un problema muy preciso y, además, estrictamente clínico. La reformulación que usted realiza de la premisa inicial de trabajo, pienso que debería tomarse como la reorganización de una proposición y ser desplegada bajo la luz de un análisis según las categorías de la lógica modal. Es un enorme logro de Lacan, a mi juicio, el haber imbricado la lógica formal (estructuración de lo particular y lo universal) con la categorización fáctica y semánticas de la lógica modal; para ésta, una proposición cierta se dilucida en relación a sus modulaciones semánticas con respecto a un hecho. Es un ejemplo del genial estilo barroco de Lacan: poder armonizar el abstraccionismo de Aristóteles con el áspero empirismo de Wittgenstein, en su esfuerzo de esclarecer la lógica de la cura, la cual acontece en un registro fenoménico, en ocasiones bastante aparatoso y variopinto. Esta es la veta que le encuentro a su pregunta, nos invita a dilucidar el entramado entre el decir y la escritura en relación a un hecho; abriéndonos los engranajes lógico – semánticos de lo necesario, lo posible, lo contingente y lo imposible. Como decía, estas herramientas conceptuales son una brújula invalorable en la abigarrada fenomenología de la experiencia; grosso modo, pienso que lo necesario (lo que no deja de escribirse) lo encontramos en el síntoma articulado al automatismo de repetición (automaton), lo posible (lo que deja de escribirse) es consustancial al carácter discontinuo de las formaciones del inconsciente, lo contingente (lo que deja de no escribirse) emerge en el espanto de lo imprevisto, de la sorpresa, de lo cual los neuróticos nos defendemos, como podemos, con la ilusión de Otro consistente, gracias al tamiz del fantasma y al goce que éste condensa; y lo imposible ( que es el corazón de su pregunta, no deja de no escribirse) qué puede hacer que el sujeto hable, ame, odie, escriba, copule, mate o enloquezca, pues es títere y producto de la más radicalmente « incernible » de las escrituras: aquellas que den cuenta de la proporción sexual, que no existe. Esta es una de sus caras, Lacan aisló al menos cinco caras de lo Real; una de ellas, la tuche, el encuentro, puede, y de hecho lo hace siempre, poner a trastabillar es decir; hecho de inmensa relevancia clínica, pues es el goce que ata la angustia a la palabra ante algo que no tiene escritura cernible.

Una pequeña viñeta clínica para intentar ilustrarlo: a una hora ya tardía, recibo una llamada de un hombre, con voz crispada y sollozante, quien, después de un rato de balbuceos incomprensibles, logra hacerme entender que quiere una cita, No lo tomé por un bromista de mal gusto, o algo peor, pues quien le dio mi número era alguien de fiar, Le pedí que tomara un taxi y que viniera al consultorio de inmediato. Entre sorprendido y contrariado cuelga; en media hora se presenta un hombre maduro en un estado calamitoso: lívido, tambaleante, sudoroso, con el respirar entrecortado de quien retiene el llanto por pudor, impidiéndole, a su vez hablar. Después de hacerle varias preguntas, al percatarse de que solo oiría un « no se qué me pasa« , dicho con un tenso decoro que hacía cada vez mas inverosímil la situación; me aseguró de que no hubiese una condición de urgencia orgánica, el contacto físico lo comenzó a calmar un poco. Se trataba de un estado de angustia masiva. Después de una fuerte dosis de ansiolíticos y media caja de cigarrillos, recobró la compostura y, visiblemente avergonzado, atropellándose en disculpas por la hora, las molestias, quería irse. Se le dijo calurosa pero firmemente que no, que deseaba saber qué lo había puesto en ese estado. Me detengo en los detalles un tanto dramático-teatrales de este primer encuentro, que se prolongó por más de dos horas, por lo que este sujeto me está enseñando en relación a su pregunta. Estos « ataques de pánico » los sufrió por vez primera hace unos cuatros años, tras la muerte súbita del más querido de sus amigos; « yo sabía que x iba reventar por la vida que llevaba« , me dice, esbozando una sonrisa (aquí comencé a inquietarme). Había intentado toda clase de terapias, incluso un análisis, psicofármacos, sin resultado. Un día, ojeando en una librería (se trata de alguien muy culto), encontró un libro escrito por un psiquiatra titulado « A usted no le pasa nada« , lo leyó de un tirón y, santo remedio, dejó a esos « charlatanes« . Y que pasó hoy, ¿entonces?, le pregunto. « No lo sé, no sé qué me pasa « .

Su historia parecía una novela llena de peripecias desde que, aun joven, tuvo que dejar su país natal. Lo curioso es que este sujeto parecía haber sido una marioneta de los « malos encuentros« , de hechos tan graves que lo obligaban a cambiar de analizante; ese sujeto paradójicamente feliz que nos cuenta sus pesares, dolores y miserias, pero que, al comienzo, se guarda bien de hablar de aquello que sostiene sus quejas, a veces dramáticas; vale decir, la dimensión de su fantasma, donde se sostiene en la ilusión de estar siempre « a la hora » del encuentro con lo más íntimo y particular de su ser : su goce; este puede, antes de un análisis, ser el índice de su estilo, su forma de ser, su manera de proceder, ¿y, por qué no? Escribir. Quién no se preguntado sobre lo que sostiene el estilo de algunos escritores que han hecho hitos (Kafka, Cesar Vallejos), ¿por ese algo enigmático que los hace tan singulares?, a ese lo podemos llamar goce.

¿Y el analista?, podemos encontrar respuestas lapidarias en Lacan, como en el resumen del Seminario El Acto psicoanalítico: « El analista se hace de objeto a « . Quizás para muchos lectores esta criptica sentencia no diga mucho. Para ser más explícitos, del lado del analista lo que está en acción, operando, es su deseo, su deseo de analista. Ese deseo que Lacan califica como « no puro, un deseo de obtener la diferencia absoluta » (Los cuatro conceptos fundamentales de Psicoanalisis).

¿Qué sería la impureza del deseo del analista?, es algo que podría azorar, para mi esa impureza es el estilo de su deseo como analista, el cual debe emerger en su cura y que lo hace absolutamente particular. Decía que esto puede ser incómodo, tanto en el ejercicio en acto de su oficio, como en la vida, en donde su posición subjetiva debe soportar la soledad de su singularidad.

Podríamos resumir diciendo que en una cura hay un solo sujeto, un solo inconsciente, pero dos estilos. El del analizante, signado por el goce; y el del analista, el cual lleva el sello de su deseo. Este deseo sellado por la impureza de su estilo se manifiesta en la forma en que el analista se dirige al analizante. Pienso que esto es absolutamente central en la práctica y que comienza a operar incluso en la forma en que se le enuncia al analizante la regla fundamental. En este punto Freud nos ha dejado un legado invalorable. La táctica del analista en su acto (en esto soy totalmente freudiano, ya que hay otras posturas en boga) se sustenta en la interpretación, la que va en contra de cualquier exégesis (que apunta al sentido y a la certitud de no correr riesgo), Lacan, en El reverso del Psicoanálisis, desglosa su estructura: el enigma, que es una enunciación sin enunciado, y la cita, que es un enunciado sin enunciación; cualquiera de las dos, al lanzarse en acto sin apoyo del objeto, del cual es al analista, único responsable de lo que dice o calla.

Yo no diría que los analistas gustan de escribir, a menos que después de su análisis deseen dedicarse a esta exigente labor. Creo que es algo más radical, más visceral: les urge escribir, al menos por tres razones que gravitan todas alrededor de la soledad, y la incertidumbre de su acto. (La escuela, sino es una masa en el sentido freudiano, les exige dar cuenta de su trabajo, con fines de garantía, transmisión y enseñanza). Escribir puede presentarse como una urgencia subjetiva para soportar lo Real de la clínica.

Escribir es una forma de tolerar la soledad; efectivamente, se escribe para los otros, es una forma de vínculo social en una Escuela no-masa. En cuanto al estilo literario de los analistas, pienso que eso depende de cada uno a este género artístico. Freud, a mi juicio, fue un escritor nato; pero hay que tener cuidado con esto de « nato« , pues no se nace escritor, se requiere de un enorme esfuerzo y disciplina; además de pasión. Para que alguien aprenda el castellano en su juventud con el fin de leer el Quijote y que reciba el premio Goethe de la lengua alemana, todos estos elementos deben conjugarse, es el caso de Freud. No pienso que haya un estilo de escritura que englobe a los analistas de orientación lacaniana. Si un analista es, además, escritor y logra que sus escritos remitan, hagan, signo de su nombre, es que ha alcanzado un estilo literario; cosa extraordinariamente difícil, a mi juicio. Freud y Lacan lo lograron sin la menor duda.