PSICOANALISIS Y ESCRITURA. PRIMERA PREGUNTA – Dr Guillermo BATISTA

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PSICOANALISIS Y ESCRITURA. PRIMERA PREGUNTA – Dr Guillermo BATISTA

Viviana Rosenwit : ¿Por qué cree que el psicoanálisis presenta una relación tan estrecha a la escritura?

Su primera pregunta, nada más en su forma de enunciarla, plantea problemas a reflexionar de primer orden. Su pregunta, es más bien una interpelación a que dé cuenta de las razones que explicarían « un hecho evidente »; pero en realidad tiene la virtud de mostrarnos que, en psicoanálisis, pocas cosas son « evidentes ». Pueden parecerlo si nos dejamos parasitar por nuestra jerga, arrogándonos al cómodo marasmo de compartir un conjunto de significantes que, sin reflexionar demasiado, nos conforta en una suerte de tibieza grupal. Esto, para mí, es un hecho, que plantea muchos problemas; no siempre hablados abiertamente. En la temática que nos ocupa, lo abordaremos en relación a la distinción entre un « estilo grupal » y un « estilo individual ». Efectivamente, ¿a quién, en nuestro medio, se le ocurriría negar la afirmación de la estrecha relación entre la escritura y el psicoanálisis.? Resulta algo ya asimilado y adquirido en el automatom significante de nuestros intercambios. La simpleza de su pregunta nos obliga a despabilarnos de esta cómoda inercia y, al tratar de responder, nos percatamos de que, no solamente no es evidente, sino que puede ser harto complicado hacerlo. Lacan no pudo haberlo dicho en forma más clara que en su Conferecia en Ginebra sobre el Síntoma: « Escribir para nada es la misma cosa, no se parece en nada al decir, el psicoanálisis es algo muy diferente a los escritos« [1]. Se está refiriendo a sus escritos, a lo que califican como « residuo de mi enseñanza« , vale decir : como un resto.

Creo que ante un interrogante en psicoanálisis, el método que reditúa, es ir a escudriñar primero cómo se planteó el problema en y para Freud, ya que cualquier problemática que plantea esta disciplina siempre encontrará un lugar inaugural en el deseo de su inventor. Desde la primera vez que lo leí, siempre me ha impactado el comentario de Freud en el comienzo del comentario del historial de Elisabeth Von R.:

No siempre he sido exclusivamente psicoterapeuta. Por el contrario, he practicado al principio, como otros neurólogos, el diagnóstico local y las reacciones eléctricas, y a mí mismo me causa singular impresión el comprobar que mis historiales clínicos carecen, por decirlo así, del severo sello científico, y presentan más bien un aspecto literario. Pero me consuelo pensando que este resultado depende por completo de la naturaleza del objeto y no de mis preferencias personales.[2]

Me resulta extraordinario, en primer lugar, como a cualquier analista, estoy en el derecho de tener la impresión que al concatenar « la sorpresa« , « el consuelo » y el « no de mis preferencias« , estamos ante una espléndida « negación »; tanto más cuando pienso en la ardiente pasión de Freud por la literatura, su proverbial prodigalidad epistolar y en su análisis hecho por correspondencia en el que sus interpretaciones encuentran sostén en mitos y construcciones literarias; pero eso queda ahí, en una mera impresión personal. Lo importante es que Freud constata que su invención, que se despliega en un dispositivo de palabras, resulta inefable, no transmisible a otros, sino se recurre al registro de la escritura; y no a cualquier tipo, sino a aquella cuya matriz es la ficción. ¡Cómo no ver al Lacan freudiano! (la verdad tiene estructura de ficción, el matema, forma de escritura, indispensable para la transmisión de la experiencia).

Me gustaría ir formalizando la respuesta a su pregunta por otro sesgo freudiano: el sueño. Así, no me parece abusivo decir que, al principio, para Freud, la clínica está estrechamente ligada a la lectura: descifrar las letras de sueño, constatar que poseen una estructura de frase; leer el sufrimiento escrito, como síntoma, en cuerpo; en fin, se trataría de « saber leer » lo que prefigura su descubrimiento, saber leer el deseo inconsciente articulado en el sueño. Me gustaría hacer algunos comentarios sobre el capítulo VI, del texto La Interpretación de los sueños, titulado en español « La elaboración onírica » y en francés « El trabajo del sueño« . Desde un ángulo técnico y teórico un sueño es ante todo su relato, vale decir es una palabra vectorizada que busca su destino (esquema L), el sujeto se dirige a sí mismo un mensaje que únicamente puede recibir a través del circuito del otro; de este artificio estructural es que se trata en el capítulo referido (artificio operativo en el neurótico, el cual no funciona en el sujeto psicótico, de ahí su conocida pregnancia a la escritura que inscribe o en las paredes del asilo, o en cuadernos que se apilan en el consultorio o que, rara vez, terminan en un Ulyses). Creo que a la palabra « elaboración » o « trabajo » del sueño podría dársele el sentido de escritura, sobre todo si nos las vemos con el registro de la condensación o la metáfora. De esta forma señala Freud haber sido el primero en introducir un « nuevo material psíquico, el contenido latente del sueño » (en relación al contenido manifiesto). Freud nos presenta lo que podríamos llamar su algoritmo — de ahí la connotación de escritura en un sentido matemático, científico — C. Manifiesto\C. Latente.

¿Qué nos dice Freud de su fórmula?, señala que el contenido manifiesto es una trascripción del pensamiento del sueño que deforma su expresión original; de ahí la necesidad de una traducción del contenido manifiesto el cual se presenta como un jeroglífico, deformando los pensamiento y signos del contenido latente y añade: « incurriríamos, desde luego, en error si quisiéramos leer tales signos dándoles el valor de imágenes pictóricas y no de caracteres de una escritura« . Vemos así la ambigüedad del sueño: se trataría de un lenguaje trascrito que amerita una traducción para revelar su sentido; en este capítulo Freud lo dice con todas sus letras: es una escritura jeroglífica que encierra un enigma que solo será revelado si se sabe leer en un sentido gramatical. Conclusión: en el sueño, en tanto relato hablado, encontramos lo oral, el decir, y lo escrito intrínsecamente anudados; esto tiene, a mi juicio, un peso técnico enorme en la práctica ya que es a partir de su dimensión de escritura donde se puede autorizar cualquier interpretación por parte de analista; es la esencia del equívoco como interpretación ya sea gramatical, homofónico o lógico. Aquel que se haya analizado en una lengua que no sea la materna, creo que puede ser más sensible a este hecho. Lacan retomará esta imbricación capital entre el lenguaje oral y la escritura; hasta donde sé es el Seminario « De un discurso que no fuese un semblante« , donde enuncia de la forma más taxativa:

Que el sueño es un jeroglífico no es lo que me hará demostrar ni por un instante que el inconsciente está estructurado como un lenguaje. Solamente es un lenguaje en medio del cual aparece un escrito.[3]

Lacan mantiene su tesis clásica sobre el inconsciente, pero introduce lo escrito en el corazón del mismo. Esta cita de Lacan me evoca a una analizante quien relata con frecuencia una pesadilla repetitiva que posee un guión bastante fijo; no puedo dar los detalles del mismo, pero es una pesadilla que Freud llamaría « típica« , comporta elementos sexuales y traumáticos que, hasta este momento de su análisis, coagulan el goce de este sujeto, en donde también hay francas tendencias transgresoras, que lo anudan al síntoma que la hizo entrar en análisis. Habría que aclarar que en Venezuela el pensamiento mágico religioso y esotérico forma una tupida malla de creencias en la población, aun en personas cultas, lo cual es el caso de este sujeto; ella, invariablemente, después de relatar la pesadilla añade: « lo que más me angustia es que sé que está escrito« . En español y en francés cuando se dice que « algo está escrito » (sobre todo para alguien cuya constelación significante está repleta de este folklore localista) implica la casi absoluta certitud de que ése será su destino. Para mí es un hecho que ciertas formaciones culturales, pueden tornar mucho más viscosa la fijeza del sujeto a su fantasma. Este caso en particular me ha hecho reflexionar en « eso que está escrito en medio del sueño« ; esta analizante me está enseñando de qué se trata, de la escritura indeleble de su goce, en el sentido de la estructra, y enarbola el blasón de su destino. Esto me hace pensar en los sueños transferenciales del Hombre de las Ratas, su vínculo a la muerte y a su destino. En todo caso, la paradoja aquí es total ya que se trata de la escritura de un goce, por lo tanto de Real, que, aunque pasa por el decir, queda fuera del alcance del significante.

[1] J. LACAN, « Le symptôme », Le Bloc-notes de la psychanalyse, 1985, n° 5, pp. 5-23.

[2] S. Freud, « Etudes sur l’hystérie », Œuvres complètes. Psychanalyse, Paris, Puf, 2009, p. 154-206.

[3] J. LACAN, Le Séminaire. Livre XVIII : D’un discours qui ne serait pas du semblant (1971), Paris, Le Seuil, 2006.